Alicante tiene muchas cosas
que no tienen otras ciudades y que no le pueden quitar. Su luz inmaculada. Sus
dos castillos. Por poner sólo dos ejemplos.
Pocas ciudades tienen dos
castillos. Es el de Santa Bárbara es el que se lleva la fama. Y tiene sus motivos.
Es el más antiguo de los dos, el más ambicionado por todos y el que sufrió la violencia
de los cañones enemigos. Porque el de San Fernando, el otro castillo de Alicante
nació para la guerra, pero sirvió para la paz. Construido sobre un monte de
baja altura, el desarrollo urbanístico durante el pasado siglo casi lo ha
ocultado a muchos alicantinos que quizá no saben de su existencia.
El castillo de San Fernando
se construyó con prisas para fortificar la zona norte de la ciudad y defenderla
de un posible ataque - por tierra o por mar – de las tropas francesas de
Napoleón en la guerra de independencia española. El Ayuntamiento se lo encargó
al ingeniero Pablo Ordovás en 1809. Le pusieron por nombre San Fernando en
honor al del rey Fernando VII cuya Corona se defendía en la guerra mencionada.
Se edificó en el monte Tossal
sobre suelo privado, no había tiempo para discusiones, era el lugar elegido.
Luego terminada la guerra el Ayuntamiento adquiriría el suelo a sus
propietarios. Todo el que pudo colaboró en su construcción. “Para hacer las
fortificaciones, tan necesarias a la defensa de la plaza, los alicantinos,
excitados por el Ayuntamiento y por el Gobernador, facilitaron, unos, recursos
pecuniarios, otros, sus caballerías, carros y galeras para el acarreo de
materiales, y hasta los pobres jornaleros se ocupaban en aquellas obras,
figurando los eclesiásticos, frailes, nobles y comerciantes como capataces de
las cuadrillas de obreros tan patrióticamente organizados”, según cuenta el periodista
Fernando Gil en su libro “Crónicas Alicantinas”. Todos a una. La unión hace la fuerza, ya sabe.
Más fortaleza que castillo, tiene
un baluarte poligonal geométrico en el frente septentrional, y otro redondeado troncocónico
en su extremo suroeste. Fue artillado, se construyeron unos cuarteles para la
tropa, pabellones para jefes y oficiales, almacenes, aljibes, …
No hay constancia que entrara
realmente en combate, pero sí sirvió para disuadir a las tropas napoleónicas de
invadir la ciudad. Cuando llegaron el 16 de enero de 1812 a las cercanías de la
ciudad al mando del General Montbrun vieron que estaba mucho más fortificada y
protegida de lo que esperaban. Se instalaron en el Llano de los Ángeles. Después
de disparar algunos de sus cañones desde el alto de los Capuchinos, solicitaron
la rendición de Alicante. Fueron respondidos con una descarga de artillería
desde el bando fernandino. Y esta por lanzamiento de granadas por el ejército
francés. En poco más quedó la cosa bélica, al amanecer del día siguiente los
franceses se dieron la vuelta y volvieron por donde habían venido. Así nos lo
cuenta el Cronista Viravens. Pusieron la excusa de que Napoleón necesitaba esas
tropas para otros menesteres, en concreto el frente en Rusia, nada menos. Ya le
conté en una de mis crónicas en este periódico que Alicante no fue invadida por
el ejército napoleónico.
Sí hay dos acontecimientos destacados
que ocurrieron entre sus muros. El 16 de julio de 1812 se izaba la bandera de
Alicante desde lo más alto de la fortaleza al promulgarse y jurarse allí la Constitución.
Fue su primer acto oficial. El otro acontecimiento, que ondeó también la bandera
de la ciudad, fue cuando unos años después el 5 de octubre de 1821 a Alicante
se le concedió la categoría de capital de la provincia de su mismo nombre.
El castillo se proyectó
originariamente con una puerta de acceso con orientación al mar después de una larga
rampa en zigzag que subía desde la base del monte hasta la cumbre. En la
puerta, una columna a cada lado está coronada por un león labrado en piedra.
En su lado contrario o parte
trasera hay un foso que recorre desde su frente y por parte de sus lados hasta estar
la fortaleza protegida por el vuelo de la muralla y por el torreón. Hasta hace
unos años había una puerta y un puente sobre el foso que se derribó en su
última restauración, al parecer no era su planeamiento original. En estas obras
se descubrió que la grieta del torreón no era debido a un error de construcción
como siempre se había creído.
Actualmente la puerta de
acceso está cerrada con una de barrotes de hierro y un candado. Sólo con
visitas guiadas y concertadas previamente es posible visitarlo e imaginar desde
dentro lo que pudo ser, lo que pudieron pensar los soldados cuando veían
acercarse a las tropas enemigas y la satisfacción en su semblante cuando los
vieron marcharse sin derramamiento de sangre en sus filas.
También fue cárcel, otra
forma de aprovechar este espacio. Muchos usos se han propuesto para utilizar
estas dependencias, pero ninguna ha fructificado suficiente. Deje que proponga
otra, a ver si esta vez tiene más suerte la iniciativa. ¿Por qué no se instala
allí una concejalía o una consellería, incluso un retén de la policía local,
junto
con una sala de exposiciones, conciertos, …?, le daría vida a esta zona, también
seguridad por instalarse allí despachos y oficinas, y con todo ello habría tránsito
de personas. Todo contribuiría a ponerlo en valor, y no estar cerrado a cal y
canto hasta que otra vez se deteriore tanto que haya que remodelarlo de nuevo. Pues
eso.
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