En familia. De celebración. Una larga tertulia al calor de la lumbre y de tantos sueños, anhelos y esperanzas que recorren la mesa de lado a lado.
Todo pasa y todo queda, expresaba Antonio Machado en uno de sus poemas. Y en otoño, no se por qué, recuerdo mucho los poemas de este poeta. Otoño es un mes que me encanta, Antonio Machado también. Más que otros poetas contemporáneos de su época. Ya lo dice el dicho popular: sobre gustos, no hay nada escrito.
Volvemos a la tertulia. Mi familia siempre me dice que no desvele en mi blog lo que hablamos en estas reuniones familiares. No lo voy a hacer. No creo que sean muy distintas de otras conversaciones familiares. Es cierto que nos sentamos a la mesa las ideologías de todo el arco parlamentario español pero, salvo excepciones que los debates son apasionados, las tertulias son sobre la vida cotidiana, sobre lo que nos pasa y, quizá, lo que nos gustaría que pasara.
Las palabras recorren la sala, casi es un reservado del restaurante porque somos muchos. La tarde se apaga, fuera. Por la ventana se cuelan los colores de otoño. Oro, ocre, naranja, ... Alimentan nuestras conciencias y sentimientos, con el sosiego necesario de un domingo de octubre.
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