¿Cómo qué los toros no
son cultura? Quien haya hecho esta afirmación no ha leído a Lorca, Alberti,
Ortega y Gasset, Manuel Machado o Hemingway, no ha visto películas de Berlanga
o Almodóvar, ni cuadros de Goya o Picasso, donde los toros y los toreros son
héroes de esa acción. Basta echar la
vista atrás y ver los orígenes del toreo, allá por los años 2.000 a. C, nada
menos, cuando en la isla de Creta tentaban al toro y luego lo saltaban con gran
audacia y valentía. Son muy bellas las pinturas que lo representan en el
palacio de Cnosos. De entonces a hoy ha evolucionado mucho, sin menospreciar
aquellos inicios sagrados, y alabar a las actuales maneras taurinas.
Basta observar la
historia de España y encontrar bellos pasajes donde el arte del toreo es
protagonista. La primera corrida narrada ocurrió en el año 1.128 en Saldaña
(Palencia) durante la boda del Rey Alfonso VI de Castilla y Doña Berenguela. El
cronista de aquel acontecimiento contó que “…en que casó Alfonso VI en Saldaña
con Doña Berenguela la chica, hija del Conde de Barcelona, entre otras funciones
hubo también fiestas de toros”. Se corrían los toros a caballo y a pie. Fue
evolucionando y el toreo actual tiene sus bases en las modificaciones que en el
siglo XVIII se hicieron en Sevilla cambiando la técnica y la estética.
Pero hay más. Es suficiente
con fijarse en los pueblos y ciudades y ver que los toros forman parte de los
festejos populares, que se toreaba en las plazas como la de Chinchón, Ocaña o incluso
en la Plaza Mayor de Madrid.; también en cosos improvisados hasta que se
construyeron las plazas de toros.
La tauromaquia forma
parte de una de nuestras señas de identidad como Nación, aunque algunos quieran
negarlo. Se olvidan que los toros son Patrimonio Cultural de España desde que se
aprobó en el Senado en el año 2013. La ley que lo regula manifiesta que “la
tauromaquia es cultura, comprendiendo otras facetas dignas de protección a
parte del propio espectáculo, ya que comprende todo un conjunto de conocimientos
y actividades artísticas, creativas y productivas, que van desde la crianza del
toro a la confección de la indumentaria de los toreros, la música de las
corridas, los diseños y la producción de carteles”. Ya se decía esto en el 2013
por medio de una ley: los toros son cultura. ¿Usted entiende que se niegue
ahora?, porque yo no.
Desde el siglo XV se
tiene conocimiento de una incipiente afición taurina alicantina. Permita que le
cuente unos datos de interés sobre la tauromaquia en Alicante. El primer coso
taurino se construyó en 1847 en el Raval de San Antón. Por su parte, la actual
plaza de toros se inauguró en 1888. En 1905 se empezó a celebrar la Corrida de
la Prensa. A partir de 1928 se creó la Feria Taurina de Las Hogueras de San
Juan que, con el tiempo, es la más importante del año. En el coso alicantino
tomaron la alternativa toreros oriundos como El Tino, Pacorro, Angel C. Carratalá,
así como El caracol (de Almoradí) o El Renco (de Elda); y foráneos como Manolo
Belmonte, Sebastián Cortés o Miguel Abellán. Muy buenas tardes de toros han
dado la saga de los toreros alicantinos Esplá y Manzanares. Precisamente, este año
se dedica a Jose María Manzanares (padre) para rememorar su arte en la lidia. “Probablemente
ni Manzanares fue consciente de qué duende o bruja o mago le habían elegido para
llevar hacia adelante la distinción de la seducción del toreo. Un talentoso
dotado de un cuerpo parido para un vestido de luces y de un alma rebosante de
talento para torear” en palabras de CRV (Opinión Mundo Toro 23.06.2021).
También hubo mujeres toreras
dese el siglo XVIII, entre las que destacó Juanita Cruz en los años 30 del
siglo pasado, no sin algunos problemas con las autoridades republicanas hasta
que en 1934 se aprobó el toreo a pie por mujeres. Tuvo mucho éxito en
Latinoamérica donde siguió ejerciendo su arte de torear cuando una ley
franquista prohibió torear a las mujeres. A su vez, en 1974, la alicantina
Ángela Hernández Gómez debutó como torera después de ganar en los tribunales el
reconocimiento de este oficio. Fue un hito en la reivindicación de la mujer en
esta disciplina.
Insisto. Quien haya manifestado
que los toros no son cultura no ha tenido en cuenta, además, lo mucho que la
tauromaquia ha aportado y aporta en España a la ecología y a la economía. Tengamos
en cuenta que el toro bravo es un animal salvaje que no existiría sin la lidia.
Se cría y se desarrolla en las dehesas corriendo y pastando a sus anchas por
esas extensas parcelas de tierra y arbolado. Basta conocer unos datos para
saber la magnitud de esta industria ganadera y del arte de torear. Genera más
de 4.150 millones de euros al año, produce unos 54.000 puestos de trabajo fijos
y un total de 200.000 anuales durante toda la temporada taurina, con cerca de
30 millones anuales de espectadores, según datos aportados por la Asociación Nacional
de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), superando cifras del cine o
del teatro, dado el interés del público.
Toda esta polémica la
ha producido el bono cultural que el Gobierno propone dar para los que cumplan los
18 años en 2022, unos 450.000 jóvenes, en las que hay incluidas varias
actividades culturales de las que excluyen las corridas de toros al considerar
que no lo son.
En España hemos pasado
de la alabanza generalizada a las corridas de toros, a una crítica minoritaria,
pero muy ruidosa, contra el arte de torear al toro bravo que genera inquietud e
incertidumbre en la sociedad. Y con estas críticas, muchas infundadas, me gusta
recordar lo que nos dijeron nuestros mayores a través del arte de la escritura
o de la pintura. Pablo Picasso, además de pintar bellas escenas de corridas de
toros y tener a este dibujado en muchos de sus cuadros, como el famoso
Guernica, contó una vez que en España “se va a misa por la mañana y a los toros
por la tarde”. Ya ve, es una costumbre y una afición arraigada en el pueblo. Por
su parte, Rafael Alberti era un forofo de los toros y no paró hasta vestirse de
luces, fue el 14 de julio de 1927, hizo el paseíllo con la cuadrilla de Sanchez
Mejías en la plaza de toros de Pontevedra. La misma afición tenía Manuel Machado
que dijo en una ocasión que le hubiera gustado ser un buen banderillero antes
que poeta.
El arte de torear produce
pasiones y ha conseguido convertir el entusiasmo del público en una gran y unitaria
ovación. Ya lo decía Hemingway al afirmar que el “torero que es capaz de ejecutar
con el toro hazañas extraordinarias, puede llevar al espectador a un intenso
grado de emoción”. Y esta se multiplica con los matadores que se llevan la
gloria si esa tarde consiguen una memorable faena. La fascinación por ese
momento hizo a Ortega y Gasset manifestar que “hubiera cambiado mi fama por la
gloria que solo es dable a los matadores de toros”. Recojo aquí sólo algunas de estas
manifestaciones, y no de otros muchos para no alargar demasiado esta lista de personajes
enamorados con las corridas de toros y el arte de torear.
Termino con una manifestación
que resume lo aquí dicho. “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital
de España. Creo que los toros son la fiesta más culta que hay en el mundo”, en
palabras del poeta Federico García Lorca. Pues eso.
Este artículo fue publicado con anterioridad con mi crónica titulada "¿Los toros no son cultura?" publicado en mi columna de opinión en el periódico Alicante Plaza el 18 de octubre de 2021.
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