Esta vez estamos en Guardamar
del Segura. De tertulia. Mientras tomamos un refresco en la Terraza
Sotavento, a las puertas del Parque Natural Las Dunas, vemos a través de la cristalera
de la cafetería que una mamá pavo real camina con sus polluelos bajo los altos
eucaliptus de esta zona del parque. La madre delante, los polluelos detrás al
amparo de su protección.
Después del refresco y la
tertulia que hemos tenido en esta cafetería, buscamos a esa familia de pavos reales
para verla desde más cerca. Nos adentramos por el parque por una ancha senda
que lo atraviesa de sur a norte. Al rato, entre la maleza, vemos a la mamá pavo
real. La distinguimos porque las hembras de esta especie de pavo real común se
distinguen de los machos porque tienen de color rojo la parte superior de la cabeza.
Propongo acercarnos. Mis
acompañantes me advierten que es un animal salvaje y que puede atacarnos si se considera acosado o cree que sus crías están en peligro. Tenemos que verlos de lejos y
respetar su entorno.
Sin saberlo, me adelanto. Sólo,
camino bajo estos eucaliptus altos y retorcidos por el viento. Al acercarme –
aunque aún lejos -,veo que la mamá pavo real no está sola. Está acompañada de
toda la manada, además de sus polluelos. Varios ejemplares de pavo real común,
con su pecho azul característico, están con ella.
Al caminar entre la maleza, piso
una rama y al hacerlo ese sencillo ruido provoca que todos los pavos reales
levanten su cuello y me miren sorprendidos. Seguramente el más sorprendido sea
yo. Me miran. Los más atrevidos dan un paso al frente mientras yo doy dos atrás.
Hay que respetarlos en su hábitat, no me cabe duda.
Observo desde la distancia.
Corre una ligera brisa marina que mece las ramas de los árboles. Sobre mi
cabeza escucho unos ruidos y los achaco al roce del viento con las ramas y las
hojas. Como persisten, miro hacia arriba. A unos dos metros de mí hay dos
enormes pavos reales mirándome desde una rama. De repente uno de ellos emprende
el vuelo. Menudo susto. Y que bella sorpresa. Sus alas extendidas, el planeo
durante un rato y su aterrizaje son bellos y extraordinarios. El otro sigue
mirándome. Yo estoy quieto como una estatua, observándolo. Es orgulloso, me
sigue mirando, y a ratos mira hacia la manada. Supongo que es el macho
porque la parte superior de su cabeza no es de color rojo. Saco mi móvil del
bolsillo de forma sigilosa y tranquila para que no se asuste. Me retiro unos
pasos y disparo. Ya sabe que una imagen vale más que mis palabras y este relato
le será más creíble con lo que va a ver. La cámara lo pilla en la posición
previa a abrir las alas y emprender el vuelo. Y lo hace, con sus alas
desplegadas durante un corto periodo de tiempo. Quizá demostrando a su pareja
de lo que es capaz. Quizá demostrándose a sí mismo haber controlado la
situación y defendido a su familia manteniéndonos lejos de sus polluelos. No somos
una amenaza porque no teníamos intención de acercarnos demasiado, pero él no
podía saberlo. Nos alejamos y ellos se quedan picoteando el suelo para
alimentarse en busca de insectos y restos de comida.
Seguimos caminando por este
Parque Natural con dunas a ambos lados de la senda y un frondoso bosque de
diversas especies arbóreas. Este Parque tiene más de 800 hectáreas de extensión
reforestadas para impedir el movimiento de las dunas con diversas especies
arbóreas y arbustos.
Esta acción la realizó el
ingeniero aspense Francisco Mira i Botella a través de la Real Orden del
Proyecto de Defensa y Repoblación de las Dunas de Guardamar aprobado el 2 de
diciembre de 1897. Su fachada marítima había perdido buena parte de su arbolado
– durante el siglo XVIII – para la construcción de barcos por lo que la arena
de la playa y de las dunas invadían el pueblo con riesgo a sepultarlo. Había que
impedirlo. Lo hicieron con la instalación de empalizadas de estacas, la
plantación de gramíneas de costa, piteras, palmeras datileras y eucaliptus, así
como la plantación posterior de 6000.000 pimpollos de pino piñoneros, marítimo
y carrasco en 846 hectáreas y en 16 kilómetros de fachada marítima.
Fue una colosal obra de contención.
Este extraordinario resultado fue aplaudido por el Rey Alfonso XIII quien quiso
manifestarlo con su presencia por lo que visitó Guardamar em 1923 con este fin.
Esta población mostró de
forma permanente varias muestras de gratitud con el Ingeniero Mira – quien dedicó
tres décadas de su vida (1900-1930) a salvarla de la arena – nombrándole Hijo Adoptivo
de Guardamar y colocando dos estatuas de él en lugares destacados de esta localidad.
Le invito a visitarlo. Guardamar del Segura tiene, además, otros encantos con su castillo, sus playas, sus parques, la desembocadura del río Segura, …. Bien merece una visita.
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