Hay
otra Cataluña. Nada que ver con la imagen que están dando los independentistas
en los últimos días. Hay otra Cataluña, la que admiramos desde el resto de
España porque lo merece.
Ante el antidemocrático espectáculo de los independentistas en el Parlamento catalán el pasado 6 y 7 de septiembre aprobando una ley de referendum a sabiendas ilegal e inconstitucional, en contra de los letrados de esa Cámara y del Comité de Garantías del Estatuto de Autonomía, uno se pregunta el por qué recorrer un camino sin final.
Ante los malos modos de los independistas afirmando su desobediencia a los dictámenes y sentencias del Tribunal Constitucional, animando también a otros a incumplir las leyes de convivencia entre todos los españoles, incluso incumpliendo sus propias normas estatutarias, no es esta la imagen que tengo de mis muchos amigos catalanes. Nacionalistas o no, a ninguno se le ocurre incumplir las leyes.
Ante la firma por todo el Gobierno de la Generalitat de una convocatoria ilegal de referendum, pudiendo incurrir en prevaricación y, en ese caso, firmando su suicidio político, no entiendo como esos líderes de los partidos independentistas están intentando negociar ya con otros partidos políticos de la oposición su hipotético apoyo si ganaran las próximas elecciones autonómicas. Si fuesen inhabilitados no podrían ser candidatos a la Presidencia de la Generalitat Catalana.
Ante todo esto, afirmo que conozco y reivindico la otra Cataluña. Reivindico la Cataluña emprendedora, la trabajadora, la social, la democrática, la solidaria; la Cataluña de empresas modélicas como Freixenet, Planeta, La Caixa y tantas otras; la Cataluña de inquietudes culturales que ha dado y da tanto en el arte, la música y la literatura; la Cataluña que discute sus diferencias en un Parlamento civilizado y dirime sus disputas de forma legal en las elecciones autonómicas; la manera de hacer Cataluña desde las actitudes democráticas de sus políticos durante la transición española después del franquismo que dieron estabilidad no sólo a una Cataluña autonómica, sino también a una España Constitucional.
Creo en el hecho diferencial de Cataluña. Creo en el Estado de las Comunidades Autónomas del reino de España, aunque incluiría algunos matices. Pero también creo que es necesario mejorar el modelo territorial que incluya lo que no pudo hacerse en la Constitución de 1978 porque era demasiado pronto después de salir de un régimen dictatorial. Y creo que ese encaje puede hacerse desde la actual Constitución española.
Ante el antidemocrático espectáculo de los independentistas en el Parlamento catalán el pasado 6 y 7 de septiembre aprobando una ley de referendum a sabiendas ilegal e inconstitucional, en contra de los letrados de esa Cámara y del Comité de Garantías del Estatuto de Autonomía, uno se pregunta el por qué recorrer un camino sin final.
Ante los malos modos de los independistas afirmando su desobediencia a los dictámenes y sentencias del Tribunal Constitucional, animando también a otros a incumplir las leyes de convivencia entre todos los españoles, incluso incumpliendo sus propias normas estatutarias, no es esta la imagen que tengo de mis muchos amigos catalanes. Nacionalistas o no, a ninguno se le ocurre incumplir las leyes.
Ante la firma por todo el Gobierno de la Generalitat de una convocatoria ilegal de referendum, pudiendo incurrir en prevaricación y, en ese caso, firmando su suicidio político, no entiendo como esos líderes de los partidos independentistas están intentando negociar ya con otros partidos políticos de la oposición su hipotético apoyo si ganaran las próximas elecciones autonómicas. Si fuesen inhabilitados no podrían ser candidatos a la Presidencia de la Generalitat Catalana.
Ante todo esto, afirmo que conozco y reivindico la otra Cataluña. Reivindico la Cataluña emprendedora, la trabajadora, la social, la democrática, la solidaria; la Cataluña de empresas modélicas como Freixenet, Planeta, La Caixa y tantas otras; la Cataluña de inquietudes culturales que ha dado y da tanto en el arte, la música y la literatura; la Cataluña que discute sus diferencias en un Parlamento civilizado y dirime sus disputas de forma legal en las elecciones autonómicas; la manera de hacer Cataluña desde las actitudes democráticas de sus políticos durante la transición española después del franquismo que dieron estabilidad no sólo a una Cataluña autonómica, sino también a una España Constitucional.
Creo en el hecho diferencial de Cataluña. Creo en el Estado de las Comunidades Autónomas del reino de España, aunque incluiría algunos matices. Pero también creo que es necesario mejorar el modelo territorial que incluya lo que no pudo hacerse en la Constitución de 1978 porque era demasiado pronto después de salir de un régimen dictatorial. Y creo que ese encaje puede hacerse desde la actual Constitución española.
Recuperemos
el espíritu de tolerancia y de concordia de la transición española de la
Dictadura a la Democracia que tantos buenos frutos dio y que ahora echamos tanto
en falta, imprescindible para resolver nuestras diferencias.
Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.
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