Una vez más David venció a
Goliat. Es uno de esos acontecimientos que se dan pocas veces y por eso, se
celebra mucho más. Y esta vez ¡¡en unos juegos olímpicos!!.
Ya conoce la escena bíblica
en la que un niño derrotó a un gigante con su honda en un lanzamiento certero y
fuerte de una piedra en su cabeza que lo derribó y terminó con su vida. Nadie se atrevía a
enfrentarse a él y David lo hizo. Con la imaginación de un niño, con la
protección de Dios. Así los israelitas consiguieron vencer después en el campo
de batalla a los filisteos que se habían retirado en desbandada.
Esta vez la batalla se
desarrolla en una pista de tenis. En realidad, ese es el origen de los juegos
olímpicos, que las naciones rivales dirimieran sus diferencias compitiendo en
actividades deportivas, olvidándose de la guerra al menos mientras durase el torneo.
Ayer, el español Pablo
Carreño derrotó al serbio Novak Djokovic, uno de los mejores tenistas del mundo, en un duro
partido en Tokio de casi tres horas con mucho calor. Ganó medalla, con un
bronce que sabe a oro, derrochando garra, fuerza, orgullo, estrategia.
Pablo Carreño creyó en sí
mismo, quería una medalla olímpica por lo que tenía que ponerlo todo en la pista
y llevar ese bronce a España para que todos los españoles nos sintamos
orgullosos de él y de su proeza, como así ha sido. Un grande entre los grandes,
sí señor.
Todos los medios de comunicación y redes sociales se hicieron eco de tan importante logro, como esta noticia del periódico ABC. Nunca antes tanto esfuerzo dio resultados tan satisfactorios para Pablo Carreño que demuestra con esto el resultado de su dedicación, su disciplina, su empeño, su trabajo, para conseguir grandes éxitos. Ya sabe ese refrán popular que dice que el que lo busca, lo consigue. Pues tiene un futuro muy prometedor porque un éxito llama a otros éxitos. Que así sea.
Las fotos las he tomado de imágenes de Google, este blog no tiene ánimo de lucro.
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