Agost, pueblo alfarero en la
provincia de Alicante, tiene muchas sorpresas que contar a sus visitantes. Incluso
a sus propios vecinos. Son verdaderos tesoros, desconocidos por muchos.
Le invito a visitar esta
población a través de estas palabras y fotografías, descubra conmigo lo mucho
que tienen que contar los agostenses de su tierra, sus costumbres y
tradiciones. Visité esta población invitado por la Asociación Alicantina de Periodistas
y Escritores de Turismo (AAPET), acompañados por dos guías de excepción: Juan
José Castelló Molina, alcalde de Agost, y Jesús Peidro director del museo de
Alfarería de la localidad.
Tienen de todo, hasta los
restos de un meteorito que chocó en Centroamérica hace millones de años. En las
arcillas de Agost hay indicios de este episodio. Se trata del Límite K/Pg o Capa
Negra, que ha sido declarado Monumento Natural. No se privan de nada, tanto que
tienen una excelente gastronomía donde destacan las cocas, el gazpacho o los
dulces y pastas, además de la uva de mesa con denominación de origen del Valle
del Vinalopó.
En la situación geográfica de
esta población se fijaron antaño grandes civilizaciones. Tienen vestigios
arqueológicos de gran importancia que ya quisieran muchos que se hubiera
encontrado en su término municipal. Aquí se descubrieron en 1893 unas esfinges íberas
de un posible monumento funerario que una está en el Museo del Louvre en París,
la otra en el Museo del Prado en Madrid, nada menos. Dos joyas para admirar de
las que hay unas copias en el Centro de Interpretación en la Ermita de San
Pedro en Agost, reproducciones exactas realizadas con las últimas tecnologías. Esta
ermita está en el punto más alto del pueblo junto a las almenas del antiguo
castillo y desde donde se ven unas vistas extraordinarias con el mar al fondo. Dicen
los agostenses - con mucha ironía - que son la segunda línea de la playa. El
buen humor les caracteriza, no hay que perderlo nunca.
Caminando por algunos de los
muchos rincones emblemáticos de Agost escuchamos el rumor del agua de una de
sus fuentes que corre del caño al cántaro. Sus aguas recorren el lavadero donde
antaño limpiaban la ropa. Imaginen a un grupo de mujeres que, mientras quitaban
las manchas de las prendas de vestir de su familia, se desahogaban manifestando
sus penurias cotidianas, sus necesidades, los acontecimientos sociales, … Si
presta atención aún se pueden escuchar sus voces de entonces que se confunden
con el ruido del agua. La imaginación es curiosa, haga la prueba.
Del lavadero y desde su
fuente vamos a otra en la plaza del España datada en el siglo XVIII. Está en el
centro neurálgico de esta localidad, lugar de reunión donde se realizan les
Dances del Rei Moro, sus fiestas más singulares, que se celebran entre el 26 de
diciembre y el 1 de enero, declaradas Bien Inmaterial de Relevancia Local.
No puedo terminar este
artículo sin hacer un homenaje a las mujeres quienes tuvieron un papel
fundamental en lo que fue la primera industria de Agost: la alfarería. Ayudaban
al alfarero en todas sus funciones salvo la del torno donde nace la pieza de
alfarería y el horno donde se cuece. Y así se destaca en la plaza de les peones
con una gran escultura, desde donde se accede al Museo de Alfarería de esta
localidad. En la actualidad, las tareas alfareras se han simplificado mucho y
el papel de la mujer es menor.
En este museo hay piezas muy
curiosas donde destaca el botijo desde el modelo más sencillo al más complejo
con adornos singulares. Destacan muchos utensilios que se usaban en las cocinas
de nuestras abuelas y que actualmente se han sustituido por recipientes de
plástico. Bien podría volver a aquella moda en un mundo más sostenible y
ecológico, y ser cambiados por objetos de barro como el mortero.
En un taller dentro del museo
pudimos tocar el barro y hacer con nuestras propias manos piezas de alfarería.
Fue emocionante ver cómo a través del torno un trozo de barro se convirtió en una
bella jarra que ya preside mi cocina en casa.
Representantes de la alfarería
actual son Emilio Boix, Roque Martínez, Severino Boix y La Navá. Cada uno le da
su toque, sin perder la tradición y las maneras aprendidas de padres a hijos.
Conoce Agost es su lema. Sólo
le queda ir a probar la hospitalidad de los agostenses y a disfrutar de su
amplia oferta turística. Hasta encontrará un dinosaurio que aguarda al paso del
tiempo junto a un parque infantil. Si para los más pequeños es una sorpresa
admirar su tamaño, para nosotros también, y todo lo que tuvo que ver con ellos.
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