Las vacaciones de agosto las he pasado en un
chalet rodeado de naturaleza donde no pasa nada. Ideal para relajarse,
desconectar, descansar y estar en familia.
Ha sido un verano diferente por el covid-19 con
poca actividad social, manteniendo la distancia de seguridad y llevando
mascarilla cuando salimos a la calle. Llevarla es un acto de respeto al prójimo
y de seguridad para los demás y para usted mismo, no lo dude. Los datos del
coronavirus corroboran que muchos ciudadanos se han relajado y, por tanto,
vuelven los contagios en masa, uno detrás de otro de forma descontrolada.
Pero ¿cómo que aquí no pasa nada?, sí que pasa.
Con un hijo adolescente pasan muchas cosas y no porque sea irresponsable sino
porque no para, es hiperactivo. No nos aburrimos, se lo garantizo.
Si que pasa con la fauna de aquí y de allá que
este año se ha multiplicado. Sí que pasa con las aves que rondan este
territorio. Con el confinamiento ganaron terreno y lo manifiestan con sus
piadas, algunas como las urracas que vocean de forma desmesurada. Han venido
para quedarse y lo reivindican. Aun así, echo de menos a los gorriones, esos
pajarillos que antes abundaban por estos lares y que ahora no se les ve, dicen que son culpables de esto las tórtolas y las ardillas que se comen sus huevos.
Si que pasa, el jardín se llena de flores. Vaya
si pasa. Florecen a pesar del tremendo calor. A unas les cuesta más que a las
otras, como a los rosales, pero ahí están dando color y vida al jardín. Los Hibiscos,
de flor blanca; las de las yucas, impresionantes, escalando el cielo; o las
flores blancas gayson, popularmente llamadas flor de lirio araña blanca, que
salen cada dos años; las de la buganvilla, galán de noche o jazmín; ….
Sí que pasa, con las reuniones familiares. Bajo
estos arcos, mi cuñado Jose Vicente nos deleita cada domingo con una receta de
arroz, cuál mejor. Y nos reunimos alrededor de una mesa donde el vino turbio
gallego ó el Marina Alta de Bocopa corre de vaso en vaso mientras la
conversación surge y se multiplica entre todos.
Sí que pasa porque la vida corre y recorre el pasado y el presente, recordando los que marcharon a su eterna travesía, y emprendiendo nuevos momentos mientras nuestro reloj particular no se pare. Eso es.
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