Buscando agua para el riesgo
de sus campos sedientos, la encontraron. Y mucho más que eso. No podían
imaginar lo que había bajo sus pies.
Por un pequeño orificio en la
montaña se accedía a las entrañas de la montaña. Un sendero interior junto a un
pequeño riachuelo mantuvo la ilusión de esos agricultores de encontrar un
manantial que diera vida a sus campos de cultivo.
El geólogo valenciano Cavanilles
(autor de “Observaciones sobre la Historia natural, Geografía, Agricultura, Población,
y Frutos del Reino de Valencia”) quiso conocer por sí mismo en 1795 lo que ya
había oído hablar sobre esta cueva, que llamaban de las Calaveras porque una
expedición por aldeanos del lugar en 1768 había encontrado 12 carabelas,
supuestamente porque la crecida de las aguas en su interior los atrapó sin
posibilidades de escapatoria: esta cueva tiene un largo pasadizo que termina en
un pequeño orificio por donde se accede a un lago de agua.
Durante la expedición de 1795
a esta cueva para conocer su extensión, decidieron averiguar si se trababa de
agua acumulada por un manantial y tuvieron la paciencia de hacer ese orificio más
grande y vaciar el lago. Descubrieron que era agua acumulada de lluvia. No fue
el descubrimiento que creyeron encontrar pero era agua que bien podía aliviar su
sed y la de sus campos como así hicieron, aún se usa para el riesgo de bancales
y arboledas de los alrededores.
Pero hay más. Encontraron
restos prehistóricos y fósiles de la flora y la fauna de hace miles de años
descubriendo que esta cueva fue usada para refugio de pobladores desde el Paleolítico.
Como cueva caliza que es
también hay estalactitas (desde el techo) y estalagmitas (desde el suelo), destacando
la que llaman “la campana”. Aunque son menos de las que a mí me hubiera gustado
ver. Con las rocas formando imágenes, gracias a la erosión y al agua, que sólo
la imaginación de cada uno coincide en lo que han visto otros antes ó afirma lo
que a él le parece.
Es una visita interesante.
Siempre lo es entrar en un entorno que tiene miles de años y que lo hicieron su
hogar nuestros antepasados más remotos.
La cueva la recorre un camino
vestido con vigas de madera de ida y de vuelta. El lago y las galerías inundadas de agua no son visitables, salvo con un permiso especial con indumentaria y medios adecuados. Hoy se entra por una gran
apertura (no por el pequeño agujero por donde se descubrió). Un gran espacio
nos recibe con suelo pavimentado que fue polvorín durante la Guerra Civil
española y después lugar de baile para los vecinos de la zona, hasta que la
curiosidad y el turismo le hicieron cambiar su uso.
Está en Benidoleig, en la comarca
de la Marina Alta de la provincia de Alicante.
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