Desde que te conocí supe de tu dedicación desinteresada al servicio a los demás. No puedo negar que te envidiaba, con esa envidia sana por el empeño que ponías por hacer tuyo el objetivo de Rotary Internacional de erradicar la polio en el mundo para siempre y transmitirlo a los demás con un mensaje claro pero sencillo que llegaba, que dejaba huella, que contagiaba tu ilusión para hacer también nuestro este objetivo.
Desde entonces has sido para
todos “la chica de la polio” como tú misma te definías. Vestida siempre con esa
sonrisa tuya de oreja a oreja, has influido para que estemos tan cerca de
erradicar la polio para siempre y la erradicaremos con tu recuerdo. Como
médico, especialista en Medicina Interna, sabías mejor que otros el valor del
diagnóstico claro y la rapidez en el tratamiento y para esto la Fundación
Rotaria necesita de la contribución de muchos para distribuir la vacuna en cualquier
rincón del mundo donde haga falta.
Tu carácter, tu cercanía, tu
templanza, tu manera de ser y hacer las cosas, con esa naturalidad, es lo que
te ha hecho grande e inolvidable.
Tu liderazgo y la necesidad
de tus palabras, de esas que llenaban tanto, es lo que nos hace preguntarnos el
por qué tu marcha tan temprana. Sólo hay una explicación cuando miremos al
cielo esperando una respuesta, tu estrella seguirá iluminando nuestro camino de
la solidaridad y el compañerismo para colaborar entre todos en hacer de este un
mundo mejor.
Hasta siempre, Ana María
Parra Rojas. Hasta siempre, nuestra querida Ana.
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