Decía el colombiano Gabriel García Márquez en una entrevista, ya consagrado como escritor, que “ahora entiendo por qué los abuelos contaban cuentos”. Y añadió que “cuando quiero escribir algo es porque siento que merece ser contado. Más aún, cuando escribo un cuento es porque a mí me gustaría leerlo”.
Qué grande es contar
historias, narrar experiencias reales o fruto de la imaginación, invitarte su
autor – sin hacerlo expresamente – a trasladarse a otros mundos con su
narración, a ser espectador o protagonista de historias ajenas, mutarte como
héroe o como villano según te plazca y vivir de forma literaria otra dimensión de
sucesos que otro cuenta cuando tienes su libro en tus manos.
Guillermo Roz, escritor
argentino, estuvo en Alicante el pasado 15 de febrero acompañado del periodista
Jordi Sánchez Navas. Invitados por el Rotary Club Alicante Costa Blanca en su
reunión del medio día y por la Universidad de Alicante por la tarde. Cuando Guillermo
pisó esta costa por primera vez hace unos años sintió que volvía a su tierra,
“a España, la madre patria, mis abuelos emigraron desde Galicia. Soy contador
de historias, vine al origen de la historia”. Unos amigos le llevaron a San
Juan de Alicante. En la playa, un día soleado, el cielo azul, la luz
inmaculada, el mar tranquilo y transparente, comparó esta orilla – sin proponérselo
- con un Manhattan playero ó con el Miami de altas palmeras. Quedó
impresionado. Prometió volver aunque Madrid era su destino.
En el Club Rotario Alicante
Costa Blanca, cuyos socios reivindican la solidaridad de todos para todos para
hacer de este un mundo mejor y que invita a su mesa a lo más granado de la
sociedad para compartir experiencias y estar informado, Guillermo habló de
“Malemort y otros viajes literarios”. Un recorrido por sus obras y su
experiencia literaria.
Guillermo se definió a sí
mismo como “emigrante, argentino, publicista, vegetariano y escritor”.
Guillermo quiso cumplir un sueño: se propuso ser escritor en la capital de
España. Lo dejó todo atrás porque sí, de forma voluntaria, sin dramas ni
persecuciones, sólo con la convicción que quería vivir en España como escritor.
No se imaginaba lo que le esperaba. Sin padrino, sin editor, lo pasó realmente
mal. Los inicios son siempre duros, mucho más si estás lejos de casa, sin saber
dónde ir si la adversidad se ceba sobre ti. Pero esto no le rindió sino que le
hizo más fuerte para alcanzar su objetivo.
Estaba convencido. Comprobó
cómo su imaginación llenaba de palabras las hojas en blanco, cómo sus ideas
fluían unas detrás de otras sin premeditación, sin un orden establecido. “Cuando
la narración de una aventura te lleva a otra, y ésta a otra, y así
sucesivamente, es cuando te crees que eres escritor”.
Le descubrió una agencia
literaria y desde entonces el éxito le ha acompañado. Su talento triunfa en
Madrid y en otros lugares de la geografía española. Es un verdadero
superviviente ante la adversidad.
Como Malemort, protagonista
de su tercera novela, que “entregó su vida a construir un sueño”, teniendo en
cuenta que “no sospechamos ni de lejos cuál es el espectáculo que el camino nos
reserva”, Guillermo Roz está construyendo el suyo.
Su vocación, su empeño, su
fuerza de voluntad, su esfuerzo para conseguir su meta tan anhelada, va
teniendo su recompensa. Escritor de ficción con novelas tituladas “Les ruego
que me odien”, “Tendríamos que haber venido solos” y “Malemort, el impotente”,
ha ejercido el periodismo cultural, colabora en España con El País Semanal y el
Universal de México, realiza Talleres para escritores y colaboraciones en
Universidades. Y en mayo publica su cuarta novela.
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