Una de las muchas cosas que ha llamado la atención el devastador
incendio de Notre Dame en París es ese sentimiento de unidad ante la adversidad
por parte del pueblo parisino, del pueblo francés. Unidad en lo religioso, en
lo político, en lo social. No hay palabra, frase o manifestación que busque la
aniquilación del contrario religioso, político ó social. No se piden dimisiones
ni responsabilidades al Gobierno, sino que se busca entre todos las soluciones
para resolver este asunto de la mejor manera posible.
Mientras observaban incrédulos cómo ardía su catedral, los parisinos se
iban juntado unos y otros en sus alrededores en una reunión pública espontánea
y cantaban emocionados a la Virgen María a cuya advocación está consagrada
Notre Dame. En las imágenes que nos mostraban los telediarios vimos su llanto,
su sentimiento, ante tanta desolación, de la misma manera que lloró mi sobrino
Marcos de seis años y como lloraron otros muchos delante del televisor. Marcos
deseaba visitarla con sus padres después de hacer un trabajo sobre Notre Dame
en su colegio. Su dolor - y el nuestro -, por la pérdida parcial de este
emblemático monumento al que había aprendido a admirar a través de unas
fotografías de su libro de texto, se aliviará cuando vea (veamos) brillar de
nuevo a Notre Dame con todo su esplendor.
Notre Dame es algo más que la catedral de París. Notre Dame ha sido
protagonista en la historia de Francia con hechos trascendentales como el acto
en el que Napoleón se coronó Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804, la
misa por la liberación de París de los nazis el 26 de agosto de 1944 ó los
funerales de Estado de Presidentes franceses como De Gaulle ó Mitterrand.
Notre Dame es un símbolo nacional a la libertad. Sobrevivió a la
Revolución Francesa y a esos incultos que cortaron la cabeza a las estatuas de
los reyes de Judea - creían que eran los reyes de Francia - de la fachada de la
puerta principal. Sobrevivió a los incendios de la comuna de París, que manía
de los republicanos con quemar iglesias. Sobrevivió a los bombarderos de las
dos guerras mundiales. En la II Guerra Mundial sobrevivió también a Hitler
quien mandó arrasar Paris antes que llegaran los aliados libertadores, si el no
podía disfrutarlo, que no lo disfrutara nadie. Sobrevivió a las tendencias
sociales y culturales del s. XX. Y, ahora en el siglo XXI, se quema ante millones
de miradas asombradas.
Notre Dame es del estado francés y mantiene el culto católico. Tiene
unos catorce millones de visitantes al año. A Francia le cuesta dos millones de
euros mantener esta catedral. Antes del incendio, Notre Dame estaba en un importante
proceso de restauración. Para esta, el Ministerio de Cultura, el Cardenal
Arzobispo de París y la Intendencia parisina firmaron un acuerdo por el que el
Estado suma un euro más de subvención por cada euro de mecenazgo que recaude la
Fundación Porvenir del Patrimonio de París hasta un límite de contribución
pública de cuatro millones de euros. A su vez, otras entidades privadas se
sumaron a este mecenazgo como la Fundación Amigos de Notre Dame constituida en
EEUU. Si antes del incendio era grande el interés y los costes de su
restauración estaban valorados en unos cien millones de euros, después del
incendio todo se multiplica.
En la reconstrucción de Notre Dame el pueblo francés se ha vuelto a
movilizar para sumar esfuerzos. Grandes empresas y donantes anónimos se unen -
todos a una - para recuperar uno de sus monumentos más emblemáticos de París y
de la historia de Francia.
Es un sentimiento nacional que suma, que une y que no permite ni el
sensacionalismo, ni el populismo, ni el liderazgo de uno sólo porque este es de
todos. Todos los franceses lloran a su catedral pero al mismo tiempo ahora
también sonríen no sólo a su futura restauración sino al gran ejemplo colectivo
y espontáneo que se han dado a ellos mismos y al mundo entero: ese sentimiento
de unidad que los hace invencibles ante la adversidad. Cuando un pueblo se une
por un propósito, no hay barreras que frenen conseguir su objetivo.
Muchas han sido las muestras de consuelo y apoyo desde todo el mundo.
Reproduzco una de las que más me ha gustado, que dice así: “el pueblo francés
la reconstruirá, la levantará sin duda de nuevo. Y estaremos ahí, el mundo
entero está y estará con Francia. La catedral de Notre Dame resurgirá de sus
cenizas”, firmado Casa de S.M. el Rey de España. Que así sea.
Este artículo se ha escrito con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.
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