El pasado fin de semana el puerto de Alicante (España) se vio surcado por las rodas de multitud de faluchos, embarcaciones típicas del mediterráneo. A remo, de la modalidad de banco fijo. De casco ligero y alargado, la tripulación la componen ocho remeros y un timonel. Antaño podía llevar una ó dos velas latinas, una inclinada hacia proa, la otra hacia popa. También un largo botalón a proa en el que se sujetaba un foque. Fue utilizado para la pesca y transporte de pasajeros. Actualmente, son protagonistas de muchas regatas náuticas deportivas.
Una de mis frustraciones juveniles fue no poder navegar a remo. Tuve una oportunidad de participar en el equipo que se estaba formando en el Real Club de Regatas de Alicante, pero no me aceptaron por la altura. Y es cierto que por aquél entonces era desproporcionadamente alto para mi edad. Me quedé con las ganas. Pero este fracaso no impidió mi aprecio por el remo ni mi disfrute por ver sus regatas. La legendaria Head of the River por el río Támesis londinense, donde destacaba (y destaca) la rivalidad entre Cambridge y Oxford, que hemos visto en tantas películas y programas televisivos, regata a la que este año se suman seis clubes españoles de Cantabria, Galicia y País Vasco. Las embarcaciones a remo por el río Guadalquivir a su paso por Sevilla. Las competiciones olímpicas. Ya adulto cumplí este sueño, recorrer la bahía de Alicante a remo. El Cabo la Huerta y la playa de la Albufera han sido testigos de las paletadas que mi mujer y yo hemos dado al mar, remando desde nuestra embarcación muchas mañanas veraniegas, con las primeras luces del día.
El fin de semana pasado (20 y 21 de marzo), organizado por el Real Club de Regatas de Alicante, la Cofradía del Cristo del Mar y la Federación de Remo de la Comunidad Valenciana, puntuable para el Campeonato Autonómico de Falucho, se han dado cita diversos Clubes, 45 equipos, para competir entre ellos por la mejor clasificación.
Un espectáculo que no he querido perderme. Tener tan cerca estas embarcaciones en el mar. Ver el esfuerzo de sus tripulantes, las órdenes del timonel, la combinación de las paletadas en equipo, los giros, su velocidad. Una gran emoción, que me ha hecho disfrutar. Y no son mis remos los que me impulsan hoy esta afición, sino los clics de mi cámara de fotos que han querido captar el espíritu y el alma de esta regata.
Con el marco incomparable del puerto y del castillo de Santa Bárbara, la fachada marítima de la ciudad de Alicante, con la Casa Carbonell como protagonista.
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