Situado en un pequeño rincón
entre montañas y valles verdes, Bolulla es uno de esos pueblos con encanto que,
aunque pequeño en tamaño, tiene una historia profunda y una energía muy
especial. A unos pocos kilómetros de la costa alicantina, este municipio de
origen musulmán conserva el alma de los antiguos pueblos moriscos que supieron
aprovechar su entorno para vivir de la agricultura, especialmente de los
naranjos, almendros y olivos que aún hoy visten sus campos.
Destaca su casco urbano,
limpio, tranquilo, de calles empinadas alrededor de su iglesia dedicada a San
José con torre campanario cuadrado. Frente a la puerta de la iglesia está el
Ayuntamiento sobre un túnel que une las calles a las que dan sus fachadas.
El pueblo está situado en un entorno natural extraordinario rodeado de montañas y muy cerca de un riachuelo que baña a enormes olmos que se alimentan de sus aguas y que en otoño visten de colores característicos de esta estación sus ramas y el suelo alfombrado con sus hojas.
Como muchos otros pueblecitos
de la montaña alicantina, su origen es una alquería musulmana. Se la cita en un
documento del siglo XV. Su topónimo puede derivar del árabe Abu-i-Úlyá. En el siglo
XVI fue propiedad del arzobispo de Valencia formando parte de una Baronía con
los despoblados moriscos de Alcia y Garx. De escasas casas, en el 1786 pasaron
a ser 631 personas censadas, llegando a 923 en 1857. A partir de aquí la
población fue menguando, el campo no daba trabajo para todos.
Durante décadas, como ocurrió
en muchas zonas rurales de interior, Bolulla vio cómo su población descendía
poco a poco. Muchos vecinos se trasladaron a núcleos urbanos más grandes en
busca de trabajo, y otros tantos emigraron al norte de África o Alemania en las
décadas de los 60 y 70 del siglo XX. El declive era preocupante. En 1991 su
población tan sólo estaba formada por 257 personas.
Pero lejos de desaparecer,
Bolulla ha experimentado un curioso y esperanzador renacimiento. Hoy, Bolulla
vuelve a latir con fuerza gracias al turismo rural, al encanto de su paisaje y
al interés creciente de residentes extranjeros, algunos de Hispanoamérica que lo han elegido para trabajar en paz y en libertad, muchos otros del norte de Europa que
han escogido este pintoresco pueblo como su refugio de invierno, atraídos por su
clima templado, su tranquilidad y la cercanía con la naturaleza.
Para más información de este pueblo y su entorno natural visita aquí la web de su ayuntamiento.








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