martes, 17 de febrero de 2009

un pintor alicantino en la Corte del rey Fernando VII

Cuarenta y cinco años después de su nacimiento (nació en Alicante, el 14 de diciembre de 1770), después de aprender nuevos conocimientos por diversas Academias de Bellas Artes de Europa: San Fernando, en Madrid (1792); la de París (1798) y en la de San Lucas, de Roma (1807) y de realizar diversas obras, escribió al rey Fernando VII solicitándole ser uno de sus pintores de Cámara.
retrato de Fernando VII en un campamento, con bicornio bajo el brazo, fajín de general, banda de Carlos III y del Toisón de Oro. Pintado por Francisco de Goya. Museo del Prado (museo que fundó este rey) en Madrid.

Josef Aparicio Inglada empieza a tener éxito reconocido como pintor a partir del I Premio “de primera clase” de la Academia de San Fernando de Madrid en 1796. Tras este premio, el rey Carlos IV le pensiona en París para continuar sus estudios. “ A partir de aquí el estilo, la temática, los asuntos que intervienen en la obra de Aparicio son totalmente historicistas, aduladores y de merecer los plácemes de la Corona ”, en palabras de Adrián Espí Valdés. Es de estas fechas “Godoy presentando la paz a Carlos IV”.

En París conoció a Jaques-Louís David, maestro afamado del neoclasicismo, gran dibujante, escenógrafo de momentos ampulosos y grandilocuentes. Por el estudio de este pasaron artistas españoles como Madrazo, Juan Antonio Ribera, el escultor Alvarez Cubero y Josef Aparicio. Según Gaya Nuño, “Aparicio tomó de su maestro francés el sentido constructivo y lineal de sus composiciones, y buena parte de la temática clásica”.

En 1806 pinta “La fiebre amarilla de Valencia”, cuadro expuesto en el Museo Napoleón, de París, en el que se presenta melodramático en sus escenas. Esta pintura es el preámbulo de un cuadro grandioso que pintará después: “El hambre de Madrid”.

En Roma pinta “El rescate de los cautivos en tiempos de Carlos III”, obra alabada por los periódicos de entonces. Fue expuesta en la Chiesa Della Rotonda, concediéndole el nombramiento de Académico de San Lucas, comparándolo entonces con Velázquez, Ribera y Murillo.

En Roma le solicitaron jurar fidelidad a Jose Bonaparte como rey de España (después de la invasión del territorio español por el ejército de Napoleón). Al negarse a hacer este juramento fue apresado junto con otros artistas españoles becados residentes en Roma y conducidos al castillo de Sant´Angelo, por lo que fue considerado prisionero civil en la época fernandina.

Después de su liberación regresa a España en 1815, desembarcando en Barcelona el 21 de mayo. Se instala en Madrid. Junto con otros pintores, pasa a formar parte de la Corte como pintor de Cámara en agosto de 1815, al servicio del rey Fernando VII, con el estipendio de 6.000.- reales. Es la época en la que termina “Las Glorias de España”. Con esta obra comienza una serie de grandes cuadros con temas patrióticos. En 1818 se le nombra Académico de Mérito de San Fernando.






Las Glorias de España
Mientras es maestro del Infante don Francisco de Paula, pinta “El hambre de Madrid” (1818): la constancia española y el carácter de un pueblo que rehúsa el sustento de sus opresores. “ Llega a cotizarse por aquél entonces más que la Redención de Breda, de Velásquez”, nos cuenta Salcedo Ruiz en su Historia de España. Cuando este cuadro es mostrado en la Academia de San Fernando y lo visita el todo Madrid, miembros de la Corte y la Familia Real, es aplaudido por todos. Y alabado por los poetas:



“Sólo estaba reservado,
Aparicio, a tu pincel
hacer un retrato fiel
del amor más acendrado;
pues en tu cuadro, expresado,
se ve con admiración
que la española nación,
guardando a Fernando ley,
prefirió, antes que otro rey,
el hambre y la desolación”.


El hambre de Madrid


En este contexto, sabiendo de la estima que la corona tiene con este pintor alicantino, el Ayuntamiento de Madrid le encarga un cuadro, que se titulará “El desembarco de Fernando VII en la Isla de León de Cádiz”. Lo termina en 1827. Una vez terminado, este Ayuntamiento se lo regaló al rey. Este cuadro es un óleo de grandes proporciones: 4,62 x 7,30. Es una larga galería de retratos en la que destacan el rey, su esposa y demás miembros de la Familia Real.

El Desembarco de Fernando VII en la isla de León en Cádiz, reproducción de una miniatura (el cuadro original se quemó en un incendio)


Con estos lienzos y con otros, Aparicio logra lo que se había propuesto: estar al servicio del rey, contar sus glorias, tener la vida cubierta de gracias.

La Real Academia de San Carlos, de Valencia le reconoce Individuo Académico de Mérito en 1829, por lo que estuvo en esta ciudad dos meses del año siguiente. En 1835 es condecorado con la Cruz de Prisionero Civil. El 27 de febrero de 1836 se le clasifica por una real orden como cesante, con un sueldo de tres mil reales anuales. Fallece el 6 de marzo de 1838 en Pozuelo de Alarcón, donde se había trasladado desde Madrid por prescripción facultativa después de una pulmonía.

Aparicio, contemporáneo de Goya, de Bayeu, de Mengs, de López, de Mella, de otros pintores palaciegos, no quiere parecerse a ninguno y crea su estilo propio. Además de sus obras de pintura histórica, también es pintor de retratos de la élite política y aristocrática, así como temas bíblicos. Según Ramírez Domínguez, su estilo es académico, buen dibujante, frío, con exageraciones grandilocuentes y patrióticas.


Obras consultadas:

La España de Fernando VII, de Angel Martínez de Velasco

Las Artes Plásticas Alicantinas durante el siglo XIX, de Adrián Espí Valdés


1 comentario:

Anónimo dijo...

Extraordinario Paskki. No hay tema que se te resista. Saludos.

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