Unos trabajos arqueológicos en la catedral de Parma dieron con esta
joya del románico italiano. Esta escultura fue parte del púlpito que se derribó
por un cambio de criterio, de moda y de estética. Por uno de sus lados esta
escultura tenía estos relieves, por otro - que es el que se veía - una estela
de mármol liso de color rojo que se había reutilizado para la remodelación de
la iglesia. Al quitar esta para una nueva obra se dieron cuenta que detrás
estaba la escultura. ¿Se imaginan ver este relieve del púlpito derribado con
todos los demás?, ¡¡ que maravilla sería admirarlos todos juntos !!.
Este “descendimiento de la Cruz”, también llamado “la deposición”, es
una de las escenas más antiguas de la Pasión de Jesucristo. Se muestra el lado
más humano del sufrimiento con la intención medieval de ser contenido didáctico
para enseñar y formar al pueblo en los valores de la fe cristiana.
Algunos maestros canteros de entonces dejaban una letra, un dibujo,
como marca de la autoría de su obra. Pero no se solía poner el nombre del
autor. Este relieve es una excepción, en él hay una leyenda que dice quien fue
su escultor y el año que esculpió este mármol: Benedetto Antelami, en 1178.
Antelami desborda creatividad y detallismo en esta escultura. La escena
está enmarcada por una franja adamascada de ornamentos vegetales en niel. En un
plano horizontal, la representación de este relieve se divide en tres grupos.
En el central, Jesucristo ya fallecido es desclavado de la cruz por Nicodemo
subido en una escalera y bajado de la cruz por José de Arimatea. Al lado, la
Virgen María recoge la mano de su hijo fallecido, con la ayuda del arcángel
Gabriel. Completa la escena de la parte central una representación de la
Iglesia triunfante que sostiene el estandarte cruzado y el cáliz con la sangre
de Jesús y, al otro lado, está la Sinagoga a la que el arcángel Rafael le ayuda
a bajar la cabeza como gesto de derrota, humildad y reconocimiento a
Jesús.
A la derecha - vista de frente - hay dos niveles: un centurión seguido
por unos soldados, quienes en un plano inferior se juegan a los dados las
vestiduras de Jesús. Dos de los soldados señalan a Jesucristo manifestando que
“verdaderamente es el hijo de Dios”. Sobre todos ellos, una representación
humanizada de la luna haciendo referencia a las tinieblas que se produjeron
después de la muerte de Jesús.
En la izquierda, se representa la visita de las tres Marías al sepulcro
vacío (María Magdalena, María de Cleofás y María Salomé), con San Juan, cuando
Jesucristo ya ha resucitado. Encima de ellos se representa el sol en un clípeo
humanizado que alude a la luz y la esperanza para los cristianos después de la
resurrección.
Esta bella escultura de mármol se salvó de la piqueta de milagro, nunca
mejor dicho, y gracias a esto hoy podemos admirarla en el transepto derecho de
la catedral de Parma, destacado en sitio preferente. Y bien lo merece, como se
puede observar en estas fotografías hechas con la cámara de mi móvil.
Claro que nada es mejor que mirarlo delante, de frente, observar los
detalles, los relieves, leyendo las palabras grabadas en el mármol e imaginando
la admiración de aquellos fieles del siglo XII que podían ver la vida de Jesucristo
con representaciones artísticas como esta. Ellos no tenían otra forma, y
nosotros teniéndola, nos quedamos prendamos como se quedarían aquellos
admirando esta maravilla.
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