viernes, 16 de agosto de 2019

La font vella, en Beniardá




En dirección de la font vella, por calles desiertas, limpias, silenciosas. En un pueblecito del valle de Guadalest: Beniardá es su nombre.

Beniardá es un pueblo pequeño, de montaña. Una antigua alquería árabe que fue evolucionando - ya cristiana - con el paso del tiempo en un núcleo rural cuyos habitantes viven mayoritariamente de la explotación agrícola y del turismo. Se encuentra en un entorno privilegiado lindando con Abdet, Benimantell y el pueblo, castillo y embalse de Guadalest. 

A pesar de ser medio día de agosto, el viento de Levante, que trae el litoral Mediterráneo, es fresco y provoca una agradable temperatura exenta de calor. 





Callejeando sólo coincidimos con una anciana que camina por cuestas empinadas ayudada por su bastón. Encorvada sobre sí misma, mantiene el equilibrio como puede. Nos saluda. Se detiene mientras nos mira de arriba a bajo. Se adelanta a nuestros pensamientos y nos dice que le ha salido chepa por estar todo el día con el móvil entre sus manos y su cabeza inclinada. Se ríe, de sí misma, o de nosotros que la miramos con incredulidad. "¿Dónde está la gente?", le preguntamos. Nos da conversación y nos habla de su pueblo, de los fríos inviernos,  de los frescos veranos, de la calidad de vida que proporciona su huerta, de la tranquilidad de vivir en un pueblo tan pequeño. "¿Y la gente, los niños, dónde están hoy?". "¿No se lo imaginan?", nos dice sonriendo. Está claro que no tiene prisa y que somos su distracción. De repente señala enérgica hacia el frente con su mano derecha y nos comenta: "sigan mi flecha para allá y encontrarán la respuesta". Sigue el misterio. Cuando iniciamos la marcha nos dice ya de espaldas "¿dónde van a estar?, pues en la piscina municipal, ¿es que un pueblo de 200 habitantes no puede tener una?. Y es olímpica, ya verán. El agua es de manantial y está helada. Al bañarse, calla el llanto del niño y muda en un grito ahogado las risas de los adolescentes...". 



Seguimos su flecha, nos pica la curiosidad. Nos cruzamos con un adulto y dos niños que vuelven del baño, perpetrados con flotadores. Pasamos bajo un arco. Encina un santo, San Juan. Calle abajo, tres chicos de diferentes edades juegan a la pelota. "¿Y la piscina?, les preguntamos. "Para allá", nos contestan al unísono señalando con una mano en la misma dirección que la anciana. La calle se estrecha hasta ampliarse después en un mirador sobre el embalse. Parece un paisaje de tierras más nórdicas, aunque tenga poca agua embalsada. Y llegamos a la piscina, por fin. No es una balsa de riego transformada en piscina. Es grande, pero no olímpica. Se llena con agua de manantial y el agua está fría, muy fría. 


Buscando otro manantial, nos dirigimos a la font vella (fuente vieja) en el lado opuesto del pueblo, junto a un parque para niños y altos chopos que en otoño mudan la hoja previo a una indumentaria dorada que inunda la vista. Varios caños tiran agua transparente y fresca que después corre por un canal en dirección del antiguo lavadero donde antaño lavaban la ropa las mujeres del pueblo. Con tejado a dos aguas, en su interior unas piedras pulidas por el tiempo y por el agua era el soporte donde ponían la ropa para lavarla con jabón, remojarla con el agua y escurrirla después. A los alrededores campos de cultivo. 


De vuelta al caserío, cerca del Ayuntamiento de Beniardá hay otra fuente - ésta más moderna, de 2005 - con agua de otro manantial. Sólo tira agua de uno de sus cuatro caños. Sobre ellos, el escudo de Beniardá. Es un escudo cuadrilongo de punta redonda, cortado. Al primer cuartel, en campo de gules, un Agnus Dei pasante de plata, mimbrado de oro, con una banderola de plata cargada de una cruz plena de gules y con el asta de oro. En el segundo cuartel, en campo de oro, cuatro palos de gules, resaltado una banda de azur sembrado de flores de lis de oro. Al timbre, corona real abierta (1).


Frente a la fuente, la iglesia. Destaca por tener una torre con cúpula de tejas verdes. En el balcón del Ayuntamiento una pancarta  reivindica que “no se arranquen los árboles sanos”. La xilella está haciendo estragos en los campos de almendros. En el plan de erradicación que está aplicando la Consellería de Agricultura, amparada en una directiva europea, se arrancan los árboles afectados por esta bacteria y todos los de su parcela. Se estima que se arrancarán más de cincuenta mil almendros en toda la Comarca. Los agricultores solicitan que se actúe como se hizo en Baleares ó en Italia con un plan de contención en el que se arrancan sólo los árboles infectados. 


Cuesta arriba nos dirigimos al restaurante La Mezquita. Lleva el nombre de la fuente de la Mesquita, ubicada en los alrededores de donde estuvo instalada una Mezquita que, al parecer, fue la segunda más grande del Al-Ándalus. Entre las especialidades de este restaurante está la olleta de trigo (olleta de blat) ó el conejo despatarrado (conill despatarrat). Nos decantamos por este último, además de embutido de montaña, sobrasada con miel, conejo al ajillo, licor de hierbas de la montaña, … Este restaurante es uno de los que recorremos en invierno por el valle de Guadalest para disfrutar de los colores de otoño y de la olleta de blat. 


Después de la comida caminamos hacia el coche. Vemos cómo en muchas casas cuelga una pancarta de la fiesta de la Virgen de los Dolores que celebran el primer fin de semana de agosto y aún cuelgan de sus ventanas. Tienen otras fiestas, la que llaman de los Jóvenes, el último fin de semana de julio; y la feria artesanal que se celebra a finales de junio. Pero esto, es otra historia.

  1. Fuente: Resolución Consellería de Justicia y Administraciones Públicas. DOCV nº 3638.  (1999). Escudos y banderas de la Comunidad Valenciana (2003). 

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