Diminuto y sensual, “la despeinada” (“la Scapigliata”, en italiano) es
un retrato precioso pintado por Leonardo Da Vinci en 1508. Retratada en tierra
oscura, ámbar verdoso y albayalde sobre tabla, mide 24,7 cm de alto y 21 cm de
ancho.
Leonardo Da Vinci dejó escrito que a “las mujeres las hemos de
representar en actitud cohibida, piernas muy juntas, brazos recogidos y cabeza
baja y ladeada”.
Como en otras de sus obras, “la despeinada” tiene la cabeza ladeada.
También una mirada traviesa y misteriosa, además de una media sonrisa
cautivadora. Es una mujer joven que transmite serenidad. Es un verso dulce de
la belleza. Ya lo decía Leonardo Da Vinci cuando manifestó que “la pintura es
poesía muda; la poesía, pintura ciega”.
“La despeinada” es una obra inacabada, ó quizá el boceto para un dibujo
ó una pintura posterior. Sea para lo que la pintara, es un retrato maravilloso.
Da Vinci despierta la curiosidad de todos los que observamos a ese rostro,
cuyo dibujo es característico de las mujeres a las que pintó, aquellas que
acarició con su lápiz, después con sus pinceles, esa sonrisa templada, ese cara
que mira tímida al espectador provocando la atención de quienes se dejan
cautivar por su mirada. Su cabello desordenado no confunde ni distrae a quienes
nos dejamos enamorar por la calidez y la expectación que nos produce su
observación. Nos mira casi sin mirarnos, con los ojos medio abiertos, de abajo
a arriba, quizá sentada, con la humildad de la que se siente observada y
admirada.
Su casa es la pinacoteca nacional de Parma, en el Palacio de la Pilota.
La guardan, casi la esconden, como si se tratara de un tesoro. Llegamos a ella
al final de un largo pasillo. Este retrato se observa casi a oscuras. Así,
destaca más el trazo de los detalles, nada hay que distraiga la contemplación
de este cuadrito que llama la atención a todos los que nos acercamos a mirarlo.
Rodeado de tantas maravillas que hay en este museo, ahí lo ven, este
cuadro es pequeño pero imprescindible en esa colección de pinturas y de
esculturas.
Este museo fue ideado e impulsado por Felipe I de Borbón, Duque de
Parma, en 1757, por medio de la Academia Ducal de Pintura, Escultura y
Arquitectura. En este museo destacan también obras de Beato Angélico,
Canaletto, Corregio, Sebastián del Piombo, Parmigianno, Tintoreto, …
La bella ciudad de Parma bien merece una visita para admirar su
catedral, su baptisferio y su entorno medieval, sus palacios de colores pastel,
su gastronomía con su queso y jamón parmesano, … Y, por supuesto, “la despeinada”,
su mirada no te dejará indiferente y te llevarás un grato recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario