viernes, 19 de enero de 2018

la cueva de las Calaveras en Benidoleig






Buscando agua para el riesgo de sus campos sedientos, la encontraron. Y mucho más que eso. No podían imaginar lo que había bajo sus pies.

Por un pequeño orificio en la montaña se accedía a las entrañas de la montaña. Un sendero interior junto a un pequeño riachuelo mantuvo la ilusión de esos agricultores de encontrar un manantial que diera vida a sus campos de cultivo.










El geólogo valenciano Cavanilles (autor de “Observaciones sobre la Historia natural, Geografía, Agricultura, Población, y Frutos del Reino de Valencia”) quiso conocer por sí mismo en 1795 lo que ya había oído hablar sobre esta cueva, que llamaban de las Calaveras porque una expedición por aldeanos del lugar en 1768 había encontrado 12 carabelas, supuestamente porque la crecida de las aguas en su interior los atrapó sin posibilidades de escapatoria: esta cueva tiene un largo pasadizo que termina en un pequeño orificio por donde se accede a un lago de agua.





Durante la expedición de 1795 a esta cueva para conocer su extensión, decidieron averiguar si se trababa de agua acumulada por un manantial y tuvieron la paciencia de hacer ese orificio más grande y vaciar el lago. Descubrieron que era agua acumulada de lluvia. No fue el descubrimiento que creyeron encontrar pero era agua que bien podía aliviar su sed y la de sus campos como así hicieron, aún se usa para el riesgo de bancales y arboledas de los alrededores.









Pero hay más. Encontraron restos prehistóricos y fósiles de la flora y la fauna de hace miles de años descubriendo que esta cueva fue usada para refugio de pobladores desde el Paleolítico.

Como cueva caliza que es también hay estalactitas (desde el techo) y estalagmitas (desde el suelo), destacando la que llaman “la campana”. Aunque son menos de las que a mí me hubiera gustado ver. Con las rocas formando imágenes, gracias a la erosión y al agua, que sólo la imaginación de cada uno coincide en lo que han visto otros antes ó afirma lo que a él le parece.












Es una visita interesante. Siempre lo es entrar en un entorno que tiene miles de años y que lo hicieron su hogar nuestros antepasados más remotos.

La cueva la recorre un camino vestido con vigas de madera de ida y de vuelta. El lago y las galerías inundadas de agua no son visitables, salvo con un permiso especial con indumentaria y medios adecuados. Hoy se entra por una gran apertura (no por el pequeño agujero por donde se descubrió). Un gran espacio nos recibe con suelo pavimentado que fue polvorín durante la Guerra Civil española y después lugar de baile para los vecinos de la zona, hasta que la curiosidad y el turismo le hicieron cambiar su uso.



Está en Benidoleig, en la comarca de la Marina Alta de la provincia de Alicante. 


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