Me encantan los atardeceres, no se lo puedo negar. Mi mirada recorre el
horizonte movida por los colores del cielo que me atraen como un imán. Me paro
a mirar, es lo menos que puedo hacer ante tanta belleza. El día se acaba y,
antes de pasar a la noche, una explosión de colores cálidos inunda el paisaje.
Colores que se abrazan a los mástiles de los veleros del Real Club de Regatas
de Alicante y que se sueltan después en una escena viva.
Son colores vespertinos que llaman al sosiego, junto con la quietud de
las aguas del puerto, que a algunos producen cierta melancolía que llaman a la
reflexión. Son tonalidades que los pintores y fotógrafos han plasmado multitud
de veces porque esas y muchas más son diferentes, cada día lo son.
Compartiendo la foto entre un grupo de amigos, Geraldine me dijo que le
recuerda a Johannes Vermeer. Nada menos. Recordé enseguida cuando estuve frente
al cuadro de “La lechera” de Vermeer en el RIJKS Museum en Amsterdam. Llama la
atención que se muestre tanta belleza de un cuadro tan pequeño. En él Vermeer
maneja con maestría el uso de la luz, la que entra por la ventana, la que se
posa sobre la mesa ó en la expresión de una mujer que vierte leche sobre un
cántaro de barro. Es una imagen que transmite sosiego, como lo hace en una de
sus pocas pinturas de paisajes, la “Vista de Delt” su ciudad natal, considerado
como uno de los paisajes urbanos más bellos del mundo. En este paisaje Vermeer
juega con la luz, otra vez, en los reflejos de los edificios y de las barcas
sobre el río con la serenidad de la tranquilidad del agua del canal creando una
bella composición.
Se me antojó pensar qué pintores españoles, y entre ellos valencianos y
alicantinos pudieran utilizar colores ó técnicas parecidas. Y mira por dónde
que ya lo había hecho el Museo del Prado con la exposición “Las afinidades de
Velázquez, Rembradt y Vermeer” y las encontraban en retratos y en paisajes.
¿Y con pintores de nuestra tierra?. Fue fácil comparar a Johanes Vermeer
con el valenciano Joaquín Sorolla, en sus marinas y sus atardeceres sobre el
mar. Vermeer y Sorolla jugaban y dominaban la luz y explotaron la luminosidad en
sus cuadros.
¿Y más cercano, no hay ninguno?. El primero que me vino a la cabeza fue
el alicantino Emilio Valera, por el uso de los colores, otro pintor que supo
manejar la luz y el color con maestría.
Del pasado siglo y del actual, conozco cuadros con esa sensibilidad,
esos colores y esa representación del sosiego en paisajes de María José
Limiñana Mañes. Y más reciente, las pinturas de Martín Alíá.
Y todo por la foto que encabeza este escrito y lo mucho que se ve a través de ella. Con luna, ahí arriba, testigo diario.