Este banco hoy desierto fue testigo de su niñez y de su infancia. Ángel mira de lejos recordando lo mucho que tiene que agradecer a este rincón mágico. Allí, sentados, observaban como los atardeceres vestían de colores el ocaso. Mientras, su abuelo le contaba tantas cosas que muchas no entendía entonces pero comprendió después cuando el partió.
Al pisar las hojas secas, al quebrarse bajo sus pies, recordaba las muchas veces que le preguntó a su abuelo el por qué del otoño y el por qué los árboles se quedaban desnudos. Y escuchaba en el recuerdo las otras muchas veces en que su abuelo le contó lo sabia que es la naturaleza al mudar lo viejo por lo nuevo y más vigoroso durante la primavera cuando los árboles se visten de verde.
De lejos, anhelaba este banco solitario en el que había escuchado tantas cosas curiosas mientras su abuelo se iba apagando poco a poco entre otoño y otoño.
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