Cuando lees las peripecias de la vida del poeta Miguel Hernández y te involucras con su realidad, vives intensamente sus acontecimientos. Sabiendo como sabemos lo qué ocurrió en España a partir de 1936 con el golpe de Estado del General Franco, la Guerra Civil, su dictadura de casi cuarenta años, la historia de Miguel Hernández recorre veloz por mi memoria. Porque nació el 30 de octubre de 1910, durante su intensa y corta vida (murió el 28 de marzo de 1942) su prosa, sus versos, viajaron por muchos pueblos y ciudades de España encontrando un rincón en el seno del hogar de muchos españoles.
Miguel Hernández
Porque Miguel Hernández nació de la tierra, creció entre los peñascos por donde pastaban los rebaños de cabras de su padre, vivió refrescándose en la vega del caudaloso río Segura de entonces, se empapó de la educación que recibió de los Jesuitas mientras pudo y empezó a escribir. De la nada nacieron sus versos, del aire tomó su inspiración. Y poco a poco, con el apoyo de algunos amigos incondicionales, se fue abriendo camino en los difíciles comienzos del escritor que empieza a narrar sus sensaciones.
Era el año 1933 cuando el Ateneo de Alicante invitó a Ramón Sijé y a Miguel Hernández para que cada uno diese una conferencia en sus instalaciones, situadas en aquellos años en el Paseo de la Explanada. Poco antes, Miguel Hernández había publicado su primer libro “Perito en lunas”, el 20 de enero de 1933, promovido por el periodista Raimundo de los Reyes, en la Colección Sudeste, a través de la editora del periódico de La Verdad de Murcia.
balcón del Ateneo de Alicante en su sede de la Explanada, pintado por Emilio Varela
Las conferencias tuvieron lugar en el Ateneo el sábado 29 de abril de 1933. Sijé dio una conferencia titulada “ El sentido bíblico de la danza”, Hernández recita su “Elegía-media del toro”. La participación de los dos tuvo una repercusión escrita en el diario El Luchador el 2 de mayo de 1933: “El sábado último ocuparon la tribuna de nuestro Ateneo dos jóvenes e interesantes escritores oriolanos: Ramón Sijé y Miguel Hernández Giner. Sijé afirmó: “La danza como actitud cósmica, lo barroco como método de actuación vital, un poco a la manera Keynesiana”. Hernández definió la metáfora siguiendo una línea Góngora-Guillén, como centro mismo de la poesía, leyendo - al finalizar su brillante conferencia - unos versos de “Perito en lunas”, concebidos con arreglo a las teorías expuestas”.
“Sobre el patrón de vuestra risa media,
reales alcancías de collares, (1)
se recorta, velada, una tragedia
de aglomerados rojos, rojos zares (2).
Recomendable sangre, enciclopedia
del rubor, corazones, si mollares,
con un tic-tac en plenilunio, abiertos,
como revoluciones de los huertos”
poema La Granada. (1) con reales alcancías de collares se refiere a la corona de la granada; (2) Con rojos zares hace referencia a la revolución rusa de 1917 y el golpe de estado bolchevique.
“Hay un constante estío de ceniza
para curtir la luna de la era,
más que aquélla caliente que aquél ira,
y más, si menos, oro, duradera.
Una imposible y otra alcanzadiza,
¿hacia cuál de las dos haré carrera?.
Oh tú, Perito en lunas, que yo sepa
qué luna es de mejor sabor y cepa”. (3)
(3) En este poema – Horno y Luna - surge el sintagma Perito en lunas, que da título al libro. Es el deseo de Miguel Hernández de llegar a ser poeta, transcendiendo sus propias raíces sociales y culturales. En algunos momentos se autodenomina “lunicultor”, expresión repetida por la crítica para calificar a Miguel que, entonces, manifestaba su vocación de poeta)
Miguel aprovecha la visita a Alicante para conocer a Juan Guerrero Ruiz, Secretario del Ayuntamiento de Alicante, tan bien relacionado en los ambientes cultos de Madrid y quien resultaría ser un apoyo imprescindible en su carrera como poeta. Hay tanta química entre ambos que Miguel le propuso y le regalará la “Elegía a la luna lunada” en señal de su aprecio y consideración.
Ramón Sijé, gran amigo de Miguel Hernández, pintado por Ramón Fernández Palmera
A Miguel Hernández le vino bien acercarse a Alicante, pasear por la Explanada, cerca del mar, entre los muelles del puerto, observando las faenas de los pescadores descargando la pesca de sus barcas, dejándose acariciar por la brisa marina para refrescar sus ideas. La escasa repercusión de su primer libro “Perito en lunas” le tenía disgustado. Él esperaba una mejor acogida de las recibidas, mayores aplausos, más felicitaciones, mayores lectores de su obra. En una carta dirigida a Federico García Lorca, a quien conoció en el domicilio murciano de Raimundo de los Reyes y hablaron de los versos de este libro, Miguel le manifestó que en “Perito en lunas” existía “más personalidad, más valentía, más cojones, que en todos los de casi todos los poetas consagrados a los que si se les quitara la firma se les confundiría la voz”. Lorca le contestó esta carta. Después de bajarle un poco los humos, le dijo que su libro “merecía la atención y el estímulo y el amor de los buenos porque tenía sangre de poeta”.
Miguel Hernández
Bibliografía consultada:
Miguel Hernández. Antología Poética, de Antonio A. Gómez Yedra
Miguel Hernández, de José Luís Ferris