Esta mañana nadaba en un mar revuelto por un viento de levante que iba en aumento,
ese que refresca el ambiente en los días calurosos de verano y el que trae las
lluvias. A crol que es como me gusta nadar. Una brazada detrás de otra, aguantando
la respiración sin sacar la cabeza del agua para ir más rápido. Después sacar la cabeza, respirar y repetirlo de nuevo. De salida,
perpendicular a la orilla. Tranquilo y ufano, ajeno a lo que iba a pasar en un
instante.
De repente he notado unos pinchazos,
o lo que fueran. Rápidos, punzantes, dolorosos. En el brazo y la pierna
derecha. Uno detrás del otro, como una ráfaga.
En la orilla he comentado lo
que me había pasado. Ya tenía el brazo enrojecido, con unas inflamaciones. Un
ligero dolor, junto con picor, anunciaban que había que tratar esa herida. Un
socorrista de la playa me ha dicho que tenía dos zarpazos. ¿Zarpazos, de qué?
Dos zarpazos de una medusa. Otro me ha comentado que me lo había producido un
alga marina dentada o aserrada, pero esta es más propia del Atlántico, no del
Mediterráneo, aunque el mar pudiera haberla arrastrado hasta esta orilla.
Me han comentado que el tratamiento
es sencillo: agua de mar y hielo, pero este no se pone directamente porque no se cura
con agua dulce, el hielo tiene que pasarse por las erupciones envuelto en un
paño (o similar). Alivia el dolor y reduce el hinchazón. Cuando estoy haciendo
este escrito ya casi no tengo molestias en el brazo. Mañana volveré a esas
aguas a nadar de nuevo.
Me he acordado de Juan Jose
Caselles cuando hace esas largas travesías a nado en aguas abiertas demostrando
que su discapacidad no es un impedimento para hacer lo que le gusta. El si se
expone a medusas, y peces de gran tamaño cuando nada en aguas abiertas y
profundas. Y ahí está, nadando por el mundo, nada le detiene.
O David Meca, por decir dos
ejemplos. Si le hubieran dicho de niño que sería un gran nadador de travesías
largas en aguas abiertas, varias veces campeón del mundo, no se lo habría
creído por sus problemas en las extremidades inferiores.
Ambos son ejemplo de
superación, de vencer a las incertidumbres, de no rendirse ante los problemas,
consiguiendo alcanzar sus metas.
Si de algo ha servido todo esto es que se más de medusas, de las consecuencias de sus picotazos o sus roces. Y de esa fucus serratus o alga aserrada, tan poco común en aguas del Mediterráneo que, además, su cultivo se usa para la elaboración de cosméticos.
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