jueves, 29 de agosto de 2019

de tertulia en Aigues


Aigues es un pueblo de aguas por los muchos manantiales y fuentes que hay en su entorno; por sus acuíferos, aunque mermados por una poderosa empresa que cultiva tomates en poblaciones limítrofes e hizo uso de ellos; por sus aguas termales y su legendario balneario.

Esta pequeña población de montaña cercana al litoral Mediterráneo, con fríos inviernos y frescos veranos, es refugio de aquellos que buscan en sus calles el sosiego que no encuentran en las ciudades.

Aigues nació a las faldas de Cabeçó d´Or, sierra emblemática de la provincia de Alicante no sólo por su nombre. Una vez conquistada estas tierras a los musulmanes, muchos cristianos pensaron que esta montaña escondía un gran tesoro, por lo de oro de su nombre. Lo buscaron escavando minas, de las que aún hay algún vestigio. sin encontrar ese preciado metal. Aunque efectivamente guardaba un tesoro pero no el que ellos creían. El nombre de esta sierra lo pusieron por el agua que guardaba en sus entrañas. Vean. El nombre procede de Ur (agua) en íbero que, con el paso del tiempo, se transformó en Or (oro) en valenciano.


Del Cabeçó d´Or nacen muchos manantiales como el que corría por el antiguo lavadero donde se lavaba la ropa antes de inventarse la lavadora, ó el manantial de aguas termales que dio origen al Balneario. Este nació con el nombre de “Hotel Miramar Estación de Invierno” a mediados del siglo XIX . Uno de sus propietarios fue el Conde de Casas Rojas y Marqués del Bosch que aún tiene tierras e inmuebles en el municipio. Este hotel tuvo casino, sala de fiestas, instalaciones deportivas, zona de juegos para niños, iglesia, así como viviendas unifamiliares para los que no se querían hospedar en el balneario. Estuvo en funcionamiento hasta 1930. Posteriormente, cambió de usos y propietarios y actualmente está en un deplorable abandono.


Uno de los manantiales de Cabeçó d´Or hoy llena la piscina municipal. Sólo los valientes se bañan en esta agua helada, aunque en verano hay muchos voluntarios para refrescarse en sus aguas.

Aigues es hoy nuestro destino para visitar a una familia que encontraron en este pueblo su lugar de veraneo y de mucho más. Y en agosto bien viene una visita huyendo de los calores de la costa. En el porche de una casa unifamiliar comentamos anécdotas familiares y de las vacaciones estivales. Los anfitriones nos cuentan su último viaje a Galicia con sus hijos. Son productos de aquella tierra las viandas de la cena: pulpo a la gallega, pimientos de Padrón (tuvimos suerte, ninguno nos hizo saltar las lágrimas por su picante), raxo, … Regado con un vino turbio de Pontevedra que nos encanta. El protagonista de la noche fue el raxo, receta que se hace con lomo de cerdo mechado, libre de grasa, a fuego lento en una olla de barro. La cocina que triunfa es la que que se cuece despacio y con cariño. Este lomo estaba buenísimo. Jugoso, tierno, sabroso, se deshacía en la boca, y animaba la tertulia entre bocado y bocado.


Al marchar de regreso a la playa Muchavista en Campello, donde a su orilla pasamos el mes de agosto en una vivienda en primera línea de costa, la noche ya ha hecho acto de presencia. El frescor en Aigues es llamativo. Con las calles desiertas, por la carretera con curvas, nos despedimos hasta la próxima.

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