“Entre las impresiones que conservo de mi niñez está muy fija en mi memoria el placer entusiasta que me causaba la vista de los barcos de guerra cuando fondeaban frente a Cádiz ó San Fernando”, así se expresa Gabriel, con cierta nostalgia, el protagonista de la novela “Trafalgar”, primer volumen de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós (1).
De la misma manera me impresionaría a mí siendo niño y sin serlo. Aquellos barcos de madera de altos mástiles, de larga eslora y alta borda, bien armados de cañones y con mucha valentía entre sus cuadernas, en sus puentes, en su cubierta, en sus cofas. El heroísmo era necesario en los mandos, pero también en la tripulación.
La España del siglo XVIII era dueña de los mares. España dominaba grandes extensiones de tierra, casi toda América del Sur entre ellas. Necesitaba una flota bien pertrechada para el tránsito de personas, mercancías y el ansiado oro y plata de ultramar codiciadas por las naciones rivales. Y para proteger a estos ciudadanos, a estas riquezas, necesitaba un gran poderío naval.
El navío de esta historia fue protagonista de esta Armada española. El Santísima Trinidad, navío de cuatro puentes. El mayor barco de guerra nunca visto antes, con una tremenda potencia de fuego que hizo temblar a los navíos contrincantes, sus tripulaciones y sus capitanes.
Desde principios de este verano, hay amarrado en el puerto de Alicante una reproducción a tamaño real de este coloso del mar. Viéndolo impresiona y uno se imagina sus batallas y sus victorias. Pero su historia está bien documentada por lo que permite amig@ lector que te la cuente.
el Santísima Trinidad amarrado en el puerto de Alicante
el Santísima Trinidad en el puerto de Alicante
A principios de 1768 el Conde de Aranda presentó al rey Carlos III el expediente de construcción de este barco. El rey le puso el nombre de Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin, en honor de las tres divinidades católicas que estaban reproducidas en un púlpito que tenía en el Salón del Trono. Fue botado en el Arsenal de La Habana (Cuba) en 1769, después de emplear más de dos años en su construcción. Se utilizaron diversas maderas nobles como caoba, júcaro y caguarán, con un alto coste de unos 40.000.- ducados. Todo en él era desproporcionado. Tenía 63 metros de eslora, 17 metros de manga y 8 metros de puntal. Pesaba 4.950 toneladas, tenía una tripulación del 1.160 hombres y llegó a estar armado con 140 cañones.
Conde de Aranda Carlos III
Zarpó en marzo de 1770 en su viaje inaugural. El 12 de abril del mismo año el Santísima Trinidad entraba en la ría de Vigo ante la sorpresa y la admiración de cuantos lo observaban desde las orillas. Su capitán Joaquín Maguna tenía encomendado llevar este barco al Departamento Naval de El Ferrol a cuyo Arsenal llegó el 15 de mayo. De esta travesía atlántica su capitán informó que la derrota del barco caía hacia la derecha al reducir lona, que entraba agua por las troneras de la primera batería con tiempo bravo y que costaba gran esfuerzo disponer el buque en la posición deseada. Se le hicieron unas reparaciones a estos defectos de fabricación antes de partir a Cádiz. Este navío estuvo marcado para siempre por estos problemas para maniobrar y navegar, a pesar de las diversas reparaciones que se le hicieron.
Participó en numerosas batallas navales. Fue buque insignia de la flota española en julio de 1779 durante la Guerra de Independencia Norteamericana al declarar España y Francia la guerra a Gran Bretaña para apoyar a las personas de aquellas colonias. Participó en el control del Canal de la Mancha durante el mismo año. En 1780 participó en la captura de un convoy inglés de 55 barcos. En 1782 era el buque insignia de la Flota del Mediterráneo, participando en la recuperación de Menorca, arrebatándosela a los ingleses (5 febrero 1782); en la captura de un convoy inglés compuesto de 20 barcos mercantes, al mando del Almirante Cord, quien consiguió huir (agosto de 1782). Ante el fiscal de la corte marcial de su país este Almirante, en defensa de por qué había perdido este convoy, manifestó que “no había flota inglesa en condiciones de oponerse a la de Córdoba (Almirante Córdoba)”. Del Santísima Trinidad dijo que “era un demonio marino” al referirse a su artillería, añadiendo que era desigual batirse con el porque “la altura de su borda implicaba que el fuego de la última batería interesaba el aparejo, mientras que el de las otras dos afectaba al casco de su adversario”, manifestando que la única manera de combatir a un barco como este era a través de la superioridad numérica. Después de este éxito el Santísima Trinidad volvió a Cádiz para apoyar el bloqueo franco-español de Gibraltar y participar en el exitoso encuentro en el cabo Espartel con la escuadra de Howe. De 1783 a 1796 el Santísima Trinidad estuvo en dique seco aplicándole diversas modificaciones. Fue botado nuevamente en el verano de 1796 en el muelle de La Candelaria de Cádiz. El rey Carlos IV nombró al Almirante Juan Lángara y al Comandante Orozco al frente de este barco.
Tenían que acompañar a la Flota Francesa con dirección a Canadá, con 40 buques, entre ellos el Santísima Trinidad. Se separaron de la flota gala a la altura del Cabo de San Vicente. El Santísima Trinidad participó en octubre de 1796 en la captura de un convoy inglés de 18 transportes y varios buques de guerra en el Mediterráneo. El ocho de noviembre de 1796 el Santísima Trinidad atracó en el puerto francés de Toulon, junto con otros 50 barcos de guerra, para escoltar la flota del Contraalmirante Villaneuve (unos 20 navíos) que tenía que llegar al puerto francés de Brest. Partieron el 10 de diciembre de 1796 en dirección al Estrecho de Gibraltar. El 14 de febrero de 1797 las flotas inglesa y española se enfrentaron en el cabo luso de San Vicente. El Santísima Trinidad fue cercado y atacado constantemente por barcos ingleses durante dos horas: el Captain, de Nelson (74), el Excellent (74), el Prince George (98), el Blenheim (98), el Orion (74), el Irresistible (74) y el Culloden (74), siendo estos cuatro últimos los que más daño produjeron al Santísima Trinidad que no recibía ayuda del resto de la flota española. Desarbolado, sin poder disparar los cañones y con cuantiosos daños, finalmente vinieron en su auxilio los navíos españoles: el Infante Don Pelayo (74), el San Pablo (74), el Príncipe de Asturias (112) y el Conde de Regla (112). El Santísima Trinidad había estado al borde del desastre. Pudo regresar a Cádiz, al que llegó en un estado lamentable. Después de un corto periodo de paz, con la nueva declaración de guerra con Gran Bretaña a finales de 1804 el Santísima Trinidad estaba en el puerto de Cádiz desarmado, sin pertrechos y dotación. A pesar de esto, por su historial, por los informes de los Almirantes Gravina y Cisneros, que necesitaban de el, el Santísima Trinidad volvió a ser incluido en la Flota española. Se preparaba lo que iba a ser la Batalla de Trafalgar (que contaré otro día en este blog).
cubierta y cañones del Santísima Trinidad en el puerto de Alicante
“Figúrense ustedes cuál sería mi estupor, ¡qué digo estupor!, mi entusiasmo, mi enajenación, cuando me vi cerca del Santísima Trinidad, el mayor barco del mundo, aquél alcázar de madera que, visto de lejos, se representaba en mi imaginación como una fábrica portentosa, sobrenatural, único motivo digno de la majestad de los mares. …/... Pero cuando subimos y me hallé en cubierta se me ensanchó el corazón. La airosa y altísima arboladura, la animación del alcázar, la vista del cielo y la bahía, el admirable orden de cuántos objetos ocupaban la cubierta, desde los coys puestos en fila sobre la obra muerta hasta los cabrestantes, bombas, mangas, escotillas, la variedad de uniformes, todo, en fin, me sorprendió de tal modo, que por un buen rato estuve absorto en la contemplación de tan hermosa máquina” (2).
Una sensación parecida a la de Gabriel la tuvimos mi hijo y yo al subir a la cubierta de la reproducción a tamaño real que hay amarrado en el puerto de Alicante. Sus altos mástiles llaman la atención si tenemos en cuenta, además, la altura de su borda. Desde las tablas de su cubierta el puerto y los barcos parecen más pequeños. Un enorme navío que hace recordar tiempos gloriosos de la historia de España cuando dominábamos los mares y llevábamos allende los mares nuestra cultura, nuestra religión, nuestra lengua.
El Santísima Trinidad fue admirado por todos. Sus medidas exteriores, incluso su decoración interior sobre todo en la popa. Por sus rivales y enemigos. Por los españoles y nuestros aliados. Impresionaba sus proporciones, impresionaba su porte, impresionaba su capacidad de fuego. Su palmarés es inmenso, como su tamaño, hasta que terminó hundiéndose en la batalla de Trafalgar después de sufrir un duro castigo entre varios barcos ingleses que lo atacaron al mismo tiempo. Ya pronosticó el Almirante Cord que esta era la única manera de vencerle (pero esta es otra historia que quiero contar en este blog en otra ocasión).
primer encuentro del Victori (inglés) y el Santísima Trinidad (español) en la Batalla de Trafalgar
Gabriel. Cap I (1), Cap IX. (2) “Trafalgar”, Benito Pérez Galdós
Para saber más del Santísima Trinidad, visita:
http://www.armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/ciencia_museo/
http://www.todoababor.es/articulos/santisima-trinidad.htm
http://www.todoababor.es/articulos/sanvicente.htm
http://www.youtube.com/watch?v=QdJ45SdEDNg
Fotos del Santísima Trinidad del Museo Naval de Madrid:
http://usuarios.arsystel.com/naviost/nst/naval.htm
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