En España termina el estado de alarma coincidiendo con el inicio del
verano y por lo tanto con un cambio en el clima que invita a la reunión,
incluso a la diversión. Los días son más largos, más horas de luz, que invitan
a hacer más cosas. Hasta ahora hacerlas de noche estaba vetado si no coincidía
con la franja horaria que por edad teníamos designada, y aún nos queda grabada
esa restricción que se irá superando poco a poco conforme se vaya tomando
conciencia por parte de la ciudadanía que es posible volver a la normalidad,
con la prudencia de quien toma decisiones con criterio y responsabilidad.
El estado de alarma y el confinamiento por el covid-19 ha salvado
muchas vidas. Vimos el ejemplo de China, origen de la enfermedad, para que el
Gobierno tomara estas medidas. Aunque no fueran novedosas, ya se hacía en la
edad media en España en otras epidemias. Aislar al virus en la medida de lo
posible y evitar contagios. Conseguido este propósito, ahora hay otro:
contenerlo.
Al levantar el estado de alarma muchas restricciones sociales y de
movilidad entre provincias en España van desapareciendo conforme los gobiernos
de las Comunidades Autónomas van tomando esas decisiones. Y con ellas se vuelve
a llamar al sentido común para evitar contagios porque el coronavirus sigue
vivo y puede volver a ser dañino. Se teme un rebrote. Unos dicen que en otoño,
otros que antes. Todo depende de la responsabilidad de la gente, se deben de
seguir tomando medidas para no contagiarse. Fíjense que no se pide mucho:
lavarse las manos continuamente, sobre todo si ha estado en la calle en
contacto con cosas y personas que puedan transmitir la enfermedad; cumplir la
distancia de seguridad de un metro y medio o dos metros según los casos; y
llevar mascarilla en la calle.
Desde la desescalada, y más ahora con el cese del estado de alarma, volver a nuestras costumbres es un bien necesario para recuperar la normalidad. Y qué mejor que hacerlo en familia con un arroz del señoret desde una de las mejores terrazas de Alicante, en este caso desde el restaurante Poniente en el Real Club de Regatas de Alicante. Memorable. Disfrutando, también, de esa luz inmaculada que Dios concedió a la capital alicantina.
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