sábado, 27 de abril de 2019

Parmesana, también en Alicante.



Hace unos días visité - por razones laborales - una ciudad italiana preciosa, menos conocida que otras como Roma, Venecia ó Florencia, que se llevan casi todas las miradas del viajante mayoritario, pero no menos monumental. Parma. Ciudad de mucha historia y mucho arte, en la que tuvieron su influencia algunos de los protagonistas de la historia de España.

Cuando viajas y escuchas lo bien que se habla de España, de lo que fuimos y de lo que aportamos en el mundo de la política, de la lengua, de la literatura, del arte, por algunos de nuestros gobernantes, de nuestros reyes, de ciudadanos ilustres, te preguntas por qué somos como somos los españoles que hace falta que sean terceras personas extrañas y extranjeras quienes nos cuentan nuestras grandezas para creerlo. Muchas veces al viajar te mencionan semblanzas y acontecimientos, comparas y terminas dando más valor y dimensión a nuestra historia.

En Parma dejamos huella, de la buena, y contribuimos a  hacer grande esta ciudad y esta comarca. Por ambiciones, por equilibrios diplomáticos y políticos, por influencia territorial, por derechos hereditarios. Quién sería el rey Carlos III de España se inició en Parma en sus gestiones de gobierno. Al principio fue más por el empeño de su madre, la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa del rey Felipe V, que por su propio interés. En Parma aprendió a gestionar el patrimonio de sus súbditos, a crecer como líder de su pueblo, a administrar las rentas de su Ducado. Estos hábitos de gobierno le vinieron muy bien para ser posteriormente rey de Nápoles y de Sicilia, y después rey de España. Dejó un gran legado en Nápoles, tanto que aún se añora su presencia y la de sus descendientes en esas tierras. Una gran flota de embarcaciones de todo tipo le acompañó de Nápoles a Barcelona y la ciudad Condal lo recibió como rey de España con todo lujo de honores y festejos. Ya ven cómo cambia la historia por la mala gestión de políticos mediocres que enturbian su gobierno con decisiones desacertadas que luego cuesta mucho enmendar.

Parma dio una reina consorte a España, la esposa del rey Carlos IV: María Luisa de Parma. Una mujer de carácter, con mucha personalidad, tuvo 14 hijos de las 24 veces que estuvo embarazada, entre ellos el que sería rey de España Fernando VII. Esta reina tuvo mucha influencia en su marido siendo una de las personas que intercedió para nombrar a Godoy como valido del rey. En aquella época ocurrieron acontecimientos convulsos en la historia de España con la intervención de Napoleón, que no perdía oportunidad de satisfacer su ambición, y con la entrada de su ejército en territorio español después de las abdicaciones de Bayona. Fernando VII fue llamado "el deseado" por el pueblo español durante ese periodo que estuvo prisionero en Francia hasta que volvió a España cuando los liberales derrotaron a Napoleón. También fue Barcelona una de las ciudades españolas que recibieron a Fernando VII de forma triunfal después de su "exilio". Y Zaragoza, Valencia, Madrid, … Por donde iba, el pueblo salía a su encuentro para aclamarlo.

Por las malas relaciones con Fernando VII, Carlos IV y María Luisa de Parma se exiliaron en Italia. A su muerte, Fernando VII quiso que sus padres fuesen enterrados en el Panteón de Reyes del Monasterio del Escorial. Fue Alicante el puerto por donde sus “cuerpos” volvieron a pisar tierra española a través de unos enormes sarcófagos. Entonces Alicante era el puerto mediterráneo de Castilla. Llegaron a Alicante el 25 de agosto de 1819 por medio de la fragata “Napolitana”. Previo a su viaje a Madrid por carretera, se “hospedaron” en la casa-palacio de los Duques de Maqueda y Condes de Altamira. En su “Crónica de Alicante (1876)” Viravens y Pastor cuenta que en la mañana del 31 de agosto “se celebró en San Nicolás un suntuoso funeral por los difuntos reyes”. Ofició Simón López, Obispo de Orihuela, estrenándose ese día la Gran Misa de Requiem de Francisco Pérez, Maestro de Capilla de esa iglesia. Partieron a Madrid el 9 de septiembre de ese año, reduciendo el tamaño de las carrozas que habían de transportarlos porque no pasaban por el estrecho de los Cerros de Portichol. Menuda falta de previsión, vaya torpeza, que entonces también se equivocaban por decisiones apresuradas. En los quince días que estuvieron los regios cadáveres en la capital alicantina hubo una gran afluencia de gentes de Alicante y los que vinieron de los pueblos comarcanos “para ser testigos de los suntuosos honores que se tributaron a Sus Majestades y para admirar a la regia comitiva” - cuenta Viravens y Pastor en su Crónica citada -.

Digan lo que digan algunos para su propio provecho, el pueblo español quiere reyes, admira su legado, se enorgullece de formar parte de su historia, de ser los cimientos de esta gran nación centenaria llamada España, envidiada por muchos pero maltratada por algunos de sus propios ciudadanos.

Ya ven lo que ha dado de sí recordar tiempos pasados de la historia de España en donde, además, Alicante fue protagonista en un pasaje poco conocido de los anales de la ciudad y del puerto alicantino.



Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.

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