Cuando a uno lo invitan a una
capea lo primero que piensa es que se va a poner delante de una vaquilla y
detrás de un capote o una muleta, y lidiar al morlaco como pueda. Claro que
también piensas que uno no está para revolcones, caso de producirse, y que de
donde mejor se ven los toros es desde la barrera. Pero deje que no adelante
acontecimientos y le cuente esta aventura desde el principio.
Nuestro destino fue la
Dehesilla El Burguillo. No veas lo que nos costó llegar por las fuertes
tormentas de los días anteriores. La lluvia se llevó por delante parte del
camino. El conductor del autobús hizo una conducción magistral en algunos
tramos, todo hay que decirlo. Al llegar a la casa solariega de esta finca,
Araúz de Robles, dejaríamos el autobús para subir en los remolques de grandes
tractores, no había ese día otro medio de superar el barro y los desniveles. Y
tampoco estaba tan mal, me recordaba safaris fotográficos de otros lares,
aunque aquí no se trataba de ver fieras salvajes. Pero no se confíe, que a un
toro bravo de lidia en plena Sierra Morena también hay que tenerle respeto a
pie de tierra, no lo dude.
Nos recibió Javier, un
abogado del estado de Madrid y ganadero taurino en tercera generación.
Implicado, nos enseñó su casa, capilla, sillas de montar, … Estaba claro que
disfruta contando sus posesiones, su afición y el resultado del empeño de
mantener una industria ganadera como la suya.
Lo primero que nos dijo fue
que tendríamos que ponernos delante del toro, bien cerca cuando fuera preciso y
a distancia cuando las circunstancias lo obligaran. Sin olvidarnos que un toro
bravo también es un animal salvaje, hay que tenerlo en cuenta. Y eso hicimos.
Primero con vacas bravas andando muy cerca de ellas. Luego vimos una manada de toros correr delante de nosotros, unos metros más allá, tan sólo. Es emocionante
sentir cómo temblaba la tierra, y el sonido de los cascos de los caballos y de
las pezuñas de los toros. Es todo un espectáculo.
Después ya no bajamos del
remolque, que la cosa no estaba para sustos. Delante de nosotros dos toros
bravos se peleaban para ser el líder de la manada. Esto que vemos en las
películas o en reportajes de TV2, lo teníamos delante. Y no estaban jugando,
vaya. Se cornean con saña. Uno tenía que perder, y el otro ser el jefe, hasta
que llegara otro rival más fuerte con la misma intención. El mundo animal, ya
sabe.
Aunque algunos humanos
también lo hacen, pero de otra manera. Hasta que no consiguen el poder, no
paran, y cuando lo tienen, no lo quieren dejar. Usted me entiende. Con pocas
palabras basta.
Posteriormente, en otro
cercado, vimos los toros bravos muy de cerca. Desde arriba, en el remolque,
también impresiona. Desde sus monturas Javier y el mayoral impedían que se
acercaran demasiado. No le diera a un toro por saltar como hace alguno en las plazas
de toros del coso a la grada, aunque a veces no pasan del burladero,
con el espanto del público y el susto de las cuadrillas de los toreros.
Javier nos guardaba una
sorpresa. Bajamos al río Tumbar. Allí nos esperaban unas canoas para ver desde
el lecho del río cruzar los toros en estampida de un lado al otro. Impresiona
verlos venir, entrar en el río con mucha velocidad y seguir trotando hasta
percibir que unos humanos les observan desde muy cerca flotando en el río en
embarcaciones pequeñas. Cuando los toros se acercan curiosos, el que los ve venir queda
impresionado. Los miran y, al rato, vuelven a sus tareas. Pastan hasta
volver a cruzar el río en sentido contrario, animados a hacerlo por Javier y el
mayoral a caballo. Espectacular verlos correr delante de nosotros.
Llega el momento de la capea,
pero antes tomamos un aperitivo abundante donde destaca el huevo frito con
sobrasada, qué bueno. En el coso, desde la grada, se ve como la vaquilla entra
como un tren sin frenos. Demuestra la casta y su bravía. Le baja los humos un
picador a caballo, sino sería imposible torearla. David Hermoso – un novillero en
fase promocional - y Juan Alberto hacen los primeros lances. David ya se ha
estrenado en una corrida de toros con picadores, Juan lo desea y se entrena
para eso. A ambos se les ven maneras. Son valientes y se arriman como lo haría el
torero Manolete o lo hace José Tomás. Les queda mucho que aprender, pero es un
buen comienzo no tenerle miedo al toro, aunque sin perderle el respeto.
Después de los novilleros,
llegará el momento de torear a algunos de nosotros. El que se atreva. Yo elijo
ver el toro desde la barrera y hacer fotos para luego contarlo. Pero hay otros
que no piensan mucho que ponerse delante de un toro, o de esta vaquilla,
tiene sus riesgos. Y la torean, como pueden, entre risas y aplausos. O esa es la
intención, ya me entiende.
Terminará la jornada con una
garbanzada exquisita, además de una carne de toro cocinada durante varios días
que despierta pasiones lo buena que está. Al final es el flamenco y unos bailes los que terminan un día inolvidable. Todo organizado por Unit
Correduría de Seguros durante su Convención anual.
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