Invitados por un amigo. Juan es su nombre. Vamos a un pueblecito de Castilla. Mas bien, una aldea. Diversas casas de una sóla planta, acurrucadas entre sí, unas muy cerca de las otras, formando un núcleo urbano en medio de la inmensidad del campo.
Juan ha heredado unas tierras de un tío abuelo del que casi no se acuerda de su cara, pero sí tiene de él muchos buenos recuerdos compartidos durante su infancia antes de partir con sus padres a la ciudad en busca de un mejor porvenir. Quien iba a decirle a Juan, niño, que un día volvería a estas tierras, que no pensaba volver a ver, junto a sus propios hijos ...
"Estas tierras me han acompañado siempre. He echado de menos la libertad de la que disfruté en estos terruños por los que jugueteé tanto de niño. Entre campos de trigo. Con algunos olivos aquí, algunas encinas allá. Y unas vides en hilera ... ".
¡Menudos terruños!. La mirada se pierde en el horizonte sin tropezar con nada, ni antena, ni casas, ni carretera. La mirada se alarga y se estira allá a lo lejos, con pequeñas alteraciones del terreno que hacen más interesante el paisaje. Un mosaico de colores que mudan según la estación. En esta inmensidad, piedra sobre piedra aún quedan construcciones enteras de lo que fueron refugios de pastores para las noches frías.
Nuestros hijos corretean por aquí y por allá, como seguro lo hizo Juan de niño, sin atender las conversaciones ni las precauciones de sus mayores. De qué temer en tanto espacio abierto al aire libre y un camino ancho por donde hoy no ha transitado ningún vehículo en toda la mañana y en donde no hay nada más que campos cultivados a muchos kilómetros a la redonda. Dejan correr su juventud con la inocencia de un niñ@, con el entusiasmo de quienes hacen un juego de todo. De repente, vienen todos corriendo donde estamos sus padres a contarnos su nueva aventura. Un pájaro, dicen que enorme, de plumas marrones y pico curvado, posado sobre un muro de piedras, los ha estado mirando muy quieto durante mucho rato. Quizá con la misma sorpresa como nuestros hijos le han mirado a él. Después, flexionando sus patas, se ha impulsado para salir volando desplegando unas enormes alas y planeando sobre sus cabezas hasta que se ha marchado. Dicen, orgullosos, que era un aguilucho. "Quizá", dice Juan, sin mostrar interés.
"¿Qué vas a hacer con tanta tierra, dejarás la ciudad, tu trabajo, tu vida, tus costumbres urbanas, para explotar esta inmensa propiedad, ó la venderás?". Juan. nos mira extrañado. "¿Venderla, dices?. En mi familia no vendemos la tierra, la compramos, la explotamos, sacamos provecho de sus entrañas, generamos empleo y riqueza con sus frutos. Arrendaré su explotación a los mismos arrendatarios que la han explotado siempre tan bien y vendré a menudo a vivir en estas tierras de otra manera a como lo hacemos en la ciudad. Aquí no hacen falta tantas cosas, cuando lo tenemos todo".
1 comentario:
Muchísimagras gracias por compartir esta información.
Seguro que por estas zonas encontráis verdura de calidad.
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