Todos los días nos
encontramos con un reto que realizar, la vida misma lo es. Lo es el trabajo
cotidiano, lo son las relaciones sociales y los proyectos familiares. Ahí está
el atractivo, superar los obstáculos para alcanzar una meta.
Incluso lo inesperado tiene
su motivación. Como ese día, uno más del calendario, en el que un acontecimiento
aparentemente sin importancia cambió la vida al aire libre de la calle por unas
horas.
En el parque, en una plaza,
en el mercado, en una estación de tren,… Sitios de paso muy concurridos. En
medio de estos amplios espacios, un piano de cola. Está sólo, con las teclas a
la vista esperando que alguien las toque. ¿Te animas a tocar?.
Unos miran atónicos, otros
buscan las cámaras de tv creyendo que es una inocentada, los más atrevidos se
acercan y hacen corro alrededor del piano de cola. En uno de los lados del
piano, una frase roja hace una pregunta clara y concisa, como si el piano hablara
y te preguntara si quieres tocar.
Un piano de cola genera mucho
respeto, incluso para los propios estudiantes de piano. Y nunca ha de ser “el
acordeón de los ricos”, como decía Michel Audiard. Por este respeto, tocar sus
teclas no es tarea fácil. En estos casos bien viene el consejo de Pablo Picasso
que manifestaba que “siempre intento hacer lo que no se hacer, para poder
aprender a hacerlo”.
Entre los atrevidos, un
joven. Se sienta y empieza a tocar el piano de cola. Lentamente hasta coger
confianza, sacando lo mejor de este instrumento, su voz, su canto, el relato que
se imagina al tocarlo, las notas de una partitura de donde nace una melodía. Y
después toca el piano de cola otra persona, y otra, y una niña, y un anciano, y
una monja, y un militar, y un cartero,… Entre todos han roto fronteras, han
popularizado un instrumento musical que está tan lejos del alcance de muchas
personas.
Y han transmitido sus
sentimientos a través de unos acordes musicales porque la música es libertad,
es tocar lo que quieres y como quieres siempre que lo hagas con pasión. Con la
música y tus gestos puedes comunicarte con cualquier persona del mundo porque –
como decía Weber – “la música es el verdadero lenguaje universal”.
Todo esto de los pianos de
cola no es fruto de mi imaginación, es un hecho real. La Fundación Jesús Serra
del Grupo Catalana Occidente ha sembrado con pianos de cola diversas ciudades
españolas en colaboración con el Concurso Internacional de Música María Canals.
Madrid, Barcelona, Sevilla, Cádiz, Toledo, Salamanca, Valencia, llevan camino
de hacerlo en Málaga, Bilbao, Santiago de Compostela, y otras ciudades en años
venideros. En Valencia, Jordi Vivancos – responsable de la realización de este
acontecimiento social y Director del Concurso Internacional de Música María
Canals - nos mostró con sus consejos cómo es fácil créetelo y tocar el piano de
cola con una soltura inimaginable un momento antes. Te imaginas que puedes
emular a Chopin ó a Liszt, que por imaginar todo es posible. Qué más
quisiéramos. Pero te lo crees y tocas el piano y te hace sentirte bien y te
gusta.
Vivancos da confianza,
consigue que tocando las teclas del piano de cola es posible sacar una melodía
que alimenta el alma y los sentidos. Consigue romper barreras y acerca la
música al público en general a través de un instrumento tan completo como es el
piano.
Esta idea nace de compartir
una afición relacionada con Jesús Serra, fundador del Grupo Catalana Occidente,
a quien le gustaba tocar el piano improvisando melodías. Improvisar es lo que
hace la gente, lo que hemos hecho todos los que nos hemos atrevido a tocar ese
piano de cola y tener nuestro momento de gloria creyendo emular a uno de los
grandes ó también a uno de los chicos del mundo de la música, que para gustos
no hay nada escrito.
Este artículo ha sido escruto con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press
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