Por temor al turco, al moro, a los piratas y corsarios, que asolaban las costas españolas del Mediterráneo atacando a las poblaciones costeras, destruyendo inmuebles y raptando a sus habitantes para venderlos como esclavos en mercados del norte de África, el rey Felipe II y su gobierno idearon un sistema para que las poblaciones costeras y cercanas a la costa no estuvieran tan indefensas.
El territorio era muy extenso
por lo que no era fácil la solución. Decidieron construir torres de vigía,
fortalezas, castillos y murallas, según la ubicación y el lugar.
En 1568 el rey Felipe II
encarga a Vespasiano I Gonzaga, militar y diplomático, acompañado de Juan Bautista
Antonelli, prestigioso ingeniero militar, ambos italianos, la construcción de
fortificaciones del puerto de Cartagena, de la costa del Reino de Valencia y
los puertos africanos de Orán y Mazalquivir. Se construyen torres vigías
costeras, se reconstruye el castillo de Santa Bárbara en Alicante (1569), la
construcción del castillo de Benidorm y la torre de Santa Faz (1575), las
murallas del acceso terrestre de Peñíscola (1578), …
Las torres de vigía solían
tener como guarnición cuatro soldados: dos de a pie y dos a caballo. Al avistar
las naves enemigas en el horizonte hacían una gran hoguera como aviso luminoso
a las poblaciones cercanas y otras fortificaciones para protegerse unos y para
preparar la defensa otros, además de las comunicaciones a caballo que pudieran
hacer los jinetes en cada caso.
La torre Tamarit, en las
salinas de Santa Pola, está tierra adentro para la defensa del campo de Elche,
a vista de la torre de Pinet en la costa y del castillo del poblado de Santa
Pola porque entonces no había ni edificaciones ni arbolado que lo impidiera. Es
cuadrada con base ataluzada y de mampostería con sillares en las esquinas.
Hoy es un símbolo de aquella
época. Ya no es vigía sino testigo de la vida de las salinas y de los
flamencos y aves migratorias que visitan estas lagunas de forma estacional cada
año.
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