Aigues es un pueblo de
aguas por los muchos manantiales y fuentes que hay en su entorno; por sus
acuíferos, aunque mermados por una poderosa empresa que cultiva tomates en
poblaciones limítrofes e hizo uso de ellos; por sus aguas termales y su
legendario balneario.
Esta pequeña población de
montaña cercana al litoral Mediterráneo, con fríos inviernos y frescos veranos,
es refugio de aquellos que buscan en sus calles el sosiego que no encuentran en
las ciudades.
Aigues nació a las faldas
de Cabeçó d´Or, sierra emblemática de la provincia de Alicante no sólo por su
nombre. Una vez conquistada estas tierras a los musulmanes, muchos cristianos
pensaron que esta montaña escondía un gran tesoro, por lo de oro de su nombre.
Lo buscaron escavando minas, de las que aún hay algún vestigio. sin encontrar
ese preciado metal. Aunque efectivamente guardaba un tesoro pero no el que
ellos creían. El nombre de esta sierra lo pusieron por el agua que guardaba en
sus entrañas. Vean. El nombre procede de Ur (agua) en íbero que, con el paso
del tiempo, se transformó en Or (oro) en valenciano.
Del Cabeçó d´Or nacen
muchos manantiales como el que corría por el antiguo lavadero donde se lavaba
la ropa antes de inventarse la lavadora, ó el manantial de aguas termales que
dio origen al Balneario. Este nació con el nombre de “Hotel Miramar Estación de
Invierno” a mediados del siglo XIX . Uno de sus propietarios fue el Conde de
Casas Rojas y Marqués del Bosch que aún tiene tierras e inmuebles en el
municipio. Este hotel tuvo casino, sala de fiestas, instalaciones deportivas,
zona de juegos para niños, iglesia, así como viviendas unifamiliares para los
que no se querían hospedar en el balneario. Estuvo en funcionamiento
hasta 1930. Posteriormente, cambió de usos y propietarios y actualmente está en
un deplorable abandono.
Uno de los manantiales de
Cabeçó d´Or hoy llena la piscina municipal. Sólo los valientes se bañan en
esta agua helada, aunque en verano hay muchos voluntarios para refrescarse en
sus aguas.
Aigues es hoy nuestro
destino para visitar a una familia que encontraron en este pueblo su lugar de
veraneo y de mucho más. Y en agosto bien viene una visita huyendo de los
calores de la costa. En el porche de una casa unifamiliar comentamos anécdotas
familiares y de las vacaciones estivales. Los anfitriones nos cuentan su último
viaje a Galicia con sus hijos. Son productos de aquella tierra las viandas de
la cena: pulpo a la gallega, pimientos de Padrón (tuvimos suerte, ninguno nos
hizo saltar las lágrimas por su picante), raxo, … Regado con un vino turbio de
Pontevedra que nos encanta. El protagonista de la noche fue el raxo, receta que
se hace con lomo de cerdo mechado, libre de grasa, a fuego lento en una olla de
barro. La cocina que triunfa es la que que se cuece despacio y con cariño. Este lomo estaba
buenísimo. Jugoso, tierno, sabroso, se deshacía en la boca, y animaba la
tertulia entre bocado y bocado.
Al marchar de regreso a la
playa Muchavista en Campello, donde a su orilla pasamos el mes de agosto en una
vivienda en primera línea de costa, la noche ya ha hecho acto de presencia. El
frescor en Aigues es llamativo. Con las calles desiertas, por la carretera con
curvas, nos despedimos hasta la próxima.
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