sábado, 13 de marzo de 2010

para Siempre, Don Miguel

 

Los campos de Castilla han amanecido tristes, grises, con el cielo totalmente cubierto. La niebla, tantas veces su compañera, se ha disipado pronto para dejar paso a la lluvia que ha llorado sobre el valle, sobre las oscuras montañas, sobre los quietos pueblecitos. Hasta los pájaros han piado su lamento. Y aquellos labriegos con los que se cruzó un día, aquellos con los que acompañó en el bar de la plaza del pueblo, aquellas que le alimentaron con un abundante cocido madrileño, aquellas que le contaban sus cosas de siempre, aquellos y aquellas, todos ellos, le han visto marchar. Sin prisa. Sin miedo. Le despedimos abrazando su legado, susurrando las palabras de sus novelas, recitando sus historias, disfrutando de sus narraciones. Con la vista en su tierra, fuente de inspiración, donde encontraba sosiego, donde cazaba, donde hablaba con sus vecinos, donde vivía tan intensamente.

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“ Le entusiasmaría remontarse sobre la pradera y recrearse en la contemplación de los montes, los espesos bosques de castaños y eucaliptos, los pueblos pétreos y los blancos caseríos dispersos, desde la altura” (1)

Su amor por su tierra ya le nació desde que vestía pañales. Su necesidad de caminar por los campos, las lomas, los montes, fue una pronta costumbre desde su niñez.

“Mi padre, enamorado del campo, me aproximó a él cuando aún no usaba de la razón y, un buen día, me reveló que aquellos sembrados de Wamba, de Geria, donde él reclamaba la codorniz, eran ya la provincia. Y con el tiempo me fui percatando de que aquél espacio abierto llamado provincia me era necesario para desarrollar la vida activa que anhelaba, desde que puse los pies en el mundo”. (2)

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Orgulloso de su cuna, de la ciudad que le vio nacer, Miguel Delibes alardeaba de sus rincones, de su historia, del Campo Grande, el amplio parque de Valladolid, donde correteó, donde jugó, donde creció. Disfrutaba contando cosas de su ciudad, narrando acontecimientos, con ese Castellano puro de su tierra natal.

“En Valladolid aprendí a hablar, en aquél Valladolid del tren burra y los amarillos tranvías con jardineras, de los pregones en las viejas rúas y los charlatanes en la Plaza Mayor, de la hermana Remedios en las Carmelitas del Campo Grande y el hermano Enrique en el colegio de Lourdes ... Aquellas voces que arrullaron mi infancia fueron el germen de mi expresión futura”. (3)

Pregonero de un Valladolid importante, con personalidad propia, con distinción merecida, lo contaba y reivindicaba con ironía allí donde podía para que a nadie le quedara duda.

“ A la gente de Valladolid nos gusta conquistar Madrid para poder regresar luego, de vez en cuando, a pasear por la calle Santiago y darnos pote. Porque en contra de lo que suelen creer algunos madrileños, Valladolid es una ciudad importante, que fue corte de España y tiene sus fábricas de autos y de tableros de fibra, su Capitanía General, su Semana de Cine Internacional, su equipo de fútbol, su Academia de Caballería, su Delegación de Hacienda, su polo y su polígono, que es como un polo un poco más chico pero que no está mal. Pero, minucias a parte y, aunque esté mal el decirlo, Valladolid también es importante porque en ella nací yo … Cosas …” (4)

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Pero en cualquier situación, en cualquier viaje, en cualquier estancia, al asomarse a la ventana siempre la memoria le llevaba a los espacios abiertos donde el aire corre libre, donde se escapaban las horas sin prisas, donde disfrutaba caminando con sus hijos, con su mujer, con sus amigos. Y en estos campos quedaron sus huellas, su amor por estas tierras castellanas, sus anhelos, sus recuerdos que han quedado plasmados magistralmente en tantos de sus escritos.

Y con un suspiro, con una ligera respiración, su vida se ha ido apagando, se ha ido despidiendo, se iba marchando poco a poco. Y hoy muchos le seguimos escuchando en programas de radio, de televisión, porque sus palabras no morirán nunca. Tampoco sus escritos. Un redoblar de campanas le ha despedido hoy entre lágrimas, vítores y aplausos. Campanas como aquellas de sus narraciones, campanas que peinan el aire, que cantan al alba. Campanas con sus acentos, que exclaman, que expresan sensaciones, que cuentan acontecimientos de la vida cotidiana.

“ Es expresivo y cambiante el lenguaje de las campanas; su vibración es capaz de acentos hondos y graves y livianos y agudos y sombríos. Nunca las campanas dicen lo mismo. Y nunca lo que dicen lo dicen de la misma manera”. (5)

El todo Valladolid te ha despedido hoy con un adiós emocionado. Toda España. En todo el mundo sus lectores nos hemos quedado huérfanos un poco. Aunque nos queda tu literatura. Para siempre, Don Miguel.

 

(1) Daniel, el Mochuelo, en el Capítulo XII de la novela “El camino”.

(2) Parte del discurso de agradecimiento al ser distinguido con la medalla de Oro de la provincia en 1993.

(3) Parte del discurso de agradecimiento al recibir el título de Hijo Predilecto de Valladolid, en septiembre de 1986

(4) Guión para un programa de televisión presentado por la vallisoletana Concha Velasco y realizado por F. Ardarín. “Conozca usted España”, 1966.

(5) Capítulo XX de la novela “El camino”

otro artículo de Miguel Delibes escrito en este blog el 10 de diciembre de 2009:

http://sosegaos.blogspot.com/2009/12/caminando-con-miguel-delibes-por.html

 

Noticia relacionada: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Valladolid/vuelca/funeral/Miguel/Delibes/elpepucul/20100313elpepucul_3/Tes

Web sobre Miguel Delibes:

http://canales.nortecastilla.es/delibes/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Pascual por recomendarme en tu blog, me tienes que enseñar cosas sobre cómo poder yo recomendar otros blogs desde el mio, o cómo mejorarlo, tus reportajes me parecen muy interesantes y las recomendaciones gastronómicas me encantan.
Un abrazo.

Marisa.

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