España descubrió la Antártida. ¿No se lo creen?, acompáñenme en las
siguientes líneas y descubrirán conmigo esta y otras aventuras tan desconocidas
por muchos como tan interesantes para todos.
¿Saben quién fue Ruy González de Clavijo?, ¿y el español que descubrió
la cataratas de Iguazú?, ¿cuál fue el río que descubrió Hernando de Soto?,
¿conocen las aventuras de Isabel Barreto?, ¿saben por qué al océano Pacífico se
le llamaba el “lago español”?, …
En el 1403 Enrique III de Castilla encargó a Ruy Gutierrez de Clavijo - Oficial de la Casa Real - que encabezara
una Embajada a Samarcanda (en la actual Uzbekistán), nada menos. A miles de
kilómetros de casa, sorteando peligros y aventuras en barco por el Mediterráneo
y por tierra desde Constantinopla, con la finalidad de entablar relaciones
comerciales con el monarca de aquellas tierras. Ya ven, ambiciosos eran ya un
rato en aquella época. Consiguieron llegar a destino para contar en la Corte a
su regreso todo lo que habían visto, que había sido mucho. Su protagonista
lo escribió en “Viaje a Tarmolán”, el
primer libro de viajes de la literatura castellana.
Después de guerrear y de sobrevivir durante años por el sur de lo que
hoy conocemos como EEUU, y de volver Cabeza
de Vaca a España para relatar su experiencia como sanador, aventurero y
explorador, dejó plasmada sus peripecias en el libro “Naufragios y comentarios”
de mucho éxito por aquél entonces que despertó el interés en las autoridades de
conquistar aquellas tierras que suponían llenas de riquezas. Pero no tuvo
descanso porque el emperador Carlos V de Alemania y I de España lo nombró
Gobernador del Río de la Plata zarpando desde Cádiz en 1540. En ese viaje
descubrió por tierra las cataratas de Iguazú, y quedó impresionado. No es para
menos porque son espectaculares. Una maravilla de la naturaleza que embriaga a
quienes las visitan y emboba a todo aquél que las tenga delante para
admirarlas. De verdad, si no las conocen, hagan por conocerlas, el viaje lo
merece.
De nuevo por el actual EEUU para que otro español inquieto descubriera
el Missisipi, que llamaron inicialmente Grande, ese río tan caudaloso que tanto
hemos visto en las películas de vaqueros. Hernando
de Soto fue quien lo descubrió. Como Gobernador de Cuba y Adelantado de la
Florida, organizó una expedición por aquellas tierras en 1538.
Isabel Barreto es la primera “Amiranta” que mandó una flota.
Mujer de carácter, tenía que serlo en aquel mundo de hombres. Al fallecer su
marido, Álvaro de Mendaña, en la isla de Santa Cruz en 1595, tomó el mando de
sus barcos. Mendaña fue el organizador de la segunda expedición a las islas
Salomón en 1594. Barreto navegó por aguas del Pacífico de Lima a Filipinas,
pasando un montón de penalidades por el mar y las tormentas pero con el empeño
de alcanzar tierra firme y establecerse por aquellas tierras. Lo consiguió,
casó de nuevo con Fernando de Castro, General de Filipinas. Regresó a Perú con
su marido para disfrutar de una vida acomodada, orgullosa de lo que había
vivido, aventuras muy distintas de lo que pudo imaginar desde niña que sería su
vida. Ya ven, quien se empeña y lo busca, lo consigue.
No me he olvidado del descubrimiento de la Antártida. No se apuren, que
todo llega, también en este relato del espíritu emprendedor, incluso
aventurero, de nuestros antepasados que quisieron servir a España desde sus
sueños hasta sus hechos para contribuir a que el Imperio español fuera grande,
admirado y respetado por todos, también por los otros países que lo anhelaban.
Gabriel de Castilla, Almirante de la Armada del Mar del Sur, zarpó
de Valparaíso en marzo de 1603 para defender de los piratas las costas peruanas
y chilenas. Una fuerte tormenta los desplazó hacia el sur hasta navegar cerca
de lo que hoy conocemos como las islas Sherland del Sur, a 64º de latitud. Su
tripulación fue la primera en ver esa
tierra helada de la Antártida, ciento setenta años antes que el inglés
James Cook explorara esas tierras en 1773 y las tomara como propias. Gabriel de
Castilla lo apuntó en su libro de bitácora, y poco más, pero no dieron
importancia a esa tierra de hielo cuando tenían que administrar y proteger
tanto territorio de América del norte, centro y del sur. Lo contó Laurenz
Claesz en su diario, un holandés tripulante de esa pequeña Armada, que lo
publicó en 1622 en Amsterdam. Cuando Cook llegó a la Antártida encontró restos
de un naufragio y el pecio de lo que era un buque español, aunque callaron este
hecho a la comunidad internacional para poder decir que fueron ellos, y no los
españoles, los que habían descubierto la Antártida. Los ingleses “venden” bien
su historia. En 1988 fue fundada en la isla Decepción la Base Antártida Gabriel
de Castilla perteneciente al Ejército de Tierra español. Su misión principal es
apoyo logístico a las expediciones científicas que se hacen en la Antártida. El
rey Juan Carlos I da nombre a otra
base española en la isla Livingston en la Antártida, que visitó en 2004
aprovechando una visita de Estado a Chile.
Todo lo que narro en este artículo tiene un Rey como líder de esta gran
Nación que es España.
La mayoría de estos hechos están narrados con mayor amplitud en la
nueva edición del “Atlas de los
Exploradores españoles” editado por la Sociedad Geográfica Española. Es
emocionante recorrer sus páginas donde tanto se cuenta para recordar, incluso
para descubrir, hechos relevantes realizados por españoles.
En España tenemos que admirar más nuestra historia. Lo que hemos sido,
lo que somos y lo que queremos ser. Dejar de admirar tanto a las demás naciones
como si la nuestra no tuviera mucho ó más que contar y de lo que enorgullecernos cada día. Así es.
Este artículo se ha publicado con anterioridad en mi columna de opinión del periódico Alicante Press.
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