En el espacio donde ya fue
mercado en la Edad Media, callejero, y con cajones donde se ponía lo que vendía
cada puesto, estuvo y está el Mercado de San Miguel. Tiene su nombre porque
estuvo junto a la iglesia de San Miguel de los Octoes, templo cristiano donde
fue bautizado Lope de Vega. Con diversos usos este mercado lo fue de productos
perecederos ya en el siglo XIX. Pascual Madoz, quien fue Gobernador de Madrid y
Economista, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España de
1847, lo describió como “mercado callejero con 128 cajones y 88 tenderetes.
Por razones de higiene este
mercado se transforma y pasa a formar parte de un edificio de estructura de
hierro fundido y cristal que da mucha luminosidad a los tenderetes laterales. Este
se inaugura el 13 de mayo de 1916. Es el único mercado de la ciudad que queda construido
en hierro, todos los demás han desaparecido.
Si los tiempos le han hecho
evolucionar y transformarse, lo mismo ha ocurrido desde hace años en que
la feroz competencia de los supermercados y centros comerciales se convirtieron
en sus peores enemigos. Le ha salvado de su desaparición “El Gastrónomo de San
Miguel”, actuales dueños mayoritarios del Mercado de San Miguel que ha
conseguido que cada puesto mantenga su condición de muestra y de venta y, la
mayoría, también, de despacho, degustación y consumo junto a su propio
mostrador, sin faltar los bares y cervecerías integrado en sus instalaciones.
Si la plaza Mayor de Madrid
es visita obligada cada vez que vayas a la capital de España, también lo es
acercarte al Mercado de San Miguel, que está muy cerca. En un ambiente de
mercado, como los de siempre, pero también de exposición y, sobre todo, de
degustación, bien merece una visita sin prisas y echarle al tiempo un buen vino
acompañado de un queso curado, jamón ibérico, confitería dulce ó lo que se te
ocurra de lo mucho que encontrarás en cada puesto. ¡ Que aproveche !.
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