Las calles desiertas en el primer día del año. Tranquilas. Algunos caminantes urbanos como nosotros. Caras soñolientas. Miradas que arrastran el cansancio de una larga noche. Una noche que cambia de indumentaria, que muda de color, que se bautiza con las primeras escarchas de la madrugada. Con un día de año nuevo que le cuesta estar soleado, donde pinceladas de nubes blancas ganan espacio al azul del cielo. Con unas gaviotas, revoltosas, juguetonas, que vuelan raso entre los grandes yates del puerto.
Nos llama la atención. Nos atrae. Su música marca nuestros pasos. Su susurro, el tintineo de las gotas, los chorros. Sus sonidos. Podía ser el mar. Pero no lo es, aunque lo podía haber sido. El mar acariciaba las arenas de la playa que entonces ocupaban los terrenos de parte de esta plaza. Porque sí, amigos, hasta lo que hoy es la plaza de Gabriel Miró llegaba el mar, allá por los años del siglo XVI. Y esto lo menciona Viravens en su Crónica de Alicante de 1876 cuando nos cuenta que “Felipe II mandó fabricar en esta Ciudad una casa, que se tituló Del Rey, para depositar los cargamentos de sal que conducían los buques a este puerto desde las salinas de la Mata. Este edificio, que costó al Real Patrimonio 2.200 ducados, fue construido sobre el borde de la playa que entonces había donde en nuestro tiempo se ha formado el jardín de la plaza de Isabel II”.
Retratos de una ciudad. www.alicantevivo.org/
Los más ancianos del lugar aún llaman de las barcas a esta plaza, por lo que les contaron de ella. Estas barcas quedaban varadas en la playa después de faenar en la bahía en las primeras horas del día. Pero hoy no es el mar quien aquí susurra. No son sus olas, ni su espuma, quienes cantan a la vida. Hoy el agua corre a través de un cántaro, salta por unos surtidores. Hoy es la fuente de la aguadora quien es la protagonista de estos susurros. Con el piar de los pájaros. Con el arrullo de las palomas. Junto a ficus centenarios. En esta plaza llamada de las barcas, de Isabel II, de Correos, de Gabriel Miró. Y aunque no es el mar el que canta, sino el agua dulce de la fuente, huele a mar. Huele a mojama, a hueva, a bacalao. Efluvios que encontramos en la Mejillonera de correos. De correos porque, donde estuvo la casa Del Rey, se construyó la antigua sede de Correos y Telégrafos, edificio que aún se mantiene en pie, a duras penas, después de su abandono al trasladar estas oficinas a otras más modernas. Pero eso es otra historia.
Cuando pienso en La Mejillonera recuerdo otra, la que hubo en la calle Rafael Terol. El Gambón, como le apodamos nosotros, con su permanente cara sonrojada, nos servía litros de cerveza y ollas de mejillones en nuestros años de adolescencia. Bajo estos muros vi la milagrosa victoria de doce a uno de España contra Malta en aquel partido de fútbol del 19 de diciembre de 1983 para la clasificación de la Euro Copa de 1984. Bajo estos muros pasé largas horas … disfrutando. Y tantas cosas que contaré otro día. Hace algunos años cerró sus puertas pero nunca cerrará nuestros recuerdos.
foto rescatada en la páguina http://www.nostalgia80.com/
Hoy visitamos otra mejillonera. La Mejillonera de Correos, en la plaza del mismo nombre, me ha hecho recordar, sin ser ni de los mismos ni el mismo lugar. Cuando entras a esta, la de Correos, te trasladas a un mundo marinero. Redes que cuelgan de los techos. La rueda del timón. Un salvavidas con franjas azul y blanca. Fotografías en blanco y negro con motivos relativos a la mar y a su entorno. Los pescadores con sus capturas en el muelle. El antiguo Club de Regatas. El puerto. Los barcos amarrados a los muelles. Las mejilloneras que había en la bocana. Con todo, en este ambiente creemos ver las primeras regatas a vela latina ó cuando llegan las barcazas de pescadores. Creemos oir las sirenas de los mercantes, creemos oler el salazón. En este, disfrutamos de frutos del mar y de la huerta. Pulpo seco al horno con tomate trinchado y aceite de oliva. Patatas bravas. Navajas a la plancha. Mejillones al vapor (unos mejillones carnosos, enormes, muy sabrosos, por algo el nombre de este establecimiento). Y cerveza. Para los tiempos que corren, a un precio muy asequible. Merece la pena dejarse envolver por estos recuerdos marineros, por estas fotos en blanco y negro de ayer, con los olores y sabores de estos fogones.
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