En dirección de la font vella, por calles desiertas, limpias, silenciosas.
En un pueblecito del valle de Guadalest: Beniardá es su nombre.
Beniardá es un pueblo pequeño, de montaña. Una antigua alquería árabe que
fue evolucionando - ya cristiana - con el paso del tiempo en un núcleo rural
cuyos habitantes viven mayoritariamente de la explotación agrícola y del
turismo. Se encuentra en un entorno privilegiado lindando con Abdet,
Benimantell y el pueblo, castillo y embalse de Guadalest.
A pesar de ser medio día de agosto, el viento de Levante, que trae el
litoral Mediterráneo, es fresco y provoca una agradable temperatura exenta de
calor.
Callejeando sólo coincidimos con una anciana que camina por cuestas
empinadas ayudada por su bastón. Encorvada sobre sí misma, mantiene el
equilibrio como puede. Nos saluda. Se detiene mientras nos mira
de arriba a bajo. Se adelanta a nuestros pensamientos y nos dice que le ha
salido chepa por estar todo el día con el móvil entre sus manos y su cabeza
inclinada. Se ríe, de sí misma, o de nosotros que la miramos con incredulidad. "¿Dónde
está la gente?", le preguntamos. Nos da conversación y nos habla de su
pueblo, de los fríos inviernos, de los frescos veranos, de la calidad de
vida que proporciona su huerta, de la tranquilidad de vivir en un pueblo tan
pequeño. "¿Y la gente, los niños, dónde están hoy?". "¿No se lo
imaginan?", nos dice sonriendo. Está claro que no tiene prisa y que somos
su distracción. De repente señala enérgica hacia el frente con su mano derecha
y nos comenta: "sigan mi flecha para allá y encontrarán la respuesta".
Sigue el misterio. Cuando iniciamos la marcha nos dice ya de espaldas "¿dónde
van a estar?, pues en la piscina municipal, ¿es que un pueblo de 200 habitantes
no puede tener una?. Y es olímpica, ya verán. El agua es de manantial y está
helada. Al bañarse, calla el llanto del niño y muda en un grito ahogado las
risas de los adolescentes...".
Seguimos su flecha, nos pica la curiosidad. Nos cruzamos con un adulto y
dos niños que vuelven del baño, perpetrados con flotadores. Pasamos bajo un
arco. Encina un santo, San Juan. Calle abajo, tres chicos de diferentes edades
juegan a la pelota. "¿Y la piscina?, les preguntamos. "Para
allá", nos contestan al unísono señalando con una mano en la misma
dirección que la anciana. La calle se estrecha hasta ampliarse después en un mirador
sobre el embalse. Parece un paisaje de tierras más nórdicas, aunque tenga poca
agua embalsada. Y llegamos a la piscina, por fin. No es una balsa de riego
transformada en piscina. Es grande, pero no olímpica. Se llena con agua de
manantial y el agua está fría, muy fría.
Buscando otro manantial, nos dirigimos a la font vella (fuente vieja) en el
lado opuesto del pueblo, junto a un parque para niños y altos chopos que en
otoño mudan la hoja previo a una indumentaria dorada que inunda la vista.
Varios caños tiran agua transparente y fresca que después corre por un canal en
dirección del antiguo lavadero donde antaño lavaban la ropa las mujeres del
pueblo. Con tejado a dos aguas, en su interior unas piedras pulidas por
el tiempo y por el agua era el soporte donde ponían la ropa para lavarla con
jabón, remojarla con el agua y escurrirla después. A los alrededores campos de
cultivo.
De vuelta al caserío, cerca del Ayuntamiento de Beniardá hay otra fuente -
ésta más moderna, de 2005 - con agua de otro manantial. Sólo tira agua de uno
de sus cuatro caños. Sobre ellos, el escudo de Beniardá. Es un escudo
cuadrilongo de punta redonda, cortado. Al primer cuartel, en campo de gules, un
Agnus Dei pasante de plata, mimbrado de oro, con una banderola de plata cargada
de una cruz plena de gules y con el asta de oro. En el segundo cuartel, en
campo de oro, cuatro palos de gules, resaltado una banda de azur sembrado de
flores de lis de oro. Al timbre, corona real abierta (1).
Frente a la fuente, la iglesia. Destaca por tener una torre con cúpula de
tejas verdes. En el balcón del Ayuntamiento una pancarta reivindica que
“no se arranquen los árboles sanos”. La xilella está haciendo estragos en los
campos de almendros. En el plan de erradicación que está aplicando la
Consellería de Agricultura, amparada en una directiva europea, se arrancan los
árboles afectados por esta bacteria y todos los de su parcela. Se estima que se
arrancarán más de cincuenta mil almendros en toda la Comarca. Los agricultores
solicitan que se actúe como se hizo en Baleares ó en Italia con un plan de
contención en el que se arrancan sólo los árboles infectados.
Cuesta arriba nos dirigimos al restaurante La Mezquita. Lleva el nombre de
la fuente de la Mesquita, ubicada en los alrededores de donde estuvo instalada
una Mezquita que, al parecer, fue la segunda más grande del Al-Ándalus. Entre
las especialidades de este restaurante está la olleta de trigo (olleta de blat)
ó el conejo despatarrado (conill despatarrat). Nos decantamos por este último,
además de embutido de montaña, sobrasada con miel, conejo al ajillo, licor
de hierbas de la montaña, … Este restaurante es uno de los que recorremos en invierno por el valle de Guadalest para disfrutar de los colores de otoño y de la olleta de
blat.
Después de la comida caminamos hacia el coche. Vemos cómo en muchas casas
cuelga una pancarta de la fiesta de la Virgen de los Dolores que celebran el
primer fin de semana de agosto y aún cuelgan de sus ventanas. Tienen otras
fiestas, la que llaman de los Jóvenes, el último fin de semana de julio; y la
feria artesanal que se celebra a finales de junio. Pero esto, es otra historia.
- Fuente: Resolución Consellería de Justicia y Administraciones Públicas. DOCV nº 3638. (1999). Escudos y banderas de la Comunidad Valenciana (2003).
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