miércoles, 19 de julio de 2017

somos reino


España es un reino desde tiempo inmemorial, salvo cortos periodos de tiempo en nuestra historia de los que mejor no acordarse.


Los reyes son reyes por derechos históricos. España es lo que es porque un reino fue fortalecido por el siguiente, y así sucesivamente, de generación en generación, hasta nuestros días. La Monarquía española forma parte de nuestra piel, de nuestro carácter y de nuestra seña de identidad como Nación.
La mayor parte de las instituciones y acciones de las que los españoles nos sentimos orgullosos se realizaron durante un reinado con el impulso y el empeño del rey o la reina de ese momento: por ejemplo, el uso público del Paseo del Retiro de Madrid (Carlos III), el Museo del Prado, cuyo origen eran las Colecciones Reales (Fernando VII), el Congreso de los Diputados (Isabel II), la entrada en el Mercado Común Europeo (Juan Carlos I), …


Hay hechos memorables en los que un rey español fue protagonista, algunos poco conocidos como el por qué al rey Alfonso XIII le propusieron como candidato al Premio Nobel de la Paz: salvar la vida de miles de prisioneros de guerra de diferentes nacionalidades durante la I Guerra Mundial.


En nuestra historia reciente, el rey Juan Carlos I puso las bases de lo que hoy somos, una Monarquía parlamentaria en una democracia; nos salvó de varios golpes de estado, el más conocido el televisivo 23 F; además de situar a España en el mundo. Es justo añadir que tuvo colaboradores de excepción como Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez y Felipe González, entre otros.



En la sesión solemne de las Cortes Generales en las que se celebró el 40 Aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977, SM el rey Felipe VI manifestó, entre otras cosas, que “… las elecciones que hoy recordamos abrieron el camino al gran pacto constitucional que dio como fruto el bien más preciado de cualquier sociedad democrática: la convivencia. Esa convivencia tan querida, tan deseada y tan anhelada durante tantas décadas por todos, esa convivencia que fundamenta la paz, la libertad y el progreso”.


Hace unos días, el rey Felipe VI ha cumplido tres años desde su proclamación como rey de España. Tres años parecen poco, pero desde entonces en España hay “una Monarquía renovada para un tiempo nuevo”. Con una agenda de trabajo impresionante con reuniones, visitas, audiencias, actos institucionales, recorriendo miles de kilómetros por España y por el mundo en defensa y al servicio del interés general de los españoles. 


Enemigo del protagonismo, el rey Felipe VI ejerce su cometido con discreción, “sirviendo a España en todo momento, liderando y dando ejemplo”.

La Monarquía es hoy la institución mejor valorada por los españoles, junto con la Sanidad Pública y después de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.


La historia de España demuestra que la Monarquía es para los españoles el mejor modelo de Estado. Ya es un hecho que el mayor periodo de paz y de prosperidad de los últimos 40 años ha sido liderado en España por una Monarquía Parlamentaria. Mientras la Monarquía española sea útil para los españoles, y lo es, tenemos Monarquía para mucho tiempo. Que así sea.


Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna del periódico Alicante Press en el siguiente enlace 



Royal Clipper




En el horizonte un velero de altos mástiles, uno de esos que ya casi sólo se ven en la películas ó en los encuentros náuticos internacionales de los tall ships. De madera, con aparejo clásico pero adaptado con las nuevas tecnologías a las necesidades actuales del siglo XXI. Es el velero Royal Clipper, de cinco mástiles.

Inspirado en el Preussen, velero del siglo XIX. Este fue un windjammer alemán de acero, único carguero del mundo de cinco mástiles aparejados en cruz con seis velas en cada mástil. Construido para el transporte de salitre entre Chile y Alemania. Su botadura fue el 7 de mayo de 1902, bautizado con el nombre de Preuben, en honor al antiguo reino de Prusia. Su viaje inaugural fue el 31 de julio de 1902 rumbo a Chile, 64 días entre Lizard Point e Iquique. Su Capitán, Boye Richar Petersen. Era un barco rápido, marinero, de fácil manejo a pesar de su tamaño y capaz de ceñir con vientos de hasta fuerza 9. Con el viento y el mar adecuados podía alcanzar los 20 nudos. Su mejor singladura fue de 426 millas en 24 horas en 1904 en el Pacífico Sur. Los marineros de la época le pusieron el nombre de “Reina de las Reinas del mar”. Era un mercante de 130 metros, con más de 5.000 metros de velas desplegadas, con 11.000 toneladas, con posibilidad de 16 nudos de velocidad constante y picos de 21 nudos sorteando las olas … Se le puede considerar uno de los veleros mercante más rápidos del mundo después de los clippers, estos más rápidos pero con menos capacidad de carga.


Buen modelo para copiar, para llamar la atención, para desear embarcarte a bordo y cursar esos mares llenos de aventuras. Con el Royal Clipper puedes navegar de crucero de otra manera. Es un crucero de lujo de 134 metros de eslora, considerado como el velero más grande del mundo. A su paso por el puerto de Alicante llevaba 250 pasajeros a bordo. Venía desde Valencia con rumbo a Ibiza, con una corta parada en Alicante  de unas 14 horas.

Este enorme velero navega por el Mediterráneo haciendo cruceros durante el verano. En invierno, suele surca los mares del Caribe.


 Collage fotos de Raúl Barroso

muerte en la tarde

En la plaza, los toros hay que verlos lo más cerca que se pueda. Cuando se acerca a la barrera el suelo tiembla y tiembla la grada, demostrando ya su bravura. El toro recorre la arena, corretea de tendido a tendido, hasta el primer pase. ¡Olé! es el grito unánime del respetable público.


En el burladero, el mayoral muestra su orgullo de ganadero. Los toreros, sus cuadrillas, los apoderados, observan al toro con respeto. El toro bravo es una raza especial. Es un animal salvaje que se cría para la lidia.

Como escribió Hemingway, en su libro titulado como el título de este artículo, “el torero que es capaz de ejecutar con el toro hazañas extraordinarias, puede llevar al espectador a un intenso grado de emoción”. Ernest Hemingway cuenta en ese libro sus impresiones y su fascinación por la fiesta de los toros, desde la admiración y el respeto, durante sus diversos viajes a España a principios del siglo pasado. No es el único escritor que lo hizo, ni será el último. Las corridas de toros despiertan pasiones, representadas muchas veces en la pintura (Goya), la escultura (Nacho Martín), la poesía (Alberti), la literatura (Vargas Llosa), …

“El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. Así se expresó el poeta español Federico García Lorca. Muy aficionado a los toros contaba sin complejos su admiración por la fiesta, por el toro y los toreros.


Para otros su admiración fue tanta que no paró hasta vestirse con el traje de luces y participar en el paseíllo por la plaza de toros antes de la corrida. Es el caso de Rafael Alberti. Lo consiguió el 14 de julio de 1927: se vistió de luces e hizo el paseíllo con la cuadrilla de Sánchez Mejías en la plaza de Pontevedra. Fue a Sánchez Mejías a quien Federico García Lorca le dedicó un doliente poema cuando le mató un toro: “A las cinco de la tarde/Eran las cinco en punto de la tarde/Un niño trajo la blanca sábana/a las cinco de la tarde./ … “. Antes le escribió “No hubo príncipe en Sevilla/que comparársela pueda,/ni espada como su espada,/ni corazón tan de verás./Qué gran torero en la plaza,/qué gran serrano en la sierra,/qué blando con las espigas,/qué duro con las espuelas,/qué tierno con el rocío, qué deslumbrante en la feria,/qué tremendo con las últimas/banderillas de tinieblas”.

Para algunos, su fascinación fue tanta por las corridas de toros que “hubiera cambiado mi fama por la gloria que sólo es dable a los matadores de toros”, en palabras de Ortega y Gasset. Otros quisieron ser toreros aunque “antes que poeta me hubiera gustado ser un buen banderillero”, comentó sin ningún rubor Manuel Machado.


En España hemos pasado de la exaltación generalizada de la tauromaquia a la crítica destructiva de unos pocos, aunque muy ruidosos. Estos, con un afán reivindicativo contra el que dicen maltrato animal, afirman su oposición de todas las maneras posibles con un mal gusto manifiesto. Nada impide que no les guste las corridas de toros, en este caso con no acudir a los festejos taurinos ya está. Pero no, su obsesión es prohibirlas, se ponen en contra de una tradición milenaria. Y lo que están consiguiendo es lo contrario, que cada corrida de toros sea una reivindicación a favor de las mismas, con cada protesta las plazas de toros están más llenas de aficionados que van a disfrutar de una tarde de toros para disfrutar del arte de toreros como El Juli, Cayetano o Fran Rivera, Manzanares, José Tomás, Enrique Ponce, … Cada pase, una ovación.

Y a veces, en ese desafío, viene la muerte a la tarde y se lleva a un torero como Manolete, Paquirri ó, recientemente, Fandiño, que corren la misma suerte que el toro y se convierten en inmortales. Y con ellos se van faenas memorables que ya quedarán para el recuerdo, el arte de torear y la exaltación de la fiesta. 


Este artículo ha sido escrito con anterioridad en mi columna del periódico Alicante Press, en el siguiente enlace 

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