Las primeras luces ya anuncian un día precioso. El
sol, escalando el cielo entre algunas nubes, apuntan un día caluroso. En
vacaciones, cerca del mar, bien viene que lo sea. El baño promete si el mar
está en calma. Y lo está.
En el mar. Aguas transparentes, tranquilas, con pequeñas olas que ondulan el horizonte. Fresquita, refresca el cuerpo y el alma. Y las ideas.
Desde el mar las montañas se ven majestuosas. El Puig Campana, el Cabeço d´Or, la Sierra de Bernia, la Aitana, la sierra Helada, … Desde el mar, la playa queda lejos.
Desde el mar las personas de la playa son diminutas. Desde el mar y con el mar el rumor del escaso oleaje calla el griterío de los niños, la emoción de los adolescentes, la exclamación de los adultos, al bañarse y al hacer deportes náuticos.
Sin prisas. Sosegados. Sin acordarnos casi de los días apresurados de la jornada laboral, pero sin olvidarnos del todo que pronto formarán parte, de nuevo, de nuestro devenir cotidiano.
El sol bien alto. El mar, acariciando nuestra piel con el movimiento de las escasas olas. Un largo baño, en familia. Las risas de nuestros hijos, nuestras risas, alimentan nuestro espíritu, pero no nuestro estómago.
Pronto el arroz será el protagonista de nuestros platos. En el restaurante pedimos arroz del señoret. “Ala, papá, arroz del señorito”. Es cierto, así se llama, porque el marisco y el pescado está todo pelado y la verdura bien troceada, para comodidad del señorito.
Estamos con amigos. Uno de ellos, de Madrid, nos pregunta en qué se diferencia el arroz a banda del arroz del señoret. Buena pregunta. Ambos se comen secos, ni caldoso, ni meloso. Ambos se hacen con un buen fondo de pescado. Entonces, ¿dónde está la diferencia?. Francisco, amigo bloguero de La cocina de antaño, experto entre fogones, nos da la explicación: “En la verdura. El arroz a banda no lleva verdura” y añade que “en muchos restaurantes le ponen al arroz a banda un sofrito con trozos pelados de sepia y calamar. Quizá por esto en muchos esté la confusión.”
Ya tenemos la respuesta. Ahora lo que hacemos es disfrutar de
esta receta. Pero con una modificación que solicitamos a Ángel, maitre del restaurante
Voramar, en Alicante: queremos que nos los hagan caldoso. Nos hacen caso, a lo mejor
por eso que se dice que el cliente siempre tiene razón,
aunque cambiemos la receta. Y está
espectacular. No dejamos ni un grano de arroz en el plato. “Papás, aquí hay que
volver otro día. Qué bueno”, dice uno de nuestros hijos.
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