martes, 24 de noviembre de 2020

Olleta de blat, en tiempos del coronavirus

 


Cuatro cosas han ocurrido hoy que me llena de orgullo y de satisfacción, cuatro cosas importantes que llenan una vida cuando la compartes. Superamos al miedo, ya verán por qué. Buscamos nuestros queridos colores de otoño, ese que todos los años nos dan tanta energía y que este año no podían faltar en uno de nuestros recorridos tierra adentro. Disfrutar de nuestra gastronomía donde nace con nombre propio, es singular. Y todo, sobre todo, en familia. Cuántas cosas nos contamos cuando el encuentro es improvisado y cuando el entorno anima a la tertulia.


Hemos superado esa aprensión de comer lejos y fuera de casa que teníamos por protegernos del “bicho”, ese gran enemigo invisible que está ahí fuera al acecho para atacar a quien tenga más a mano. Y quien sabe, quien se pone a tiro. Pero no, esa incertidumbre no puede doblegar nuestra necesidad de relacionarnos, de emprender nuevos caminos.



Por las fechas, porque es noviembre, necesitábamos tirar al monte y buscar colores de otoño. Vamos al valle de Guadales. Sabemos que allí las montañas se visten mayoritariamente de pinos y de árboles de secano como el almendro o el olivo, pero cerca de los riachuelos que bajan de las fuentes de la Aitana hacia el embalse del mismo nombre que el valle hay olmos de altas copas cuyas hojas se colorean de oro, de naranja, de ocre. Y otros árboles, como las moreras, que los imitan. Algunas hojas ya caídas hacen una alfombra natural dorada que cubre el terreno árido de este lugar.



Una excursión montañosa por asfalto, por tierra, deben tener un premio, con ese alto en el camino necesario para el estómago y el espíritu. Y bien viene hacerlo en un sitio elegido por las tantas veces que hemos ido, por las tantas que nos han hecho disfrutar de lo mejor de su casa y de lo más preciado de su cocina. Me refiero a La Venta de Benifato. Antaño fue amparo y auxilio de viajeros en el largo y tortuoso tránsito de mercancías entre Alcoy y Villajoyosa, entonces un vasto y estrecho camino que se abría paso entre la maleza. Camino que buscaba el mar a través de la falda de la sierra Aitana. Todo evoluciona y aquella venta es hoy un restaurante en toda regla. En los fogones de su cocina se elabora probablemente la mejor olleta de blat del valle de Guadales. Este día añadimos a esa elección caldo con pelota, después de frutos del mar y unas cocas. Y de postre, dulce, una memorable tarta de manzanas. Oscar y su familia han hecho de esta Venta un lugar de culto en la gastronomía en la montaña alicantina. Además de un lugar de sosiego extraordinario. En su carta hay platos tradicionales y otros que no lo son tanto, con carnes a la brasa para todos los gustos. Lo mejor, es probarlo. Que les voy a contar yo, que para mi familia y para mí es nuestro restaurante de referencia en este valle.




La familia, una de esas cosas que menciono al principio. Que grande es estar reunido en familia. Y cuánto nos contamos cuando improvisamos, cuando estamos a gusto. No cambiamos el mundo para bien porque no nos dejan, que si no…. Tenemos la suerte que nos vemos todos los días en casa, aunque cada uno va a lo suyo y después nos reunimos casi siempre alrededor de la mesa. Aquí en la Venta esa magia se multiplicó este día. Y la palabra fue libre y resuelta en cada frase. Y es que es nuestra “casa” de este valle por lo a gusto que estamos allí. El tiempo ha pasado por todos, pero que bien que pase. Pues eso.

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