domingo, 29 de diciembre de 2019

De tapeo por la plaza de las Flores, en Murcia.



Hay un sitio en Murcia que no puedes dejar de acudir si estás por su centro ciudad. A mí me produce una atracción especial: la plaza de las Flores. Ubicada junto a la plaza de San Pedro por un lado y la de Santa catalina por el otro. De siempre es un cruce de caminos dirección a Andalucía ó a Castilla, hacia al río Segura por el puente de los Peligros ó puente Viejo en dirección a Cartagena, así como hacia la catedral ó donde estuvo el Concejo en el mismo sitio donde antes se ubicaba el Alcázar Nasir ó Alcázar Mayor de la ciudad que se derribó para construir la actual Glorieta y el Ayuntamiento.



Esta plaza tuvo varios nombres antes del suyo actual. Se llamó “de las Carnicerías” porque ocupa el solar donde antes estuvo el inmueble de la Carnicería Mayor de Murcia (s. XVIII) parar vender carne en esta localidad. Posteriormente, el Ayuntamiento cambió su nombre (s. XX) por el de Pedro Díaz Cassou, abogado murciano y escritor costumbrista. Se terminó llamando “de las flores” porque estas se vendían en los alrededores del mencionado edificio de las Carnicerías y así llamaban a esta plaza las gentes del lugar aunque se denominara de otra manera. Como muchas otras veces, se impuso el sentido común y el sentir local.

Entonces como hoy se siguen vendiendo flores, aunque sólo sea desde un puesto fijo y, a veces, otros temporales. La floristería de Concha (desde 1943) da color y belleza a la plaza, por donde cada estación del año se ve reflejado en sus plantas y en sus flores.

El Ayuntamiento de Murcia instaló una fuente en medio de la plaza. El rumor del agua asemeja el de las acequias de la huerta murciana por donde corre el agua para regar los huertos de flores. En el borde del vaso en uno de los lados de la fuente, se sienta “la niña de las flores” del escultor José Fuentes Aynat. Fundición de bronce a la cera perdida, representa a una niña, a una mujer, que tiene sobre su regazo un ramo de flores y a sus pies dos palomas. Como las que hoy revolotean por toda la plaza.


Nos acercamos a esta plaza atraídos por el susurro del agua y aprovechamos para ir de tapeo, tan típico y tan cotidiano por estas calles estrechas y estas plazas peatonalizadas. Si hay una tapa que no puede faltar en Murcia y que tienes que probar, sin excusas, es la del pulpo al horno y esta tomamos en el restaurante “La tapa”, muy apropiado su nombre, claro que sí. Pero antes nuestra curiosidad nos lleva a visitar la iglesia y parroquia de San Pedro que se ve desde la plaza.


La iglesia de San Pedro tiene su origen en los primeros años de la reconquista. Se ubica sobre lo que fue una mezquita convertida en iglesia después de conquistada la ciudad por Jaime I de Aragón en febrero de 1265. La portada actual, con rasgos heredados del renacimiento adaptado al barroco, se terminó en 1612 y es de Diego de Ergueta. El templo es de una sola planta con capillas laterales. Destaca el retablo Mayor, de Nicolás de Rueda, que lo inició en 1765. Hay dos bellas imágenes de Francisco Salzillo: el Cristo de la Esperanza (1755) y otra de San Pedro arrepentido (1780), ambas procesionan por las calles de Murcia en Semana Santa. En el retablo vemos el escudo de la familia Saavedra que tenían el patronato de la capilla Mayor, además de la de Santa Elena, ambas en esta parroquia. En el retablo del lado derecho del crucero se ve a María Santísima de los Dolores (1756), también de Francisco Salzillo. En una capilla lateral hay una imagen de Santa Bárbara, de la primera etapa de este imaginero murciano. Esta iglesia es sede de la Pontificia, Real y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Esperanza, María Santísima de los Dolores y del Santo Celo por la Salvación de las almas, que desfila por la tarde noche del Domingo de Ramos murciano.



Esta plaza de las flores tiene otros encantos como alguno de sus edificios que la rodean, la miran y parece que la vigilan, como el edificio de Tejidos Abad ó del Río de la Plata, de estilo ecléptico (s. XIX) ó el edificio de la Librería Almeida.

Volveremos por estos bellos y tranquilos rincones de Murcia. Caminar conversando de esto y de aquello, y de lo más allá. No será por temas que ocupan nuestro intelecto en esta España plural a veces tan confusa y otras tan apasionada. Y buscaremos una taberna donde degustar algunas de las tapas murcianas, que son muchas.

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