Para unos es un misterio,
para otros existen debido a una superstición, para algunos no era más que un
elemento decorativo. Para todos, se utilizó en las tuberías de las fachadas de casas
al principio del siglo pasado y ahí siguen imperturbables al paso del tiempo.
Lo que sí son es una
curiosidad. Y sabemos quién las hizo porque en muchas de ellas dejó huella la
fundición que las puso por lo que conocemos al culpable, si me permite
definirlos así, como si se tratara de uno de los protagonistas del misterio de
una novela policiaca. Me refiero a las caras del agua que “adornan” muchas
tuberías o canalizaciones externas de las fachadas de inmuebles que fueron
construidas hace casi un siglo o más.
Son esas tuberías de hierro
fundido que servían como sistema de canalización de las aguas pluviales. Estas
canaletas recogían el agua de lluvia impidiendo que se desplazara por las
fachadas de los edificios donde estaban instaladas para evitar que causaran
humedades y otros desperfectos.
También se ponían en las
tuberías cara vista por donde corre el agua limpia para las duchas o las
cocinas afirmando siempre que esta agua sirve para la higiene corporal y para el
puchero. Y para beberla, que nos dicen los nutricionistas desde hace décadas que
es bueno para la salud e imprescindible para el tránsito intestinal.
Deje que le cuente otra
curiosidad sobre al agua. ¿Sabía que en España no fue potable hasta principios
del siglo XX y que por eso no era recomendable beberla? Así fue, era sustituida
por el vino, que saciar la sed era lo primero.
Pero permita que vuelva con
las caritas del agua, de ángel, de niño, o de algo menos de adolescente. Miran
hacia fuera espantando los malos espíritus. Así lo creyeron muchos y así los
dejan hoy otros por si acaso, que no hacen mal a nadie. Y si es verdad, pues
eso, que es una barrera para que lo malo quede fuera de la casa. Bienvenido sea
a quien se le ocurrió tan buena idea. Que el hogar ha de ser el lugar apropiado
para el sosiego de sus habitantes.
Le invito a que busque las
caras del agua. Pero fíjese donde pisa, no tropiece y se caiga al suelo por
culpa de esta distracción. Hay muchas. Pequeñas, más grandes, redondeadas, imberbes,
a mitad camino de la tubería o cerca del codo de la misma. Fíjese en las
fachadas de las casas antiguas, es fácil que encuentre alguna.
En Alicante las encontrará en
el “barrio”, en edificios antiguos que han perdurado a la piqueta urbanística y
a la ambición humana, que de todo ha de haber en la viña del señor. También en
otras ciudades como Valencia o pueblos como Alcoy, Campello o Jijona.
Por contárselo todo le diré
que quien las encargaba podía elegir la carita que había que poner en la
tubería porque según el modelo le protegía más de un mal que de otro, que para
gustos cada uno sabe los suyos. Y eran las fundiciones las que se empeñaban en
complacer a sus clientes como la alicantina Tomás Aznar e hijos, la alcoyana
José Rodes o las valencianas Vicente Ferrer Ballester o Baltasar Gens.
Ya sólo le queda fijarse, o
buscarlas, seguro que alguna vez ha pasado por delante de alguna y al no mirar,
no se ha dado cuenta.
Esta crónica fue publicada con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Plaza el 17 de junio de 2024 con el título "¿Conoce las caras del agua?"
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