En Penáguila, un pueblecito de la montaña
alicantina, de unos 325 habitantes censados (en
verano son muchos más), fue construida durante los años de finales del siglo
XIII y principios del XIV por la concesión de Carta Puebla concedida por el Rey
Pedro III de Aragón en 1278. Le invito a callejear por su casco urbano medieval
de calles estrechas por donde se ven los restos de lo que fue su muralla,
además de algunos palacetes con escudos nobiliarios que recuerdan un
noble pasado.
A las afueras del pueblo visitamos la casa El Molí, con mucha historia y sentimiento entre sus muros. Frente a la fuente mayor de 28 caños y lavadero de antaño, cerca de lo que fue uno de los pocos molinos de trigo que había en la zona en muchos kilómetros a la redonda, el abogado Román Román Pina, oriundo de Alcoy y afincado en Alicante, compró la casa que antes lo fue de esa instalación industrial.
Es un inmueble recio, noble, de gruesos muros y
vigas de madera en el techo. Con diversos ambientes dentro y fuera del edificio. Toda llena de detalles para hacerla lo más confortable posible, Román
hizo de este sitio un lugar ideal donde refugiarse del devenir cotidiano y
disfrutar con su familia de un espacio propio. Román se relacionó con Penáguila
desde muy niño. Muchos años después, buscando una casa en la montaña, la adquirió
en esta localidad. No podía haber sido en ningún otro lugar. Fue muy feliz
entre esos muros durante muchos otoños e inviernos. Toda su familia lo fue,
incluso su perra, Golfa de nombre. Cuando le decía “nos vamos a Penáguila”, la
perra saltaba de alegría. Y con ella toda la familia partía hacia esa
localidad.
Su hija Begoña heredó este lugar. En una
ocasión le dijo a su padre que algún día le encantaría vivir en ella, y así ha
sido. Pero hizo más. Abrió las puertas de su casa a todo aquél que quisiera
disfrutar en ella a través del alquiler vacacional. Así este lugar en la
montaña alicantina, este tesoro, puede ser habitado por más gente.
Está amueblada con mucho cariño. Cada rincón,
cada recoveco. Sus salones, junto a la chimenea y el piano, o en el patio
interior; el comedor amueblado a la antigua; las terrazas; la buhardilla, la
joya de la corona; sus dormitorios, silenciosos y con estilo; la azotea, desde
donde se divisa la torre de la iglesia y las casas que la rodean; y fuera, su
jardín de altos árboles cuyo rumor de hojas acompañan al paseo; todo está
preparado para encontrar en ellos ese sosiego que todos necesitamos. Es bueno
para la salud. Lo es para nuestras relaciones familiares y sociales. Es ideal
para reflexionar. Ya sabe que el talento se educa con la calma. Luego queda el
carácter que se hace durante la tempestad, pero esta queda fuera y alguna noche
de invierno se escucha como ruge la ventisca que trae la nieve.
En el salón de la chimenea hay un sillón
orejero con un puff a sus pies. Detrás hay una lámpara para leer que apunta su
haz de luz al libro que estás leyendo. ¿Se imagina disfrutar de tanta sabiduría
mientras los demás inquilinos de la casa duermen o han salido al campo a
estirar las piernas?. Ya sabe que todo tiene su momento porque cada día tiene
su afán.
Escuchemos las voces de sus huéspedes a ver que
nos cuentan. Con ellos sabremos algo más de cómo se disfruta entre estos muros,
además de lo que cuenta Begoña. Busco esas afirmaciones en booking y encuentro
lo que sigue, dichas todas ellas durante este mismo año:
“Es una casa muy acogedora y muy
cómoda, no le falta detalle. La zona del patio con la barbacoa es un lujo.
Rodeada de naturaleza, a un paso del centro del pueblo. Para el verano, como
para el invierno, ideal para viajar con peques, ya que la casa tiene un gran
jardín y está al lado del parque de Penàguila, la casa es impresionante. Tiene
un estilo valenciano muy bonito. Los detalles de cada habitación te transportan
a otra época, a principios del siglo XX, pero con las comodidades actuales. La
pinada que tiene la casa le da un extra, junto con el hecho de poder llevar a
tu mascota. Nuestra perra, de tamaño grande, disfrutó como nadie en esa
pinada”.
Ya ve, solo falta hacer las maletas y disfrutar de los encantos de esta casa. Está en Penáguila, un pueblo tranquilo de la montaña alicantina cerca de Alcoy y de Alcolecha, por citar dos de sus pueblos más cercanos. Sus habitantes se dedican - la mayoría de ellos - al cultivo de la tierra, donde predominan los olivos y en menor medida almendros y árboles frutales. En su término municipal también hay una importante masa arbórea de bosque de pinos que visten el paisaje de verde, adecuados para realizar largos paseos bajo su sombra y caminar hasta su romántico Jardín de Santos en medio de la montaña, de visita obligada.
Datos de la casa rural El Molí: https://www.facebook.com/casaruralmoli/
Está en la Calle costereta del rihuet (38,17 km) 03815 Penáguila, nº teléfono 629 81 67 49
Cómo llegar: sigue este enlace
No hay comentarios:
Publicar un comentario