La catedral de León es una de las catedrales góticas más bellas del
mundo. Declarada Monumento Nacional en 1844, fue el primero que tuvo este
reconocimiento en España. Es una joya por fuera y alberga bellos tesoros en su
interior.
Al entrar, impresiona ver la esbeltez de sus columnas y sus naves, su
altura, su arte y sus vidrieras. Y si estas en sí son maravillosas, no lo es
menos la multitud de rincones de la catedral que tienen su propia historia.
En esta ocasión, es el trasaltar el protagonista de este artículo.
Frente a la capilla de la Virgen Blanca, está el sepulcro de Ordoño II de León,
y está aquí porque fue promotor de la primera catedral en el siglo X.
Ordoño II, hijo del rey Alfonso III de Asturias, heredó el reinado de
León cuando falleció su hermano Don García a finales del año 914. Ordoño II,
que hasta ese momento era rey de Galicia, con su nuevo reinado trasladó la
capital de su Corte de Oviedo a León. Con este rey, León que ya era una
población importante con el apoyo de los reyes de Asturias, alcanzó gran
esplendor teniendo murallas, monasterios, e importantes edificios civiles. Ordoño
II dotó a León de sede episcopal. Además, era un punto estratégico
extraordinario para las acciones de reconquista contra los moros en el resto de
la península ibérica.
Con grandes éxitos militares, desbarató los planes de Abderramán III
contra sus tierras, como cuando abortó la conquista del castillo de San Esteban
de Gormaz, en la ribera del Duero, según se relata en el Chronicrom del historiador
Sampiro. Este poderío contra el infiel se muestra en la parte baja del sepulcro
de Ordoño II, por el lado derecho, en el que hay un guerrero con un gran escudo
donde sólo figura el león. Los moros allí representados, y humillados, evocan
los triunfos del reino de León liderados por este rey.
Al construir la catedral gótica de León en el siglo XIII se eligió un
espacio singular para trasladar el enterramiento de este monarca a su nueva
ubicación: el muro exterior de la capilla mayor, en la girola.
Tallado en piedra de Boñar, como la mayoría de las esculturas de la
catedral, el sepulcro representa dos épocas que se mezclan con armonía. La
primera e inferior, que es la del enterramiento. La figura yacente, con un
rostro bello sin barba, muestra al rey gozando de un sueño en paz, reposado y
eterno. Lleva corona real, cetro, túnica y globo como símbolo imperial.
Escoltado por leones, animal protector que representa la fuerza sagrada que
extermina espíritus impuros. Una reja colocada en el siglo XX no permite la
observación del sepulcro desde cerca. Las tres arquivoltas que lo cierran está
decorado con castillos y leones, representativos de su reino, así como con
hojas de parra en su parte central y laterales.
En el friso se representa el calvario y el descendimiento de la cruz. En
el calvario, además de Cristo, destacan la Virgen María y San Juan, los dos
ladrones, Longinos (el lancero) y Estéfanos (el portaesponja). La figura del
crucificado es de tres clavos, de canon alargado, arqueado hacia el lado derecho
y hacia adelante. Su tamaño resalta sobre las demás imágenes. La cabeza es
bella, mantiene los ojos abiertos mirando al soldado que le clava la lanza. A
su vez, destacan las figuras de la Virgen María y la de San Juan. María está
con una actitud de orar, con las manos unidas. Igual que San Juan. Ambos tienen
la mirada triste y compungida. En el descendimiento de la cruz aparecen la
Virgen María, José de Arimatea, Jesucristo, el primer y segundo ayudante, San
Juan y Nicomeno. Están todos, el escultor no ha excluido a ninguno de los
personajes históricos que forman parte de esta escena en relación con la
narración de los cuatro evangelistas. El crucificado ya tiene la mano derecha
desclavada y flexionadas las piernas, mostrando la tensión del momento al
desprenderle de la cruz. La Virgen María sostiene a su hijo muerto. Necesita la
ayuda de José de Arimatea y de San Juan que abraza a Jesucristo por la cintura
mientras Nicodemo desclava la mano izquierda. Y un soldado intenta desclavar el
clavo de los pies. A pesar del tamaño de la escena, hay un gran realismo en las
imágenes.
Encima, en el hueco del tímpano, está la escena de la Transfiguración
de Cristo con dos ángeles arrodillados y dos personajes que podrían ser Moisés
y Elías, ambos uno a cada lado. La figura de Cristo es frontal, con la bola del
mundo en la mano izquierda y bendiciendo con la mano derecha. Esta
representación representa la esperanza de la vida eterna después del dolor y de
la muerte.
El resto del monumento corresponde al siglo XV con el fin de enriquecer
la tumba y para decorar el muro construido para cerrar las arcadas centrales
del ábside y tapar el hueco por donde se hubiera visto la parte trasera del
retablo de Nicolás Francés instalado entre los años 1427 a 1434. Fueron
añadidos los epitafios fúnebres, un doncel que los señalas, una cabeza de un
obispo, el de una reina, de un monje y del rey de armas, además de San Pedro y
San Pablo en ambos laterales. Los epitafios dicen así: “OMNIBUS EXEMPLUM
SIT,..”: "Sea ejemplo para todos que el rey Ordoño dio este venerable
templo, en el cual está enterrado él mismo piadoso [rey]. Hizo esta iglesia, la
cual primeramente construyó para palacio real; y por amonestación de la Virgen
resplandece con silla episcopal, y por ella brilla la ciudad de León. Roguemos,
pues, a Dios que por su gracia le perdone. Amén”. “IS REX ALFONSI P(A)TRIS SUI VESTIGIO,..”: Este rey, siguiendo las
huellas de su padre Alfonso, gobernó con prudencia y justicia el reino. Tomó
Talavera, derrotó a los árabes en el campamento de San Esteban [de Gormaz],
subyugó las provincias de Lusitania y Bética, hizo gran estrago en la tierra de
árabes llamada Sincila [Sintilia, según Sampiro] y se apoderó de [la prefactura
de] Nájera y Viguera, y a los ocho años y medio completos de reinado murió de enfermedad
en Zamora. Era 932”.
En la liturgia de la catedral se sigue recordando a Ordoño II.
Actualmente, siguiendo la tradición, el Cabildo Catedralicio celebra anualmente
en la misa de difuntos por el eterno descanso de este rey. Se pone en práctica
lo mencionado en el Ceremonial de la Santa Iglesia Catedral de León. Esto tiene
su origen en el compromiso capitular de 15 de marzo de 1299. Esta ceremonia
termina con un responso delante del sepulcro al que se llega en procesión por
los asistentes y celebrantes precedidos por la cruz y los cirios. Es un acto
religioso de contenido histórico por lo que “todos los meses el Cabildo
celebrará una misa por los benefactores (salvo durante la cuaresma y primera
semana de Pascua), especialmente por el rey Ordoño II en su aniversario”.
Las fotos están hechas a principios de enero 2020 en un viaje a León con mi mujer.