En la bella campiña toscana, con el verde de las vides y el inconfundible perfil de los típicos esbeltos cipreses de esta tierra que parecen escalar el cielo, cerca de Florencia, en la provincia de Siena, hay un pueblo con mucho encanto y no menos historia. ¡San Gimignano!.
La importancia de San Gimignano es la de estar junto a la medieval Vía Francígena, importante paso de los peregrinos católicos en su camino a la ciudad eterna de Roma y del Vaticano.
San Gimignano es pequeño pero intensa su visita por las pronunciadas subidas y, sobre todo, por la cantidad de edificios y callejuelas a los que admirar y visitar. El corazón de esta población tiene cuatro plazas: Piazza della Cisterna, Piazza Duomo, Piazza Pecori y Piazza delle Erbe. Las calles principales cruzan la población longuitudinalmente y son la Vía San Matteo y Vía San Giovanni.
Multitud son los comercios de artesanía, de cerámica, de pasta italiana de todos los tipos, tamaños y colores, de souvenirs, bares y restaurantes para degustar las recetas de este lugar, pero hay un comercio de visita obligada: la “Gelatería Dondoli”, en la Piazza della Cisterna, cuyos propietarios han ganado varios años el Campeonato Mundial del Helado. Muy buenos. Conviene dejarse aconsejar por su dueño. En función de gustos y la época del año en que te encuentres, seguro que te hará la mejor combinación.
Pero San Gimignano también es famoso por su vino: Vernaccia de San Gimignano, de fama mundial. Es uno de los vinos más antiguos de Italia. Su color es amarillo pajizo, con tendencia a dorado con la edad. El aroma es delicado, con sabor a fruta y floral a una edad temprana. En boca es un vino seco y sabroso.
En 1990, la población de San Gimignano fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
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