La gastronomía española es de
las más importantes del mundo. Por su calidad, por su variedad, por sus muchos y
buenos cocineros, por la multitud de los restaurantes representativos repartidos
por toda la geografía española, sus fogones salen apetitosas recetas para el
deleite de sus comensales.
Muchos son los cocineros
españoles que destacan en España. En esta ocasión, un grupo de amigos visitamos
la “casa” de Toño y la bodega de Jose del restaurante Atrio en Cáceres para
disfrutar de sus viandas.
Pero antes recorremos el
centro de Cáceres durante un atardecer de octubre con las primeras luces de la
noche. Es una buena forma de despertar el apetito, si hiciese falta sabiendo
que cenaremos en una de las “catedrales” del buen comer en España.
Nos reagrupamos a las puertas
del Ayuntamiento de Cáceres, Consistorio que preside su plaza mayor porticada
que da acceso a su casco histórico, uno de los más preciosos de la península.
Fue declarado Ciudad Monumental Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986.
Pasamos bajo el arco de la Estrella y nos adentramos por sus calles peatonales, estrechas y tranquilas, con el sólo ruido de nuestros pasos y de las palabras que se lleva el viento. Y de alguna campana de iglesia. Algunas cigüeñas escalaron por las torres más altas para instalar sus nidos. Como antaño, cuando por estas calles caminaban gentes del pueblo y de la nobleza en sus quehaceres cotidianos.
De su casco histórico es
imprescindible que visites la plaza y catedral de Santa María; los Palacios de
los Golfines; las plazas de San Jorge y San Pablo, la iglesia de San Francisco Javier,
la Casa de los Cáceres Ovando; el Museo Provincial en el Palacio de las Veletas;
así como pasear por la antigua judería o acercarse a la iglesia de San Mateo
que antes fue mezquita; y ver multitud de casa nobiliarias que muestran sus
escudos en sus fachadas. Por todo el casco histórico hay bellos rincones donde viene
bien dejar correr el tiempo mientras observas y te imaginas lo mucho acontecido
por este lugar.
En uno de esos inmuebles de
noble fábrica se encuentra el restaurante Atrio. Dos estrellas Michelín. Todo
es exclusivo y exquisito. El trato personal, la puesta en escena, el detalle de
el menaje y, por supuesto, el sabor de sus recetas. Nos dimos un festival de sabores.
Vea, seguidamente se los detallo. Empezamos con un macarrón de caviar; continuamos
con frito de panceta; blodomeri con dos berberechos, cebolleta y tomate; milojita
de boquerón con vinagreta; capuchino con foia y boletus (tomar con cuchara
desde el fondo); gamba marinada y ensalada de brotes de mostaza; ceviche de
corvina con cebolla, y a parte llena con lima, en cuenco de hielo; risotto
triguero y setas; cigala infusionada con carteta de cardo y base de foia; merluza
con ajoaceite con nabo japonés y vieria; cabrito con tomillo y puré de patata y
salsa de la reducción del propio cabrito; queso torta del casal, té verde y puré
de membrillo; y tocinillo de cielo con helado de cacao. Degustamos diversos vinos como el Chateau
Recourt.
Después de cenar visitamos su
espléndida bodega en el sótano del restaurante con caldos diversos, antiguos y
modernos. Es casi un museo de sensaciones. Su colección empieza con una
selección de champagnes con 44 bodegas, de ellas 28 son de pequeños
propietarios que lo elaboran de sus propios viñedos. Hay colecciones únicas de
vinos, de “aquellas marcas con las que todo conocedor sueña, están aquí y no en
una sola añada”. Muchos de ellos están en la carta de vinos del restaurante.
Ya en la calle, caminamos con la fría noche en dirección all hotel, comentando la ruta de senderismo por el Parque Nacional de Monfragüe prevista para el próximo día, si el tiempo lo permite porque amenazaba lluvia con porcentajes del 70 y 80 % durante la mañana. Pero eso es otra historia que quizá cuente en otro artículo. De este me quedo con el buen sabor de boca, nunca mejor dicho, y del excelente recuerdo que nos queda de esta extraordinaria experiencia entre fogones con amigos.
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