En uno de esos pocos días en
los que el sol se oculta en la costa mediterránea y da protagonismo a las nubes,
visitamos la Torre de la Horadada. Un día que además hay polvo suspendido del Sáhara que da un color marrón a la luz. Frente a la Torre, el mar es un espectáculo. El
mar revoltoso y travieso juega con el viento y las olas cuando se acerca a la
costa.
La Torre se distingue por su
ubicación para dar sentido a su destino originario: ser vigía ante de la
llegada de embarcaciones enemigas que asolaran estas tierras para desgracia de sus
habitantes. Y por serlo, destaca por su tamaño, por su redondez, por su altura,
por su capacidad de albergar tropa.
Las torres vigía se
construyeron en la costa mediterránea española a partir del siglo XVI. Eran construcciones
militares para vigilar el horizonte del mar y dar aviso de la existencia de
barcos de los piratas berberiscos que asolaban estas tierras. Alertaban de su
presencia para que los pobladores de esta costa se preparasen para la guerra y
protegiesen sus bienes. El peligro era que desembarcaran en la costa para
asolar y saquear las poblaciones que encontraran a su paso, fueran
asentamientos urbanos o rurales. No tenía freno con nada ni con nadie, esa era
su avaricia.
Fue el Rey Carlos I quien
ideó este sistema defensivo a través de torres vigía en la costa mediterránea,
aunque fue su hijo el Rey Felipe II quien construyó la mayor parte de ellas durante
su reinado.
En 1568 Felipe II encargó a
su consejero Vespasiano Gonzaga que inspeccionara la costa y elaborara un
proyecto para la construcción de las fortificaciones del Reino de Valencia.
Para esta tarea le acompañó Juan Bautista Antonelli, prestigioso ingeniero
militar. Fue el que proyectó esta Torre. De planta circular, gruesos muros, con
alzado de forma de talud de tal manera que los muros son más anchos en su base
y van disminuyendo progresivamente hacia arriba hasta la parte superior.
En 1591 comenzó la
construcción de esta Torre cuyos trabajos fueron dirigidos por Cristóbal
Antonelli. Tenía dos pisos para servir como alojamiento de la tropa, para
almacén del armamento y munición, así como para los víveres. Una escalera de
piedra comunicaba los pisos y daba acceso a la azotea donde estaba la garita
desde donde se vigilaba la costa. Se entraba a la Torre por una puerta situada
a mucha altura desde el suelo a la que se le añadía desde dentro una escalera
para acceder a ella.
Desde la torre se vigilaba la
costa por varios soldados. Si avistaban naves enemigas en el horizonte, se
comunicaban con las torres vigía más cercanas mediante fuego, columnas de humo,
toques de campana o a cañonazos. A su vez, había un oficial a caballo que recorría
la costa para vigilar aquellas zonas que no se podían ver desde la torre. Cuando
este comunicaba a la Torre que no había desembarcado el enemigo aprovechando la
oscuridad de la noche, se indicaba con una señal desde lo alto de la misma a
labradores, pescadores y demás habitantes de la zona para que continuaran con
sus labores cotidianas.
Con el reinado de Carlos III
se restauraron algunas de estas torres vigía utilizando como comunicación el
telégrafo de banderas, sistema que se usó hasta mediados del siglo XIX.
A finales de ese siglo la
Reina Isabel II vendió esta Torre en pública subasta. La compró Enrique
Fulgencio Fuster y López, Conde de Roche. Fue quien construyó en 1884 la casa
adosada como residencia de verano.
A partir de 1995, la Torre
Vigía de la Horadada está inscrita en el Registro General de Bienes de Interés
Cultural del Patrimonio Histórico Español.
Por la titularidad de su
propietario la playa que está a los pies de la Torre se llama de la del Conde. Esta
ya no se usa como vigía, pero sigue estando en un lugar privilegiado, con el
puerto deportivo a su estribor y la playa a su babor mirando al mar de frente. Ese
mar que le dio sentido y al que acompaña todos los días desde su atalaya.
Para saber dónde está la Torre de la Horadada, pincha este enlace
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