Hace unos días visité - por razones laborales - una ciudad italiana
preciosa, menos conocida que otras como Roma, Venecia ó Florencia, que se
llevan casi todas las miradas del viajante mayoritario, pero no menos
monumental. Parma. Ciudad de mucha historia y mucho arte, en la que tuvieron su
influencia algunos de los protagonistas de la historia de España.
Cuando viajas y escuchas lo bien que se habla de España, de lo que
fuimos y de lo que aportamos en el mundo de la política, de la lengua, de la
literatura, del arte, por algunos de nuestros gobernantes, de nuestros reyes,
de ciudadanos ilustres, te preguntas por qué somos como somos los españoles que
hace falta que sean terceras personas extrañas y extranjeras quienes nos
cuentan nuestras grandezas para creerlo. Muchas veces al viajar te mencionan
semblanzas y acontecimientos, comparas y terminas dando más valor y dimensión a
nuestra historia.
En Parma dejamos huella, de la buena, y contribuimos a hacer grande esta ciudad y esta comarca. Por
ambiciones, por equilibrios diplomáticos y políticos, por influencia
territorial, por derechos hereditarios. Quién sería el rey Carlos III de España
se inició en Parma en sus gestiones de gobierno. Al principio fue más por el
empeño de su madre, la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa del rey Felipe
V, que por su propio interés. En Parma aprendió a gestionar el patrimonio de
sus súbditos, a crecer como líder de su pueblo, a administrar las rentas de su
Ducado. Estos hábitos de gobierno le vinieron muy bien para ser posteriormente
rey de Nápoles y de Sicilia, y después rey de España. Dejó un gran legado en
Nápoles, tanto que aún se añora su presencia y la de sus descendientes en esas
tierras. Una gran flota de embarcaciones de todo tipo le acompañó de Nápoles a
Barcelona y la ciudad Condal lo recibió como rey de España con todo lujo de
honores y festejos. Ya ven cómo cambia la historia por la mala gestión de
políticos mediocres que enturbian su gobierno con decisiones desacertadas que
luego cuesta mucho enmendar.
Parma dio una reina consorte a España, la esposa del rey Carlos IV:
María Luisa de Parma. Una mujer de carácter, con mucha personalidad, tuvo 14
hijos de las 24 veces que estuvo embarazada, entre ellos el que sería rey de
España Fernando VII. Esta reina tuvo mucha influencia en su marido siendo una
de las personas que intercedió para nombrar a Godoy como valido del rey. En
aquella época ocurrieron acontecimientos convulsos en la historia de España con
la intervención de Napoleón, que no perdía oportunidad de satisfacer su
ambición, y con la entrada de su ejército en territorio español después de las
abdicaciones de Bayona. Fernando VII fue llamado "el deseado" por el
pueblo español durante ese periodo que estuvo prisionero en Francia hasta que
volvió a España cuando los liberales derrotaron a Napoleón. También fue
Barcelona una de las ciudades españolas que recibieron a Fernando VII de forma
triunfal después de su "exilio". Y Zaragoza, Valencia, Madrid, … Por
donde iba, el pueblo salía a su encuentro para aclamarlo.
Por las malas relaciones con Fernando VII, Carlos IV y María Luisa de
Parma se exiliaron en Italia. A su muerte, Fernando VII quiso que sus padres
fuesen enterrados en el Panteón de Reyes del Monasterio del Escorial. Fue
Alicante el puerto por donde sus “cuerpos” volvieron a pisar tierra española a
través de unos enormes sarcófagos. Entonces Alicante era el puerto mediterráneo
de Castilla. Llegaron a Alicante el 25 de agosto de 1819 por medio de la
fragata “Napolitana”. Previo a su viaje a Madrid por carretera, se “hospedaron”
en la casa-palacio de los Duques de Maqueda y Condes de Altamira. En su
“Crónica de Alicante (1876)” Viravens y Pastor cuenta que en la mañana del 31
de agosto “se celebró en San Nicolás un suntuoso funeral por los difuntos
reyes”. Ofició Simón López, Obispo de Orihuela, estrenándose ese día la Gran
Misa de Requiem de Francisco Pérez, Maestro de Capilla de esa iglesia.
Partieron a Madrid el 9 de septiembre de ese año, reduciendo el tamaño de las
carrozas que habían de transportarlos porque no pasaban por el estrecho de los
Cerros de Portichol. Menuda falta de previsión, vaya torpeza, que entonces también
se equivocaban por decisiones apresuradas. En los quince días que estuvieron
los regios cadáveres en la capital alicantina hubo una gran afluencia de gentes
de Alicante y los que vinieron de los pueblos comarcanos “para ser testigos de
los suntuosos honores que se tributaron a Sus Majestades y para admirar a la
regia comitiva” - cuenta Viravens y Pastor en su Crónica citada -.
Digan lo que digan algunos para su propio provecho, el pueblo español
quiere reyes, admira su legado, se enorgullece de formar parte de su historia,
de ser los cimientos de esta gran nación centenaria llamada España, envidiada
por muchos pero maltratada por algunos de sus propios ciudadanos.
Ya ven lo que ha dado de sí recordar tiempos pasados de la historia de
España en donde, además, Alicante fue protagonista en un pasaje poco conocido
de los anales de la ciudad y del puerto alicantino.
Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.