Contra la opinión paterna y materna, tomó rumbo a Ibiza con un amigo desde el puerto de Alicante cuando había el transatlántico que hacía escala en esta localidad para cubrir esa ruta. Hace muchos años, cuando la peseta era la moneda de uso y en España gobernada un dictador. El turismo ya apuntaba maneras, pero aún no tenía nada que ver con el de la actualidad.
Adolescentes, con muchas ganas de aventura, de volar del seno materno, de ejercitar su libertad sin ataduras de ningún tipo. Y un horizonte de libertad en una isla turística donde ya todo era posible a pesar del régimen autoritario de esa época.
Con dinero en el bolsillo, aunque no mucho, poco más de lo necesario para el billete de ida y vuelta en barco y la manutención de los primeros días. Con la promesa a sus padres de buscar trabajo de camareros al llegar a Ibiza y con ese sueldo disfrutar de esa vida libertina tan deseada. Con el compromiso de volver a casa cuando terminara el verano.
Llegaron a Ibiza y todo lo que veían y disfrutaban era nuevo para ellos. Un mundo a sus pies. Ellos que venían de un pueblecito murciano más huertano que industrial.
En Ibiza todo a su alcance, le faltaban horas al día para disfrutar de la vida. Sin mesura, ni controles paternos, ni horarios que cumplir. Todo juerga y diversión. Hasta que se acabó el dinero y comían pipas por no poder llevarse un poco de pan a la boca. Pasaron hambre de verdad, tanta como para perder el conocimiento en plena calle.
Pero tuvieron suerte. Un alma caritativa les acogió en casa y les dio de comer. Un par de nuevas amigas les dieron cobijo durante un tiempo prolongado. Después de un periodo de desenfreno se dieron cuenta que esto no podía ser para siempre. Cautos ellos. Y decidieron volver a casa pero para esto tenían que ponerse a trabajar. Con el estómago lleno es más fácil tomar decisiones acertadas. No esperaban ningún auxilio económico de sus padres porque se habían ido por su cuenta y riesgo, ni tampoco su orgullo les permitía solicitarlo.
Pero aquí también tuvieron dificultades. El tópico era trabajar de camarero porque había muchos puestos de trabajo que cubrir, pero su edad no lo permitía. ¿Y entonces?. La hostelería tenia otros trabajos que cubrir. Lavar platos fue su trabajo. 350.- pesetas al mes. Daba para pasar el mes y tener dinero para el billete de vuelta: 150.- pesetas. Y eso es lo que hicieron, volver a casa.
Ahora uno de sus protagonistas cuenta entre carcajadas este episodio de su vida. Pero también cuenta una de las lecciones aprendidas: no ir nunca en contra de la opinión de los padres que por edad y por visión global de las cosas saben más que su hijo adolescente que quiere vivir su vida.