domingo, 20 de abril de 2014

recuerdo desde un lugar del Mediterráneo


Desde un lugar del Mediterráneo, junto a unos geranios en flor, el mar y un velero en el horizonte, el rumor de las olas cuando acarician la orilla con su espuma, en una hamaca con un libro en las manos y la imaginación corriendo por la mente.


Sonríe. Mientras lee recuerda una escena familiar. Entre sus manos tiene la novela “La sonrisa etrusca” de José Luís Sampedro. En un momento de la narración un hombre mayor, ya entrado en años, con toda una vida hecha, conoce a su nieto de 13 meses por primera vez. Su hijo se disculpa por no haberle puesto su nombre a su primer hijo: “Perdone, padre; ya sé que al primero se le pone el nombre del abuelo y yo quería Salvatore, como usted; pero Andrea tuvo la idea y se empeñó el padrino, mi compañero Renzo, porque Bruno es más serio, más firme, … Perdone, lo siento”.

Cuando lee esta escena recuerda un momento familiar similar. Cuando tuvo su primer hijo su padre, abuelo paterno del niño, quiso que lo llamara Pascual, como él; y su suegro, abuelo materno, Pepe, como su nombre. Complacer a los dos era imposible. Barajaron varios nombres y, al final, su mujer y él le pusieron Carlos. Pero se quedaron con cierta preocupación pensando cómo reaccionarían su padre y su suegro cuando se enterasen.

Volviendo a la novela de Sampedro, este sigue narrando su escena cuando Salvatore contesta a su hijo. “¡Qué sentir ni qué perdón. ¡Pero si estoy gozando; le habéis puesto mi nombre!. Tú tenías que saberlo, Renato, que los partisanos me llamaban Bruno. ¡Salvatore me lo pusieron, quien fuera; Bruno me lo hice yo, es mío …”.

La escena de esta novela se repitió en casa de Carlos. Cuando a Pascual le dijeron que su nieto se iba a llamar Carlos puso cara de sorpresa y dijo: “¡Pero si le habéis puesto mi nombre … ¡ Yo me llamo Pascual Manuel Carlos María … “ Y Pepe manifestó: “¡Y también el mío!. Aunque todos me llaman Pepe, mi verdadero nombre es José Carlos”. Y se zanjó el tema con unas sonrisas y algunas anécdotas de la infancia de cada uno.

Este recuerdo le viene a la memoria un domingo de resurrección, relajado, mirando al mar desde una atalaya privilegiada, en un rincón que a su padre le encantaba estar y desde el que dedicaba largas horas de lectura desde su tumbona con un libro entre sus manos y miradas furtivas a ese azul del mar que llamaba su atención de vez en cuando. Un recuerdo de su padre en un día tan especial en el que muchas cosas resucitan de nuevo, con esta mirada a un pasado no muy lejano. Y un velero en el horizonte con todas sus velas desplegadas que se recorta sobre el azul del cielo y del mar.


LA FOTO ES DEL AUTOR DE ESTE BLOG


1 comentario:

Maru dijo...

Toda la comida del mediterraneo es fabulosa. Visite varios lugares cerca de allí y quedé encantada. Lo que más me gusto fueron los Hoteles en Peñiscola por su vista y su atencion

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