lunes, 30 de noviembre de 2009

hoy más que nunca, … amarillo, naranja, dorado.

 

Después de varios preparativos, un grupo de amigos decidimos salir al campo y hacer una comida al aire libre. Después de convencer a los más reacios. Después de alabar lo bueno del contacto directo con la naturaleza, del disfrute de los niños, y de los no tan niños, bajo los árboles, sorteando bancales, corriendo caminos,  … Después de todo esto, la borrasca que entró por Galicia y parecía que pasaba de largo por nuestra provincia (de Alicante) ha encapotado los cielos. Y no es que no me guste la lluvia, que me encanta. Pero lo que pudo ser una comida campestre se ha truncado este mediodía en un fuerte aguacero. Además, el frío. Gotas de agua que nos helaban las manos. Si no fuese por los niños pequeños, tampoco hubiera sido tan grave. Particularmente, me gusta el campo cuando llueve. La tierra mojada, el olor que se escapa de sus entrañas, la luz gris y misteriosa, el ruido de las gotas al golpear el impermeable, …

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Aunque a veces viene bien el dicho de “no hay mal que por bien no venga” porque hemos terminado comiendo y disfrutando de un arroz con costra en el Restaurante Trestellador, en Benimantell.

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Por la tarde, acompañamos a uno de nuestros amigos a Beniardá, donde había dejado el coche esta mañana. Nos hemos acercado, algunos, al área recreativa de este pueblo. Menos mal que sólo algunos porque al llegar ha empezado a llover con ganas. No nos ha impedido disfrutar de los colores de otoño. Pinceladas de colores que hoy, más que nunca, doraban el cielo y las montañas. Hoy más que nunca brillaban con las gotas de lluvia en sus hojas. Hoy más que nunca escalaban los troncos, aferrándose a su efímero presente. Hoy más que nunca nos hacían compañía, nos abrazaban entre sus ramas, nos acariciaban con sus colores. Hoy más que nunca, … amarillo, naranja, dorado.

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viernes, 27 de noviembre de 2009

por el Barranco del Infierno: Fleix-Presa de Isbert-Fleix

 

Una vez más la Asociación de Caminantes de Aigues nos ha organizado (por el 22 de noviembre) una interesante ruta senderista por el Barranco del Infierno. Por el PR-CV 147. Muchas veces he oído en el camino que cualquier senderista que se precie tiene que ir al menos una vez en la vida al Barranco del Infierno. En la Comarca de la Marina Alta, en el norte de la provincia de Alicante (España). A este barranco y a sus siete mil escalones se le denomina la “Catedral del Senderismo”.

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Escalones, de subida y de bajada, en zigzag. Fueron construidos por los moriscos. Peinaron la ladera del barranco en terrazas para cultivarlas con olivos, con algarrobos. Y para trabajarlas construyeron miles de escalones de roca por donde subían y bajaban, andando ó con asnos, cargados con aperos de labranza, con los frutos del arbolado. Hoy esos escalones son pulidos por multitud de botas que los pisan, por miradas de admiración a esta gran obra. Estos escalones forman parte de una de las rutas senderistas más visitadas de España.

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Llegamos a Fleix en autobús desde Aigues. En las afueras del pueblo caminamos, primero por asfalto impacientes de iniciar la ruta, luego por tierra, después por escalones. Dejamos atrás el lavadero de Fleix, junto a la fuente grossa donde unos grandes chorros dejan correr su agua fresca y dulce. Lavadero de aquellos donde antes se lavaba la ropa, en donde bocas que no callan contaban sus problemas, sonreían a sus sueños.

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Los primeros escalones, muy deteriorados, nos anuncian que ya hemos empezado a recorrerlos. Bajamos en zigzag. Cruzamos unos cantos rodados por donde a veces corre el río. Un puente de madera bajo el forat de la Juvea, un agujero en la roca que atraviesa la montaña. Un arco de piedra, antesala del Barranco del Salt. Por este, la huella del agua y el musgo han dibujado en la roca su presencia cuando el río se desliza en caída libre, durante varios metros, camino del cauce del río Girona. Vemos como los escalones serpentean el borde de la montaña. Una serpiente multicolor de senderistas los recorremos.

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Llegamos al lecho del cauce del río Girona. Seco y triste porque no corre el agua. Doblamos a la derecha. Caminamos por el fondo del río. Este, tan violento a veces en las gotas frías de principios de otoño. Tan orgulloso cuando se abre camino por donde pasa, hoy está mudo. Testigo de sus ambiciones, las paredes rocosas que lo acogen. En ellas, la naturaleza se ha inspirado en ella misma. Con sus vientos, erosionando la roca. Con el agua de la lluvia, ha moldeado sus curvas, sus ondulaciones. Y entre tanta roca y algunos arbustos, los colores de otoño, que se aferran en sus laderas, aportan su efímero protagonismo. Pequeñas, medianas ó grandes, unas cuevas, algunas acondicionadas como refugio, con un muro de piedras en la entrada para proteger a sus moradores. En la orilla del lecho del río, tierra removida y huellas de unos jabalíes que han pasado por aquí antes que nosotros.

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Un cañón donde las paredes de ambos extremos casi se juntan a la vista de nuestros ojos. Atravesándolo, somos diminutos junto estas paredes de unos cien metros de altura. Atravesándolo, entramos en un espacio misterioso donde debía de embalsarse el agua. Paredes rocosas con marcas hasta donde ha llegado el agua embalsada, a unos veinte metros del suelo.

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No había imaginado que algún día pisaría el fondo de un embalse tan seco como este. Vemos la presa de Isbert. Pared de hormigón que frena las crecidas de este río y que pretendía almacenar el agua de las lluvias, abundantes en estas tierras. La historia de esta presa es un tira y afloja de ambiciones, de intereses encontrados, hasta su construcción. No se hizo con la debida diligencia, con los estudios previos del terreno. No previeron que las paredes y el suelo pudieran ser tan porosos que se tragaban el agua embalsada. Veinte días después de haber llenado el embalse se vació solo. Ahora retiene las aguas de las riadas y es testigo de tantos senderistas que llegamos hasta el pie de su barrera de hormigón cuando el río está seco.

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Almorzamos. Mientras cambiamos impresiones nos mentalizamos de la gran subida que nos espera. ¡Cerca de dos mil escalones!, los mismos que hemos bajado esta mañana.

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Regresamos. Empezamos el ascenso a buen ritmo. A los que nos gusta la fotografía vemos que cada rincón, cada curva, los escalones, las hojas doradas de unos chopos, la montaña, el barranco, ... , todo el paisaje, es una foto a cada instante, a cada paso. Aunque hoy la prioridad es caminar.

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Llegamos de nuevo al forat. Con la vista atrás vemos lo que ya hemos subido. Miramos, escalones abajo, el barranco. Volvemos a emborracharnos con el paisaje, a formar parte de él. Integrados en el campo, en la montaña. A sentir en nuestras botas el roce de la tierra, el esfuerzo del ascenso, la ilusión de superar un reto.

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Casi arriba, Benimaurell se alza entre el verdor de unos arbustos, bienvenida del final de la subida. Y esta vez sí que es el rumor del agua lo que oímos, de la fuente grossa, del lavadero junto al que caminamos hace unas horas. Agradable sonido que echaba de menos y que el río Girona esta vez no nos ha dado. Al final hemos subido 1.751 escalones. Algunos han contado algunos más, pero ya está bien esta cifra. Con la bajada, 3.502 escalones en total.

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Junto al autobús, comentamos la aventura de hoy y la celebramos todos juntos en el restaurante El Quijote, en Orba. Me quedan ganas e ilusión de volver al Barranco del Infierno a recorrer otros senderos. La Cova Santa. El sendero circular, que han recorrido esta mañana Fernando, Pepe, Raúl y Álvaro. Han venido más temprano en sus coches particulares para que les diera tiempo. Con su hazaña nos han alimentado la ilusión del volver y recorrer ese sendero.

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foto de grupo

direcciones relacionadas:

http://sosegaos.blogspot.com/2009/11/la-presa-de-isbert.html

http://www.linkalicante.com/ruta-barranc-infern-catedral-senderismo-fotos-fleix/#comment-9733

http://sosegaos.blogspot.com/2009/11/la-revuelta-de-lagar.html

http://nuestra-tierra.laverdad.es/tiempo-libre/rutas/1172-la-cascada-de-fleix-yel-barranco-del-infierno

http://femecv.blogspot.com/2009/11/caminantes-de-aigues-en-el-barranc-de.html

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