De antiguo los marineros de
los Mares de China tenían mucho recelo a adentrarse mar adentro por miedo a sus
fuertes y – en ocasiones – gélidos vientos. Decían que era un tenebroso mar
océano lleno de dragones y sólo los intrépidos saldrían a navegar con tanto mar
y tanto viento.
Cuando supimos el parte para
la travesía del pasado sábado 3 de octubre, estábamos ansiosos de salir a mar abierto
para cazar esos dragones. La bahía de Alicante no es el Mar de China, que más
quisieran los chinos. Era un día que prometía fuertes vientos y poco mar. Eso
es sinónimo de velocidad, de aventura y de una sensación de bienestar
extraordinario como tantas veces nos dice el armador del Arión.
Nos hicimos a la mar con la
ilusión del que busca una nueva aventura marinera. El mar era un espectáculo.
Los borreguitos y los borregos en la cresta de las olas se multiplicaban por
doquier junto a un azul intenso. La mar estaba encrespada. Con fuerza 5 de viento,
con rachas de 6. El cielo azulado. El velero, escorado, ondeando con orgullo el
pabellón rojigualda. Y el castillo Santa Bárbara recortándose en el horizonte
sobre el puerto y la ciudad.
La fuerza del viento venido
desde tierra nos dirigió hacia Santa Pola. Al superar los Cabos de esa
población y el de la Huerta en Alicante fue como recibir una explosión de más
brío y nos empujó mar abierto. Aprovechamos para dar la vuelta a la isla de
Tabarca. Tan querida para los alicantinos, tan ansiada por tantos, tan
necesitada de cariño, tan anhelada por aquellos que no la conocen imaginando
que algún día la visitarán y se dejarán cautivar por sus encantos, que los
tiene y muchos.
Hoy es uno de esos días que el viento brama y el mar se encrespa. Para el que lleva el timón, nota a sus pies cómo el velero reacciona al viento y al mar. Cómo anuncia y ruge cuando se escora y cuando se encabrita contra el viento. Veloz, se abre paso entre las olas y hace suya la bahía con su dominio, no se deja acobardar y lidera a esa mar - a veces traicionero - que se deja doblegar por tan peleón ketch. Un Swan como este fue el ganador de la Volvo Ocean Race de ese año, una de las regatas más exigentes en las competiciones náuticas a nivel mundial. Queriendo emular a aquél, recorremos esta bahía tan agradecida de recibir tantos vientos vengan de donde vengan que todos son bienvenidos.
Alcanzamos 32 nudos, con viento del oeste noroeste y poco mar con ola de 1 metro, poco trapo con génova 3 y mesana y muchas ganas de disfrutar de este día especial con tan buena camaradería a bordo. Y eso sí, si había que cazar dragones, cazamos los que pudimos y si no fueron todos es porque tuvimos que volver a puerto, que si no…..
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