Que sabia es la naturaleza.
Un momento que podría considerarse dramático se convierte en una explosión de
color otoñal y en una necesidad natural. Cuando las hojas marchitan, palidecen,
amarillean, mueren y caen de la rama, lo hacen con tal belleza para los humanos
que no parece un drama porque es una forma de regenerarse, de volver a nacer,
de florecer en primavera y ser más fuerte ante las inclemencias del tiempo.
Reitero, que sabia es la naturaleza. Esto ocurre en los árboles de hoja caduca.
Pierden las hojas con el frío y se renuevan en primavera.
Como estos árboles de
L´Horteta del Pobre en la sierra Mariola. Junto a una alberca de agua helada de
manantial en cualquier época del año. Cerca una fuente con un chorro de agua siempre
abundante. Poco más arriba, un riachuelo que baja de la sierra y un puente que
salva un desnivel camino del sendero de los Miradores de Solana con unas vistas
extraordinarias sobre Alcoy y todo el valle. Es tan agradable el sitio y tan
concurrido que unas mesas y sillones de piedra invitan a sentarse y dejar que
las horas pasen sin prisas. Siempre saldrá algo bueno del sosiego y la tertulia
durante ese reposo.
Recuerde escuchar el susurro
de las hojas al dejarse acariciar por la brisa, antes de dejarse caer de la ramo al suelo, así como de pisarlo alfombrado con ellas.
El sonido de su roce con las zapatillas genera una agradable musicalidad. Se
despiden de este mundo con la elegancia de la belleza.
Alrededor del Preventorio de Alcoy
hay parajes de gran belleza. Tanta que sobran las palabras, las imágenes lo
dicen todo. Le invito a que las disfrute y le llenen de tanta energía como me
llenan a mí. Ahí están estos colores de otoño amarillo, ocre, anaranjados,… No
se lo pierda, es efímero.