domingo, 12 de septiembre de 2021

Sorpresa por las Dunas de Guardamar

 


Esta vez estamos en Guardamar del Segura. De tertulia. Mientras tomamos un refresco en la Terraza Sotavento, a las puertas del Parque Natural Las Dunas, vemos a través de la cristalera de la cafetería que una mamá pavo real camina con sus polluelos bajo los altos eucaliptus de esta zona del parque. La madre delante, los polluelos detrás al amparo de su protección.

Después del refresco y la tertulia que hemos tenido en esta cafetería, buscamos a esa familia de pavos reales para verla desde más cerca. Nos adentramos por el parque por una ancha senda que lo atraviesa de sur a norte. Al rato, entre la maleza, vemos a la mamá pavo real. La distinguimos porque las hembras de esta especie de pavo real común se distinguen de los machos porque tienen de color rojo la parte superior de la cabeza.

Propongo acercarnos. Mis acompañantes me advierten que es un animal salvaje y que puede atacarnos si se considera acosado o cree que sus crías están en peligro. Tenemos que verlos de lejos y respetar su entorno.

Sin saberlo, me adelanto. Sólo, camino bajo estos eucaliptus altos y retorcidos por el viento. Al acercarme – aunque aún lejos -,veo que la mamá pavo real no está sola. Está acompañada de toda la manada, además de sus polluelos. Varios ejemplares de pavo real común, con su pecho azul característico, están con ella.




Al caminar entre la maleza, piso una rama y al hacerlo ese sencillo ruido provoca que todos los pavos reales levanten su cuello y me miren sorprendidos. Seguramente el más sorprendido sea yo. Me miran. Los más atrevidos dan un paso al frente mientras yo doy dos atrás. Hay que respetarlos en su hábitat, no me cabe duda.

Observo desde la distancia. Corre una ligera brisa marina que mece las ramas de los árboles. Sobre mi cabeza escucho unos ruidos y los achaco al roce del viento con las ramas y las hojas. Como persisten, miro hacia arriba. A unos dos metros de mí hay dos enormes pavos reales mirándome desde una rama. De repente uno de ellos emprende el vuelo. Menudo susto. Y que bella sorpresa. Sus alas extendidas, el planeo durante un rato y su aterrizaje son bellos y extraordinarios. El otro sigue mirándome. Yo estoy quieto como una estatua, observándolo. Es orgulloso, me sigue mirando, y a ratos mira hacia la manada. Supongo que es el macho porque la parte superior de su cabeza no es de color rojo. Saco mi móvil del bolsillo de forma sigilosa y tranquila para que no se asuste. Me retiro unos pasos y disparo. Ya sabe que una imagen vale más que mis palabras y este relato le será más creíble con lo que va a ver. La cámara lo pilla en la posición previa a abrir las alas y emprender el vuelo. Y lo hace, con sus alas desplegadas durante un corto periodo de tiempo. Quizá demostrando a su pareja de lo que es capaz. Quizá demostrándose a sí mismo haber controlado la situación y defendido a su familia manteniéndonos lejos de sus polluelos. No somos una amenaza porque no teníamos intención de acercarnos demasiado, pero él no podía saberlo. Nos alejamos y ellos se quedan picoteando el suelo para alimentarse en busca de insectos y restos de comida.





Seguimos caminando por este Parque Natural con dunas a ambos lados de la senda y un frondoso bosque de diversas especies arbóreas. Este Parque tiene más de 800 hectáreas de extensión reforestadas para impedir el movimiento de las dunas con diversas especies arbóreas y arbustos.

Esta acción la realizó el ingeniero aspense Francisco Mira i Botella a través de la Real Orden del Proyecto de Defensa y Repoblación de las Dunas de Guardamar aprobado el 2 de diciembre de 1897. Su fachada marítima había perdido buena parte de su arbolado – durante el siglo XVIII – para la construcción de barcos por lo que la arena de la playa y de las dunas invadían el pueblo con riesgo a sepultarlo. Había que impedirlo. Lo hicieron con la instalación de empalizadas de estacas, la plantación de gramíneas de costa, piteras, palmeras datileras y eucaliptus, así como la plantación posterior de 6000.000 pimpollos de pino piñoneros, marítimo y carrasco en 846 hectáreas y en 16 kilómetros de fachada marítima.

Fue una colosal obra de contención. Este extraordinario resultado fue aplaudido por el Rey Alfonso XIII quien quiso manifestarlo con su presencia por lo que visitó Guardamar em 1923 con este fin.

Esta población mostró de forma permanente varias muestras de gratitud con el Ingeniero Mira – quien dedicó tres décadas de su vida (1900-1930) a salvarla de la arena – nombrándole Hijo Adoptivo de Guardamar y colocando dos estatuas de él en lugares destacados de esta localidad.

Le invito a visitarlo. Guardamar del Segura tiene, además, otros encantos con su castillo, sus playas, sus parques, la desembocadura del río Segura, …. Bien merece una visita.

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